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martes, 12 de noviembre de 2019

Cuando la prensa es el enemigo por @infocracia



Por Andrés Cañizález


Las noticias sobre la tensa interacción entre los presidentes y la prensa parecen trascender fronteras geográficas e ideológicas. En Brasil, Estados Unidos y México, está en marcha un contrapunto entre los presidentes de esos países y los principales medios de comunicación, particularmente la prensa.

Y más allá de las tradicionales etiquetas de izquierda y derecha, hoy estamos en presencia de un hilo de afinidades por el carácter populistas de los líderes de esos tres países. Su discurso nacionalista, ser figuras que se impusieron por encima del sistema tradicional de partidos y su capacidad de propagar sus mensajes, a veces muy polémicos, es lo que en realidad tienen en común los presidentes Donald Trump (Estados Unidos), Jair Bolsonaro (Brasil) y Andrés Manuel López Obrador (México).

Y ahora también tienen en común su descontento con la prensa.

Como ya lo indicamos en un artículo anterior, Donald Trump ha tomado la decisión de que los dos diarios más emblemáticos de ese país, The New York Times y The Washington Post, ya no estén más en la Casa Blanca, al suspender sus suscripciones. La decisión de Trump tuvo lugar el 24 de octubre. Una semana después, el día 31, el presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, tomaba una medida similar contra uno de los más respetados periódicos de ese país, Fohla de Sao Paulo.

“Espero que no me acusen de censura”, dijo Bolsonaro y dio libertad para que los funcionarios oficiales comprende de forma personal este diario, pero aseguró que no se destinarán fondos públicos para pagar suscripciones: “No quiero saber nada de Folha de Sao Paulo, leer Folha de Sao Paulo envenena a mi gobierno”.

Trump acusa a los diarios tradicionales de Estados Unidos de no dar información sino reproducir Fake News en contra de su administración. Las decisiones administrativas de cancelar las suscripciones, en el caso de Brasil fueron seguidas de una velada amenaza de suspender la publicidad oficial.


En México, en tanto, cada día con sus alocuciones matutinas el presidente López Obrador coloca en el banquillo de los acusados a periodistas y prensa. “fifí” (de la clase alta), “chayoteros” (que reciben dinero para hacer publicaciones), “conservadores”, “vendidos”, “prensa oligárquica”, “enemigos del pueblo”, “seres deshonestos”, son algunas de las expresiones de López Obrador para referirse a la prensa.

Tras ser interpelado por la organización Artículo 19, este 6 de noviembre López Obrador aseveró que él no insultaba a los periodistas y que los veía, en realidad como adversarios.

En una visita reciente a México pude constatar que los avisos oficiales en la prensa escrita se han suprimido, especialmente cuando se trata de periódicos críticos contra López Obrador, a los que el presidente mexicano señala de forma directa, como ha sido el caso del diario Reforma.

Este debate  no es sólo discursivo. En la medida en que los presidentes toman decisiones administrativas, podemos evaluar estas medidas en una perspectiva del derecho a la libertad de expresión e información.

Las decisiones que hemos mencionado en primer lugar son discriminatorias, ya que están enfocadas de forma particular en algunos periódicos. Al cancelar las suscripciones o suspender la publicidad oficial, sencillamente se busca sancionar una línea editorial que no le agrada a los presidentes.

Más allá de la discriminación, estamos ante una manera también populista de manejar la administración pública. El dinero público, sea en Estados Unidos, México o Brasil, con el que se pagan las suscripciones a los medios de comunicación o la publicidad oficial, no son la chequera personal del presidente.

Estas reacciones pueriles de Trump, Bolsonaro o López Obrador son muy similares a las que se registraron años atrás con otro presidente populista, Hugo Chávez quien tampoco toleró a la prensa crítica en Venezuela. Pero ya eso es harina de otro costal.

12-11-19




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