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martes, 9 de julio de 2024

Un retrato del fracaso, por @fariasjoseluis


José Luis Farías 07 de julio de 2024

@fariasjoseluis

La otra cara:

La propaganda electoral presidencial del candidato Nicolás Maduro confirma el estado de desesperación de quien se sabe perdido. Sus extensos murales a lo largo de autopistas y avenidas del país, financiados con el dinero público que se niega al pueblo venezolano, muestran una multiplicidad de colores donde no aparece el color rojo ni el nombre del PSUV.

El rostro del desespero está en los murales. La Ausencia del Rojo y del PSUV es inocultable. Esta ausencia es significativa; le avergüenza mencionarlos porque sabe que su poderosa carga negativa podría sellar aún más su destino en las urnas. Sin embargo, no puede esconder el nombre de Maduro, que repugna a toda la sociedad. Es el verdadero responsable de este bochorno, habiendo destruido el país al arruinar PDVSA, dejar a los venezolanos sin servicios públicos y hundidos en una vida miserable o forzados a abandonar su tierra en una espantosa diáspora.

El Escapulario de Chávez

En esta propaganda mencionan el nombre de Chávez como si fuera un escapulario para protegerse de la inevitable derrota que le espera. Pero la sombra de un presunto pasado glorioso de Chávez no puede ocultar el desastre presente. Maduro se aferra a la memoria del líder fallecido con la esperanza de que el carisma y la mística del “comandante eterno” puedan rescatarlo de la debacle política que él mismo ha provocado.

La ironía de esta situación es palpable. El mismo hombre que se presentó como el heredero legítimo del chavismo ahora se distancia de su partido y sus colores. El rojo, símbolo de la revolución, ha sido sustituido por una paleta de tonos que intenta disimular la realidad. Los murales, lejos de inspirar confianza, son un recordatorio constante de la desesperación y el engaño.

El uso del nombre de Chávez en esta propaganda es particularmente cínico. Se trata de una maniobra desesperada para capturar los últimos vestigios de un apoyo popular que se desvanece. Pero incluso el legado de Chávez no es suficiente para salvar a Maduro del abismo al que ha conducido a Venezuela. La mística revolucionaria ya no puede cubrir las grietas de un régimen en decadencia.

La propaganda de Maduro es un espectáculo de distracción que intenta ocultar la cruda verdad: Venezuela está en ruinas. La otrora poderosa PDVSA, que alguna vez fue el símbolo de modernidad y el sustento económico del país, está hoy desmantelada. Los servicios públicos son inexistentes o ineficientes. La vida diaria de los venezolanos se ha convertido en una lucha constante por sobrevivir, y millones han sido obligados a huir en busca de un futuro mejor.

La Tragedia de la Diáspora Venezolana

La diáspora venezolana es una de las tragedias más dolorosas de esta era. Familias separadas, sueños truncados, vidas reconstruidas en tierras lejanas. Todo esto mientras el régimen intenta maquillar su fracaso con propaganda vacía. Los murales de Maduro son un insulto a aquellos que sufren y una burla a los que han quedado atrás, soportando las penurias de un país en crisis.

El discurso es vacío, aunque pleno promesas incumplidas. Maduro se presenta ante el pueblo venezolano con un discurso vacío, lleno de promesas incumplidas y falsas esperanzas. Sus murales, en lugar de inspirar confianza, son testigos mudos de la desesperación de un líder que ha perdido el rumbo. En el laberinto de la política venezolana, la figura de Maduro se alza como un monumento a la ineptitud y la corrupción.

La historia juzgará este periodo con severidad, y la propaganda de Maduro será recordada como el último intento desesperado de un régimen que no supo gobernar. Mientras tanto, los venezolanos deben mantenerse firmes, recordando que la verdadera fuerza reside en su determinación y su capacidad para cambiar su destino. Porque, a pesar de todo, la esperanza de un futuro mejor sigue viva en el corazón de cada venezolano.

