Luis Tarrazzi 07 de mayo de 2016
EL
Presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, ha rechazado la ayuda de la
organización católica Caritas Internacional de recibir alimentos y medicinas
que iban a ser distribuidas en todo el territorio nacional, en un momento en
que el país atraviesa por una de las crisis socio económicas más graves de su
historia
La
denuncia la ha realizado el padre Santiago Martín en su programa
presentado por el canal Magnificat.tv.
El
Padre Martín denuncia muy tristemente que el gobierno de Nicolás Maduro
negó por completo a la Ornanización
Cáritas el envío de alimentos y medicinas y a Venezuela con
motivo de ayudar a los más necesitados ante la gran crisis socio
económica que ha desatado el gobierno de Maduro provocando una escasez
generalizada.
El
odio, la raiz de un gran mal
Venezuela,
que en otro momento de su historia, fuese ejemplo de democracia e integración
cultural, donde se recibía mayoritariamente al extranjero como de la casa,
compró en el año 1998 un discurso de cambio que tenía, entre otros elementos,
la lucha de clases, que tomaba la figura de los pobres como bastión para
aspirar el poder y así, la revolución chavista, se apoderó del sentimiento de
los venezolanos, y en ese momento Venezuela gestó el hijo que hoy la consume:
el odio.
Una
certeza que debemos tener todos los cristianos del mundo entero es que donde se
ejercita, alimenta y se da cobijo al odio inversamente proporcional se expulsa
a Dios de ese lugar. Y es que en efecto, los momentos más dolorosos y
vergonzosos que ha tenido la humanidad, que han justificado guerras, crímenes y
humillaciones, vienen explicados con una palabra antagónica al amor: El odio
¡Qué
dañino puede ser un mal liderazgo!, sobre todo cuando también es
directamente proporcional que cuando crece el odio, crece el desprecio a la
Iglesia Católica.
17
años de revolución chavista, hoy encabezada por el actual presidente Nicolás
Maduro, han sido testigos de desprecios a autoridades eclesiásticas, daños a
lugares santos e imágenes religiosas, burlas a valores éticos y morales. Es ese
peligroso aire de superioridad muy propio de socialistas y comunistas que
primero tienen que secar el alma para luego pretender saciar con esa sequía la
sed natural que todo individuo experimenta cuando solo consume odio. Lo grave
no solo fue el liderazgo que vendió ideas de odio y división sino que una
sociedad en mayoría electoral apoyó, y por mucho tiempo, este discurso.
Lo más
reciente, como lo reseñó el Padre Santiago Martín, fue la negativa del gobierno
venezolano de aceptar ayuda humanitaria de la Iglesia Católica por parte de
Cáritas, algo que como sugiere el padre lo invita a uno a dudar de la
naturaleza humana de muchos liderazgos políticos del mundo.
En
Venezuela cuesta mucho conseguir alimentos básicos, artículos de aseo personal,
medicinas; la inflación ya es de tres dígitos y hay una macabra capacidad de
adaptación y justificación de estos hechos que rayan en lo cínico y perverso.
Y es
que sí, nuestro mundo se ha convertido es eso, una cuota de cinismo que se
burla de lo bueno y que nada en amplias piscinas de mediocridad y otra cuota de
perversidad que disfruta del sufrimiento ajeno, del ver al crucificado
sangrante y adolorido y todavía tiene una carta bajo la manga de chistes,
amarillismo y tormentos.
Critican
a la Iglesia de no ayudar con sus riquezas (de esos mitos que muchos repiten
pero que pocos investigan sobre la inmensa labor social que la Iglesia realiza
en el mundo donde se le permite obrar) pero cuando intenta ayudar eficazmente a
un pueblo muy necesitado como el venezolano la respuesta es no. Una sociedad
carente de insumos médicos y alimentos que ante la mano que se extiende para la
ayuda la respuesta es no ¿puede dudarse de la guiatura diabólica de ello?
Pero
Dios no abandona aún aquellos que tienen como filosofía política el odio, el
cinismo y la perversidad. La respuesta de una sociedad en crisis no puede ni
debe ser el odio y la sed de venganza.
Escuchaba
en una homilía a un sacerdote afirmar que desde el sufrimiento Dios acerca el
alma a su amor, desde la cruz. Así como Cristo sufrió por amor, Venezuela debe
recurrir al amor para levantarse de este sufrimiento, electoralmente
introducido en su vida política por esta aventura de querer cambios sociales
delegados y no trabajados, de buscar mesías políticos que provienen de esas
mismas sociedades enfermas. Por eso Jesús se presenta con esta oferta, en
respuesta a la tentación de odiar y caer en la desesperanza: “Vengan a mí los
que están cargados y agobiados que yo los aliviaré, carguen con mi yugo y
aprendan de mí que soy manso y humilde de corazón” (Mateo 11,28-29).
En
este mes de mayo, mes especialmente dedicado a nuestra madre la Virgen María,
sus palabras deben resonar muy hondo en el corazón de los que amamos a Cristo,
cuando en el Magnífica exclamó: “Proclama mi alma la grandeza del Señor y se
alegra mi espíritu en Dios mi salvador..." (Cfr Lucas 1,46-55).
Oremos
por los que gobiernan alimentados por el odio, siendo discípulos de aquel que
despreciando el bien supremo perdió su belleza angelical para transformarse en
un demonio. Oremos por sociedades, como esta sociedad venezolana, que en
medio de una terrible confusión no camina sino que naufraga en fe y en valores
humanos. Y oremos por los que todavía en sociedades cargadas de mucho odio,
cinismo y perversidad trabajan por la paz: “Bienaventurados los que procuran la
paz, pues ellos serán llamados hijos de Dios” (Mateo 5,9) Dios los bendiga, nos
vemos en la oración
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