Por Jesús Alexis González, 14/09/2015
En la crisis mundial (colapso del sistema financiero)
de mediados del 2008 (la mayor en los últimos 80 años), se rompió el obligante vínculo entre la masa financiera circulante y el PIB al punto de acabar con la ilusión de armonía entre el
desenvolvimiento de la economía real---industrias,
fabricas, comercio, agricultura, explotación de materias primas, combinación de
trabajo y capital---y el comportamiento de la economía financiera (virtual)---papeles comerciales, bonos,
acciones,
títulos valores, etc---sustentada dicha armonía en un mercado real (riqueza existente) que
abrigaba la fe en el crecimiento sostenido de la demanda y en un mercado financiero (la riqueza por
venir) que creció desorbitadamente ante la “arrogancia” de ganancias “infinitas”
apoyándose en la expansión inmobiliaria
apuntalada por hipotecas otorgadas a millones de personas (mayoritariamente de
bajos ingresos y sin garantías) induciendo al alza en el precio de las
viviendas, estimulando al propio tiempo
la esperanza en una revalorización que hiciera posible ¡refinanciar continuamente la deuda! garantizando la operación con ¡hipotecas incobrables! Al tiempo, y
como sucede con toda burbuja
especulativa, esta también explotó impulsando un colapso que puso fin a la
llamada “economía de casino”; equivalente
a señalar que se apostó con fichas(hipotecas)
garantizadas por un mismo inmueble vendido en “trocitos” (titulización) miles de veces en pro de obtener altos
beneficios; lo cual inevitablemente indujo que al momento de aspirar cambiar dichas
fichas (cobrar las hipotecas) no había
dinero de verdad ni suficientes deudores con posibilidad de honrar el
compromiso adquirido; configurándose un perder-perder
tanto por el lado del deudor---pérdida del inmueble---como por el lado
bancario ya que su misión no es
“quedarse” con viviendas ya que
esteriliza la liquidez como fuente crediticia.
En los últimos años, y muy especialmente en 2015, se
ha venido generando un menor nivel de crecimiento en el mercado financiero que
se ha traducido en una obvia reducción de la cartera crediticia y por ende en
una baja del comercio, la demanda y la inversión con efecto sobre la desestabilización y asfixia de la economía
real, al extremo de estimarse que el crecimiento
económico mundial 2016 difícilmente supere el ¡2,1%!, en simultaneidad con
caídas bursátiles en razón al principio ortodoxo según el cual no se debe
participar en la bolsa en momentos de estancamiento de la demanda e inversión. Tal
acontecer, ha impulsado una política de
dinero barato por parte de los principales bancos centrales del mundo con
la finalidad de sostener la economía virtual en aras de intentar afectar
positivamente el crecimiento de la economía real mundial, con el propósito de
revertir el panorama que se vislumbra a partir del 2016 donde la mayoría de las
principales economías del mundo pudieren entrar en un largo periodo de tasas de crecimiento reducidas (el FMI
prevé un 1,6% anual hasta 2020) con prevalencia del binomio alto
desempleo---menor consumo; especulación prospectiva que se fundamenta en el decrecimiento tendencial del
PIB mundial en los últimos 4 años: 4,1% en 2011, 3,4% en 2012, 2,6% en 2013 y
2,5% en 2014; al igual que en los resultados económicos 2014 y pronósticos de
desempeño 2015 y 2016 en las principales
economías del mundo: EEUU: 2,4%,
2,8 y 3,2; Eurozona: 0,8%, 1,8 y
-1,7; Japón: 0,4%, 1,2 y 1,1; Brasil: 0,3%, 1,5 y 1,6; Rusia: 0,6%, -3 y 1,2; India: 5,9%, 6,3 y 6,8; China: 7,4%, 7,1 y 6,8; Suráfrica: 1,4%, 2,3 y 2,4 (los 5 últimos
conforman el BRICS).
En lo especifico de China, su Gobernador del Banco
Central señaló recientemente que la
burbuja financiera China había estallado luego de haber crecido a tasas de
dos dígitos durante unos 30 años hasta convertirse en la segunda mayor economía
del planeta, llegando a representar en 2014 el 15% del PIB mundial. A tenor de ello, queda nuevamente demostrado
que los sistemas financieros
“optimistas”en su momento de euforia hacen crecer la economía a un ritmo más rápido en relación a su capacidad,
con el implícito agravante que al desacelerarse (y reducirse) los rendimientos
en la economía virtual de igual modo seafecta negativamente la economía real.
Dentro del campo de la obviedad, se infiere que la
inestabilidad económica en los países
industrializados originará una desaceleración económica en los países emergentes—en vías de desarrollo
que comienzan a crecer con su propio (aún incipiente) nivel de producción
industrial, con mediana presencia en el comercio internacional y un mercado
interno que crece moderadamente en contextos de incertidumbre, riesgo e
inestabilidad política---ante la potencial caída de sus exportaciones de
materia prima (básicamente hacia China) hasta propiciar una caída en el
crecimiento promedio de la producción desde el 6,5% anual reflejado en el periodo 2008-2014 hasta un 5% anual en el futuro cercano; con
relevancia del petróleo que durante el 2015 pudiera alcanzar un precio promedio
de US$ 59/b y mantenerse así por un
tiempo largo, condicionado no solo por el potencial estancamiento de economía
occidental sino también por la participación de EEUU en el mercado como
exportador mediante el fracking, al tiempo de la existencia de un marco de intención (¡!) con Arabia
Saudita en manifiesta “guerra del petróleo”.
Finalmente, y asumiendo como en efecto es, que la economía real a nivel mundial se estima
creará en 2015 una riqueza (PIB)
cercana a los US$ 60 billones, al
tiempo que la economía virtual
podría mover en sus mercados un
valor superior a los US$ 4.000 billones;
se hace obligante tender a reducir tan abismal diferencia ya que en caso
contrario puede darse la indeseable situación que las nuevas generaciones vivan en forma más precaria que sus padres.
Economista Jesús Alexis González
@jesusalexis2020
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