La coacción como estrategia

La esencia perversa de la propaganda del candidato Nicolás Maduro, dirigida a encubrir su desastroso fracaso, la hace incapaz de persuadir o convencer incluso al propio electorado chavista. Golpeados por años de una incapacidad galopante y una corrupción grosera, los seguidores de Chávez han visto cómo sus esperanzas se desvanecen ante la ineficacia del madurismo que ha traicionado sus promesas. En su desesperación, Maduro busca refuerzo en la coacción agresiva y sucia contra el empleado público, la militancia psuvista defraudada y la población en estado de vulnerabilidad llamada “base de misión”.

El reciente simulacro electoral organizado por el Consejo Nacional Electoral (CNE) dejó en cueros el presunto apoyo popular del que se ufana Nicolás Maduro. El evento dejó claro que ni siquiera el más grotesco abuso del poder, haciendo uso inescrupuloso de todos los recursos públicos, logró movilizar a la población como se esperaba. Se desplegaron flotas enteras de vehículos oficiales e infraestructura gubernamental, y las amenazas quedaron en oficios, mensajes por las redes y notas de voz de altos funcionarios. Sin embargo, la alta participación que esperaban no tuvo la correspondencia esperada en los votos de toda la gente movilizada.

Las caras largas, las palabrotas y las convocatorias urgentes para la primera hora de la mañana siguiente evidenciaron la realidad: los “chorizos” de los resultados que brotaron de las máquinas al cierre del proceso mostraron un apoyo escaso y forzado. La propaganda de Maduro, con sus colores brillantes y sus eslóganes vacíos, no puede ocultar el descontento de un pueblo que ha sido traicionado repetidamente, cuestión que debemos denunciar. Como diría el gran Cicerón, “La verdad se corrompe tanto con la mentira como con el silencio.”

La coacción contra el empleado público y la militancia psuvista no es una estrategia nueva, pero su intensidad ha aumentado a medida que se acerca el día de las elecciones. Los empleados públicos viven bajo la constante amenaza de perder sus trabajos si no muestran lealtad absoluta al régimen. Los mensajes por redes sociales y las notas de voz de altos funcionarios son recordatorios constantes de que cualquier disidencia será castigada. Esta atmósfera de miedo y coerción es un reflejo del estado desesperado en el que se encuentra el gobierno de Maduro.

La población en estado de vulnerabilidad, la llamada “base de misión”, es otra víctima de estas tácticas. Dependientes de los programas sociales del gobierno para su subsistencia, estas personas son manipuladas y utilizadas como peones en el juego político de Maduro. Promesas de beneficios y amenazas de retirarlos se utilizan para garantizar su apoyo, aunque este sea forzado y no genuino.

El simulacro electoral fue un fracaso rotundo, un espejo que reflejó la verdadera magnitud del descontento popular. Ni siquiera el uso descarado de los recursos del Estado pudo ocultar la falta de apoyo genuino. Las caras largas y las palabrotas de los funcionarios al ver los resultados fueron un indicio claro de la desesperación que se vive en las altas esferas del gobierno.

El Juicio de la Historia

La propaganda de Maduro, en su esencia perversa, trata de ocultar la realidad de un país sumido en el caos y la miseria. Pero las mentiras no pueden ocultar por mucho tiempo la verdad. La corrupción, la incapacidad y el abuso de poder han llevado a Venezuela al borde del abismo, y ni siquiera la propaganda más elaborada puede cambiar esa realidad.

La historia juzgará con dureza a quienes han traicionado las esperanzas de un pueblo. Mientras tanto, los venezolanos deben mantenerse firmes y recordar que la verdadera fuerza reside en su determinación de cambiar su destino. La esperanza de un futuro mejor sigue viva en el corazón de cada venezolano, a pesar de las tácticas de un régimen desesperado por aferrarse al poder. En palabras del filósofo chino Lao Tse, “Aquel que se planta con firmeza no retrocede.”

José Luis Farías

@fariasjoseluis


  

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