Américo Martín 12 de septiembre
@AmericoMartin
Leo
con estupor la noticia esperada. Brasil apoya a Guyana en el diferendo sobre el
Esequibo. Implícitamente siempre fue esa su posición, pero tuvo la prudencia de
no hacerla pública en obsequio a Venezuela, más todavía estando en vigencia la
alianza Lula-Chávez que consagró con rango de privilegiada la relación entre
ambos países. Si el cognomento “hermanos” se reserva para calificar la relación
prevaleciente en la comunidad de países suramericanos, la de Brasil y Venezuela
desde el ascenso del PT allá y del PSUV aquí,
pediría anteponerle la conjunción “más que” (hermanos). Demostrado está
que entre partidos de ese calibre más valen los intereses que la
consanguinidad.
Lula o
Rousseff le fallaron a Maduro cuando éste más lo necesitaba. Había salido del
letargo pro-guyanés y, angustiado por el deterioro de su gobierno en la
vecindad de las elecciones parlamentarias, decidió enarbolar el emblema
patriótico asumiéndose más enérgico en el reclamo sobre el Esequibo, que
aquellos gobiernos del pasado, denostados por el caudillo como chauvinistas de
mala ley. Al arremeter cual rinoceronte enfurecido ajó la Declaración de
Ginebra, base por excelencia de la histórica reclamación de nuestro país, y
alentó la unión en su contra de la oposición guyanesa (hasta poco antes
prochavista) y del gobierno de Guyana, perdió Caricom y la Commonwealth, se aisló
del mundo y -como retratarse con Maduro se ha hecho incómodo- el embajador de
Brasil posó desafiante junto al presidente Granger.
Suficiente
para que Maduro cambiara la presa guyanesa por la colombiana, creando una
pavorosa crisis humanitaria que ha duplicado sus dificultades internas e
internacionales. Ahogado, en un momento de angustias soltó la palabra justa y
mágica: el diálogo. Se trataba de dejar de tocar tambores de guerra y volver al
diálogo civilizado. Ya no trataría de sacarle provecho electoral al descalabro
que había creado, pero podría pararle el trote a los “potros de bárbaros Atilas
que nos envía la muerte”, de los versos iluminados de Vallejo.
¡Pero
cuándo diablos van a dejar quieto a este hombre! Diosdado, Arias y Vielma se
aproximan a una dura derrota parlamentaria, y como el resultado en Táchira y
Zulia podía ser abrumador, presionaron a Maduro para que extendiera el estado
de excepción. Como ha declarado con probidad mi viejo amigo Timoteo Zambrano:
se ha puesto en peligro la elección de 22 diputados.
Al
igual que en Guyana, Maduro unió a los colombianos con un decreto que envuelve
el tema de los DDHH, materia en la que ha sido reprobado varias veces.
También
en Venezuela embiste a quien odia, siempre con el mismo resultado. Ha unido a
la oposición como pocos. No es que la MUD no tenga fallas ¡claro que sí! ¿Pero
quién más que Maduro la ha posicionado como la opción válida para abrir una
democracia para todos? Al atacarla sin descanso la ha convertido en el anverso
del madurismo y por tanto en el polo opuesto de quienes han arruinado y
avergonzado a Venezuela. Al asediar a sus líderes los ha prestigiado y
demuestra que lee encuestas, lo que ha elevado a cubo el 6D. Ilustres presos
como Ledezma y López, altos líderes como Ramos Allup, María Corina, Borges irán
con la tarjeta única. Las terceras vías y la abstención pierden carga.
Tintán
protagonizó una graciosa parodia de Jardiel Poncela que tituló “Mátenme porque
me muero”. Sin sombra de violencia y muerte, de repente escribo otra que
titularía: “Sáquenme porque me voy”
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