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jueves, 5 de noviembre de 2009

El "autoritarismo popular" de Lula


Estado de Sao Paulo
Sao Paulo, 4 octubre 2009

"Este proceso de erosión de las instituciones y los procedimientos es tan más terrible cuanto menos visible y menos evidenciado que los actos de violencia política burda, a la manera de lo que Chávez hace en Venezuela para quebrar la columna vertebral de la democracia en su país. La lógica de los objetivos no es diferente - el "poder sin límites", dice Fernando Henrique -, pero el método, en el Brasil lulista, es insidioso". (Editorial de O Estado de Sao Paulo. Brasil)

El presidente venezolano, Hugo Chávez es un tipo rudimentario. El brasileño Luiz Inácio Lula da Silva no lo es. Chávez, que impuso en su país una reelección ilimitada, dijo que no entendía por qué un presidente "que gobierna bien y tiene 80 por ciento de aprobación" no puede postularse para un tercer mandato consecutivo, como si las normas del orden democrático fueron a variar el rendimiento de los gobernantes y sus índices de popularidad. Lula, que, en parte por convicción y en parte por un cálculo de la rentabilidad de una aventura reelectoral recuso esta posibilidad; cree que puede llegar por otros medios más sofisticados a donde lo que es capaz de desarrollar la tosca mentalidad de coronel de Caracas. Se trata de la construcción de un nuevo y probablemente duradero bloque de control de la maquinaria estatal.

Es la construcción de lo que el ex presidente Fernando Enrique llamado "autoritarismo popular" - una acumulación de transgresiones y las desviaciones que "va a socavar el espíritu de la democracia constitucional", como advierte en el artículo "¿Adónde vamos?", publicado el domingo en este periódico. Este proceso de erosión de las instituciones y los procedimientos es tan más terrible cuanto menos visible y menos evidenciado que los actos de violencia política burda, a la manera de lo que Chávez hace en Venezuela para quebrar la columna vertebral de la democracia en su país. La lógica de los objetivos no es diferente - el "poder sin límites", dice Fernando Henrique -, pero el método, en el Brasil lulista, es insidioso. Por lo tanto, "puede conducir al país, lentamente, casi sin que se perciba, a adaptarse a un estilo de política y a una forma de relación entre estado, economía y sociedad que poco tienen que ver con nuestros ideales democráticos.

Dentro del gobierno, Lula anida una burocracia sindical que sistemáticamente se apropia de la iniciativa de los gigantescos fondos de pensiones estatales, que a su vez integran las juntas directivas de las empresas más poderosas en el Brasil. Constituida como una compleja red de intereses que se respalda recíprocamente, a menudo en colaboración con los empresarios - "nuestros capitalistas avaros, pero crédulos", dice Fernando Henrique - fundiéndose "en los altos hornos del Tesoro. Esto da al presidente un poder formidable en el Estado nacional que supera largamente sus deberes constitucionales. Es una especie de vuelta, vestido de civil, al régimen de los generales. En el acuerdo con el Congreso, Lula pacta lo que le conviene con tantos Judas como estuvieron dispuestos a servirle de los despojos del administración federal mientras que la oposición murmura objeciones son la medida de su irrelevancia.

"Parece más cómodo", acusó al ex presidente, "pretender que todo está bien y olvidar las transgresiones diarias, las decisiones de rechazo, el abuso, si no de la ley, las buenas costumbres." Más cómodo, porque es más seguro. Son pocos los lideres de la oposición que no se dejan impresionar por las encuestas de opinión que mantienen a Lula en las nubes y el aparato de comunicación de Planalto, bajo su batuta, continúa exacerbando - de ahí la pertinencia del término "culto a la personalidad".

Desde la derrota de 2006, el PSDB de Fernando Henrique ha desistido prácticamente de responsabilidad personal para exponer marcha de la victoria del oponente por la autocracia en el país. Los precandidatos José Serra y Aécio Neves, por ejemplo, miden las palabras cuando se habla de Lula sin duda, temiendo que pudiera hacer que se vuelvan contra sí mismos con el electorado que le adora. Incluso en la condena de la campaña anticipada de la ministra Dilma Rousseff, la oposición parece comportarse como si estuviese "cumpliendo la mesa".

Lula no tiene necesidad de pedir prestado el bastón de Hugo Chávez para dictar las formas y caminos de desarrollo de la política nacional. "Partidos políticos débiles, fuertes sindicatos, fondos de pensiones que convergen con los intereses de un partido en el gobierno y que atraen privilegiados socios privados", describe Fernando Henrique, "este es el bloque en el que el subperonismo Lula sustentará su futuro, si gana el elecciones.

Artículo traducido y publicado por:
Infolatam

Editorial versión original publicado por O Estado de Sao Paulo:
www.estadao.com.br

Nota: Aunque el artículo no lo expresa directamente, al referirse a Fernando Henrique, creemos que se refiere a Fernando Henrique Cardozo, ex presidente del Brasil

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