José Luis Farías 07 de julio de 2024
@fariasjoseluis
La
otra cara:
La
propaganda electoral presidencial del candidato Nicolás Maduro confirma el
estado de desesperación de quien se sabe perdido. Sus extensos murales a lo
largo de autopistas y avenidas del país, financiados con el dinero público que
se niega al pueblo venezolano, muestran una multiplicidad de colores donde no
aparece el color rojo ni el nombre del PSUV.
El
rostro del desespero está en los murales. La Ausencia del Rojo y del PSUV es
inocultable. Esta ausencia es significativa; le avergüenza mencionarlos porque
sabe que su poderosa carga negativa podría sellar aún más su destino en las
urnas. Sin embargo, no puede esconder el nombre de Maduro, que repugna a toda
la sociedad. Es el verdadero responsable de este bochorno, habiendo destruido
el país al arruinar PDVSA, dejar a los venezolanos sin servicios públicos y
hundidos en una vida miserable o forzados a abandonar su tierra en una
espantosa diáspora.
El Escapulario de Chávez
En
esta propaganda mencionan el nombre de Chávez como si fuera un escapulario para
protegerse de la inevitable derrota que le espera. Pero la sombra de un
presunto pasado glorioso de Chávez no puede ocultar el desastre presente.
Maduro se aferra a la memoria del líder fallecido con la esperanza de que el
carisma y la mística del “comandante eterno” puedan rescatarlo de la debacle
política que él mismo ha provocado.
La
ironía de esta situación es palpable. El mismo hombre que se presentó como el
heredero legítimo del chavismo ahora se distancia de su partido y sus colores.
El rojo, símbolo de la revolución, ha sido sustituido por una paleta de tonos
que intenta disimular la realidad. Los murales, lejos de inspirar confianza,
son un recordatorio constante de la desesperación y el engaño.
El uso
del nombre de Chávez en esta propaganda es particularmente cínico. Se trata de
una maniobra desesperada para capturar los últimos vestigios de un apoyo
popular que se desvanece. Pero incluso el legado de Chávez no es suficiente
para salvar a Maduro del abismo al que ha conducido a Venezuela. La mística
revolucionaria ya no puede cubrir las grietas de un régimen en decadencia.
La
propaganda de Maduro es un espectáculo de distracción que intenta ocultar la
cruda verdad: Venezuela está en ruinas. La otrora poderosa PDVSA, que alguna
vez fue el símbolo de modernidad y el sustento económico del país, está hoy
desmantelada. Los servicios públicos son inexistentes o ineficientes. La vida
diaria de los venezolanos se ha convertido en una lucha constante por
sobrevivir, y millones han sido obligados a huir en busca de un futuro mejor.
La
Tragedia de la Diáspora Venezolana
La
diáspora venezolana es una de las tragedias más dolorosas de esta era. Familias
separadas, sueños truncados, vidas reconstruidas en tierras lejanas. Todo esto
mientras el régimen intenta maquillar su fracaso con propaganda vacía. Los
murales de Maduro son un insulto a aquellos que sufren y una burla a los que
han quedado atrás, soportando las penurias de un país en crisis.
El
discurso es vacío, aunque pleno promesas incumplidas. Maduro se presenta ante
el pueblo venezolano con un discurso vacío, lleno de promesas incumplidas y
falsas esperanzas. Sus murales, en lugar de inspirar confianza, son testigos
mudos de la desesperación de un líder que ha perdido el rumbo. En el laberinto
de la política venezolana, la figura de Maduro se alza como un monumento a la
ineptitud y la corrupción.
La
historia juzgará este periodo con severidad, y la propaganda de Maduro será
recordada como el último intento desesperado de un régimen que no supo
gobernar. Mientras tanto, los venezolanos deben mantenerse firmes, recordando
que la verdadera fuerza reside en su determinación y su capacidad para cambiar
su destino. Porque, a pesar de todo, la esperanza de un futuro mejor sigue viva
en el corazón de cada venezolano.
