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domingo, 13 de septiembre de 2015

Francisco y el aborto, por @felixpalazzi



FÉLIX PALAZZI sábado 12 de septiembre de 2015

No es necesario recurrir a estudios especializados para constatar que un número importante de fieles católicos presentan serias dificultades al tratar de compaginar sus vidas diarias con algunas enseñanzas de la Iglesia referente a la moral. En algunos aspectos relacionados con el aborto o la pena de muerte se puede apreciar un cierto consenso entre sus miembros. Sin embargo, frente a muchas otras disposiciones esto no es así, pues un considerable número de fieles opta por ignorarlas. Es el caso de temas como las relaciones prematrimoniales o el uso de los preservativos.

Son diversas las reacciones que estos temas provocan. Podemos destacarlas a partir de dos grupos o tendencias que hacen vida en la Iglesia. El primero, conformado por un número significativo de ministros ordenados y fieles laicos, piensa que la Iglesia ha perdido terreno y ha deteriorado sus enseñanzas; por ende, debe ser más exigente en el cumplimento de las normas establecidas para alcanzar la "pureza" de la doctrina. Un segundo grupo, tal vez menos público, piensa que la Iglesia debe ser menos rígida, "abrirse al mundo" y adaptar muchas de sus enseñanzas.

Desde el inicio de su ministerio, el Papa ha sido recibido con cierto recelo por parte de ese grupo de fieles que ve en riesgo a la "pureza" de la fe. Pero también ha sido acogido con alegría por aquellos que esperan cambios significativos en la estructura y en la praxis de la Iglesia. Pero, ¿es Francisco un revolucionario? Si por revolución entendemos la derogación del régimen anterior y la instauración de uno nuevo, o la subversión de valores para instaurar otros, entonces tendríamos que sostener que el Papa Francisco no es un revolucionario en este sentido.

Sus recientes pronunciamientos no deben ser descontextualizados. El Papa Francisco no ha cambiado la doctrina fundamental de la Iglesia sobre el aborto o el divorcio. Sin embargo, la actitud temerosa de muchos ministros y fieles ante las nuevas disposiciones no deja de sorprender. Revelan un profundo miedo al cambio en las estructuras de poder y en la forma cómo este debe ser ejercido en función del servicio pastoral a las personas y sus dolencias.

El magisterio del Papa Francisco se realiza desde una profunda cercanía al mundo, haciendo eco de los problemas que padecen las grandes mayorías de la humanidad, y denunciando con honestidad los males que nos afectan a todos. Su estilo deja atrás las "obsesiones" del pasado que privaban la racionalidad del diálogo y el encuentro.

Cuando abordó el tema del aborto, Francisco afirmó que "uno de los grandes problemas de nuestro tiempo es la modificación de la relación con la vida" y explicó cómo "algunos viven el drama del aborto con una conciencia superficial, casi sin darse cuenta del gravísimo mal que comporta un acto de este tipo". Sin embargo, luego de rechazar a este acto que atenta contra la vida, puso su mirada misericordiosa en el rostro del otro y entendió que la solución a este problema no puede descartar a aquellas mujeres que con "dolor y sufrimiento llevan en su corazón las cicatrices del aborto". Queriendo sanar el dolor de estas personas concluyó que "no se puede negar el perdón de Dios a quienes se arrepienten sinceramente".

En el núcleo de este mensaje no hay novedad en relación al contenido de la doctrina de la Iglesia. La novedad está en el permiso otorgado a los presbíteros para absolver este pecado que era antes reservado al obispo. Tal vez la novedad esté en recordarnos que no somos dueños del perdón de Dios y que una Iglesia sin misericordia no será fiel al Padre bueno y misericordioso en quien creyó Jesús.



Felix Palazzi
Doctor en Teología
felixpalazzi@hotmail.com
@felixpalazzi

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