Ismael Pérez Vigil 14 de julio de 2024
@Ismael_Perez
“Así se irán acabando todas las brujerías de El Miedo,
porque ahora aquí tenemos la contra.”
Exclamación de “Pajarote”, en Doña Barbara, de Rómulo
Gallegos.
Inició
una reflexión sobre algunos temas puntuales, para remachar ideas ya expuestas,
comenzando por: El Miedo, esa emoción básica que nos alerta y activa ante la
presencia de una amenaza o un peligro.
El
Miedo… y Altamira.
En Doña Barbara, la magistral obra de Don Rómulo Gallegos, publicada en 1929, El Miedo, era el nombre del hato de Doña Barbara, expresión de la barbarie; por el contrario, Altamira −que nada tiene que ver con la urbanización caraqueña− era el nombre del hato de Santos Luzardo, protagonista llanero educado en la ciudad, que quería combatir con civilización esa barbarie que enseñoreaba el Llano, imagen del país. Cien años han transcurrido desde que se desarrolló la situación del país que Gallegos refleja en la trama de su novela y hoy esa imagen −civilización vs. barbarie− representa otra vez al país, en campaña para restituir a plenitud las instituciones democráticas, civilizatorias, que hemos extraviado en el último cuarto de siglo. Nuevamente, como en Doña Barbara, tenemos que combatir “el miedo” para lograrlo.
La
amenaza, la intimidación, ha sido una pieza estratégica fundamental del
gobierno en contra de la oposición −y contra sus propios seguidores, para
mantener la “fidelidad” − durante los últimos 25 años. El miedo es uno de los
peligros, de las amenazas, que tenemos que enfrentar en la campaña electoral y
especialmente el 28J; a pesar de las grandes movilizaciones y concentraciones
que vemos y la reacción de la gente al enfrentar los arrestos de militantes y
organizadores, los abusos de las autoridades cerrando negocios, calles y vías
de acceso, o decomisando equipos, etc., indican que “el miedo” se ha ido
perdiendo −como en efecto está ocurriendo− pero no es algo en lo que debamos
confiar, descuidar o un factor a menospreciar.
Son
varios los tipos de miedo que debemos enfrentar. Sin pretender agotar la
clasificación, voy a resumir algunas de sus manifestaciones y el remedio que
debemos poner.
1- El
miedo al cambio del voto.
Hay
quienes temen que votar por la oposición pondrá en peligro alguno de los
efímeros beneficios que aun reciben del Estado −entendiendo por Estado, además
del gobierno central, las gobernaciones, alcaldías, etc.− o su fuente de empleo
e ingreso, igualmente efímero y precario. Debemos enseñar a la gente −además de
como votar− que ese temor es infundado y está protegido por el “secreto del
voto”; que no es solamente un concepto abstracto del artículo 63 de la
Constitución, sino un derecho realmente protegido, pues ni el Gobierno, ni el CNE,
mucho menos los gobiernos locales o regionales, están en capacidad de saber por
quién vota cada venezolano.
Frente
a la máquina de votación, estamos en realidad frente a nuestra propia voluntad
y conciencia; los programas de votación, de transmisión y de vinculación entre
la máquina y la llamada captahuella, han sido auditados muchas veces por
capacitados técnicos y tenemos plena garantía de que no hay conexión entre
ellas, que permita identificar el nombre del votante, su Cedula de Identidad
(CI) y su voto. La única forma de que se sepa por quien votamos es que alguien
se ponga detrás de nosotros en el momento de la votación y vea por quien lo
hacemos y eso es realmente fácil de evitar.
También
sabemos y vimos en el reciente “simulacro” −30 de junio− que los seguidores del
gobierno emplean diversos métodos para forzar el voto de la gente: buscarlos en
su casa y llevarlos a votar; obligarlos a pasar por puestos de control, antes y
después de votar; tomarles fotografías para identificarlos e intimidarlos;
firmar listas de votantes, etc.; pero lo que no pueden hacer es acompañarlos en
el momento de la votación. La “asistencia” del votante analfabeta o con algún
tipo de dificultad o discapacidad es un derecho que tiene ese votante, pero
sabemos que el artículo 128 de la Ley Orgánica de Procesos Electorales y el 291
del Reglamento dicen que “Ninguna persona podrá ser acompañante por más de una
vez”, de algún elector y en una misma Mesa; y nuestros “testigos electorales”
conocen bien esa norma y velarán porque se respete. De manera que el secreto
del voto está asegurado y no es posible obligar a nadie a votar en contra de su
voluntad.
2- El
miedo a la alteración de la trasmisión.
Otro
temor común es el que tienen los que desconfían del voto electrónico, que la
máquina pueda cambiar el voto que emitimos o que la trasmisión de los
resultados pueda ser interceptada y cambiada. Como ya dije, la máquina de
votación y su programa han sido revisados y auditados por competentes técnicos
de oposición y esa posibilidad de modificar el voto está descarta. Además, el
propio votante es el primer garante de que eso es así, pues puede verificar su
“comprobante de votación”, el que imprime la máquina, antes de introducirlo en
la “caja de resguardo”, y comprobar que lo que allí dice se corresponde con el
voto que acaba de emitir. Si todos hacemos eso, no hay forma de que al
verificar los comprobantes de la “caja de resguardo” nos vayamos a encontrar
con algo distinto al resultado que imprima la máquina en el acta final.