La
coacción como estrategia
La
esencia perversa de la propaganda del candidato Nicolás Maduro, dirigida a
encubrir su desastroso fracaso, la hace incapaz de persuadir o convencer
incluso al propio electorado chavista. Golpeados por años de una incapacidad
galopante y una corrupción grosera, los seguidores de Chávez han visto cómo sus
esperanzas se desvanecen ante la ineficacia del madurismo que ha traicionado
sus promesas. En su desesperación, Maduro busca refuerzo en la coacción
agresiva y sucia contra el empleado público, la militancia psuvista defraudada
y la población en estado de vulnerabilidad llamada “base de misión”.
El
reciente simulacro electoral organizado por el Consejo Nacional Electoral (CNE)
dejó en cueros el presunto apoyo popular del que se ufana Nicolás Maduro. El
evento dejó claro que ni siquiera el más grotesco abuso del poder, haciendo uso
inescrupuloso de todos los recursos públicos, logró movilizar a la población
como se esperaba. Se desplegaron flotas enteras de vehículos oficiales e
infraestructura gubernamental, y las amenazas quedaron en oficios, mensajes por
las redes y notas de voz de altos funcionarios. Sin embargo, la alta
participación que esperaban no tuvo la correspondencia esperada en los votos de
toda la gente movilizada.
Las
caras largas, las palabrotas y las convocatorias urgentes para la primera hora
de la mañana siguiente evidenciaron la realidad: los “chorizos” de los
resultados que brotaron de las máquinas al cierre del proceso mostraron un
apoyo escaso y forzado. La propaganda de Maduro, con sus colores brillantes y
sus eslóganes vacíos, no puede ocultar el descontento de un pueblo que ha sido
traicionado repetidamente, cuestión que debemos denunciar. Como diría el gran
Cicerón, “La verdad se corrompe tanto con la mentira como con el silencio.”
La
coacción contra el empleado público y la militancia psuvista no es una
estrategia nueva, pero su intensidad ha aumentado a medida que se acerca el día
de las elecciones. Los empleados públicos viven bajo la constante amenaza de
perder sus trabajos si no muestran lealtad absoluta al régimen. Los mensajes
por redes sociales y las notas de voz de altos funcionarios son recordatorios
constantes de que cualquier disidencia será castigada. Esta atmósfera de miedo
y coerción es un reflejo del estado desesperado en el que se encuentra el
gobierno de Maduro.
La
población en estado de vulnerabilidad, la llamada “base de misión”, es otra
víctima de estas tácticas. Dependientes de los programas sociales del gobierno
para su subsistencia, estas personas son manipuladas y utilizadas como peones
en el juego político de Maduro. Promesas de beneficios y amenazas de retirarlos
se utilizan para garantizar su apoyo, aunque este sea forzado y no genuino.
El
simulacro electoral fue un fracaso rotundo, un espejo que reflejó la verdadera
magnitud del descontento popular. Ni siquiera el uso descarado de los recursos
del Estado pudo ocultar la falta de apoyo genuino. Las caras largas y las
palabrotas de los funcionarios al ver los resultados fueron un indicio claro de
la desesperación que se vive en las altas esferas del gobierno.
El
Juicio de la Historia
La
propaganda de Maduro, en su esencia perversa, trata de ocultar la realidad de
un país sumido en el caos y la miseria. Pero las mentiras no pueden ocultar por
mucho tiempo la verdad. La corrupción, la incapacidad y el abuso de poder han
llevado a Venezuela al borde del abismo, y ni siquiera la propaganda más
elaborada puede cambiar esa realidad.
La
historia juzgará con dureza a quienes han traicionado las esperanzas de un
pueblo. Mientras tanto, los venezolanos deben mantenerse firmes y recordar que
la verdadera fuerza reside en su determinación de cambiar su destino. La
esperanza de un futuro mejor sigue viva en el corazón de cada venezolano, a
pesar de las tácticas de un régimen desesperado por aferrarse al poder. En
palabras del filósofo chino Lao Tse, “Aquel que se planta con firmeza no
retrocede.”
José
Luis Farías
@fariasjoseluis
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Para comentar usted debe colocar una dirección de correo electrónico