Por
otra parte y de igual manera, es fácil comprobar que el acta que emite y
trasmite la máquina y la que se recibe en la “sala de totalización” del CNE son
iguales; los “testigos electorales” están para eso, para recoger esas actas,
que serán totalizadas por la Plataforma Unitaria y verificadas con las que se
reciben en la “sala de totalización”, en donde también hay presencia de
testigos opositores.
De
manera que, el peligro no está en lo que trasmite la máquina; el peligro está
en que la máquina no trasmita, que es la forma en la que en algunas
oportunidades se han alterado los resultados. En 2017, según los funcionarios
locales del CNE y del Plan Republica, en algunas mesas las máquinas “no
trasmitieron” y sus actas fueron reemplazadas por “actas manuales” que
arrojaban resultados diferentes a los que se tenían y que las máquinas habían
impreso antes de trasmitir. En 2021 en Barinas trataron de hacer lo mismo,
retrasando la trasmisión y como no pudieron hacerlo, pues las actas estaban en
mano de la oposición, apelaron al recurso de inhabilitar al ganador de la
gobernación. Ambos casos son historia bien conocida, no abundaré en detalles.
3- El
miedo a la usurpación de la identidad.
Es
este un temor que tienen, sobre todo, los votantes en el exterior, a quienes se
les ha privado de su derecho al voto, que como siguen registrados para votar en
Venezuela y aparecerán en el “cuaderno de votación”, temen que alguien los vaya
a suplantar y votar por ellos. La respuesta a este temor tiene que ser
categórica. No es posible votar en una máquina, utilizando los nombres y número
de CI de aquellos que no han votado en algún “cuaderno electoral”, sea porque
se abstuvieron o sea porque emigraron; porque cada votante debe identificarse
con una CI y con sus huellas dactilares y si utiliza una CI, obviamente falsa,
sus huellas dactilares no coincidirán con las registradas y la máquina de
votación se bloqueará; para que vuelva a reiniciarse hace falta seguir un
procedimiento −llenado de planillas y utilización de una clave para
desbloquearla− en el cual participan factores de las organizaciones políticas;
de manera que, podemos estar seguros que es muy difícil que esto pueda ocurrir
de una manera, como ya dije, masiva.
Relacionado
con este punto está el temor a la duplicación o incremento de votos, debido a
la supuesta cantidad de CI falsas en el país; lo primero es recordar que para
que alguien pueda votar debe aparecer en el “cuaderno de votación”, que se
elabora a partir del Registro Electoral, que es también auditado por los
partidos políticos, para evitar irregularidades, duplicaciones, etc. Ya se ha
aclarado suficientemente que el hecho de que aparezcan personas con el mismo
nombre, pero números de CI distintas y votando en diferentes centros, no
significa duplicación o fraude, sino que es algo estadísticamente probable en
un país de más de 30 millones de habitantes y 21 millones de electores
registrados.
Pero
el argumento más importante es que cualquiera puede tener 10 o 100 CI, pero
tiene un solo juego de huellas dactilares y si alguien, fraudulentamente, se
presenta a votar con una CI falsificada, como sus huellas no coincidirán con
las registradas, como ya expliqué, la máquina se bloqueará, y luego de que se
logre activar, las huellas de ese “elector” que no fue identificado, quedarán
registradas y todos esos casos, en que las huellas no han coincidido, o que no
estaban registradas, que son menos del 2%, de todas formas, se revisan
meticulosamente y pueden dar origen incluso a una investigación penal; pero, lo
más importante para disipar temores, es que hasta la fecha no se ha podido
comprobar ningún fraude por esa vía.
4- El
miedo al desconocimiento del resultado.
A
pesar de lo que hoy en día se diga, lo cierto es que nunca hemos ganado una
elección presidencial; por lo tanto, no sabemos −ni nosotros, ni el gobierno,
ni nadie− que ocurrirá; cómo reaccionará el gobierno, si pierde la elección;
cómo reaccionaremos nosotros si ganamos y no se reconoce el resultado; cómo
reaccionará el pueblo si piensa que se le robó su decisión; cómo reaccionará la
Fuerza Armada, ante el desconocimiento de una decisión popular, sobre todo si
es contundente o masiva; cómo reaccionará la comunidad internacional,
especialmente nuestros vecinos que se han mostrado preocupados por que se
respete el resultado de la elección. Todos estos interrogantes están también
presentes y no solamente la posibilidad del desconocimiento de un resultado que
favorezca el cambio político en el país; por lo tanto, no nos puede paralizar
el temor de que se pueda producir un desconocimiento del resultado.
Conclusión
La
mejor forma de disipar temores es con información, con datos ciertos,
desechando rumores; desechando información no confirmada, alarmista,
distribuida desde “salas de situación” que propalan información falsa, que
buscan atemorizar, pues esa es una de las estrategias del gobierno para
desmotivar e incrementar la abstención y la baja participación, que es nuestro
verdadero principal enemigo. Pero lo más importante, la mejor manera de disipar
temores, es logrando una alta votación, una votación masiva, contundente, que
no deje dudas; y en eso debemos concentrar los esfuerzos. El miedo que han
sembrado en 25 años y los abusos cometidos con los que han pretendido paralizar
al pueblo, ¡El 28 de julio, cóbratelo!
Ismael Pérez Vigil
@Ismael_Perez
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