Por Hugo Prieto
En las líneas que siguen hay
una evaluación de la economía venezolana, a cargo de José Guerra. Un economista
que hizo carrera en el Banco Central de Venezuela y que además tiene una sólida
formación en universidades de prestigio de Estados Unidos en el área de
política monetaria. Lo expuesto en la conversación no tiene ningún misterio.
Tampoco aparece el fantasma de la llamada guerra económica, pretexto que le ha
servido al gobierno para enmascarar un fracaso que le ha costado al país la
bicoca de 866.303 millones de dólares.
En la década de 1980, un
venezolano podía hacerse a la idea de lo que el Estado invertía en infraestructura
pública. Un solo ejemplo, el embalse de Guri —quedan por fuera los otros
embalses que componen el sistema hidroeléctrico del país— costó, en términos
muy gruesos, 20.000 millones de dólares. Obviamente, el dólar, como cualquier
otra moneda, se ha depreciado. Tengamos en cuenta que la factura petrolera,
ingresada al país entre 1999 y 2015, deja al Guri, aun con corrección
monetaria, como una gota de agua en el océano.
Guerra acaba publicar el libro
“La Venezuela posible”, bajo el sello editorial “El Estilete”. Ciertamente,
Venezuela es el país del Aunque usted no lo crea. Difícil imaginar la
incompetencia de la gestión adelantada por el chavismo. Le daría crédito a
Ripley si ensayara una explicación. Pero dejemos que Guerra hable del país que
podemos construir entre todos.
En 2006 se produce un quiebre
en la conducción política del gobierno. Con antelación, durante la campaña
electoral de 2005, Chávez prometió el socialismo. En adelante, hay un
crecimiento sostenido del déficit fiscal, que pasó del 2,6% del PIB (1999) al
13% (2015). ¿El aumento del déficit fiscal es consustancial al socialismo? ¿Una
cosa va con la otra, es lo inevitable?
En Venezuela ha sido así. Lo
que llamamos socialismo en Venezuela (la estatización de la economía) requiere
un gasto público creciente, en permanente aumento, y ese aumento no se puede
financiar por vías ordinarias. Es decir, por las vías impositivas normales que
tienen los países (IVA e Impuesto Sobre la Renta), en Venezuela necesita una
dosis adicional, que fue provista por los ingresos extraordinarios que dio el
petróleo. Pero todo eso fue insuficiente, porque la magnitud de la empresa del
socialismo en Venezuela es muy grande, entre otras cosas, porque abarcó una
estatización muy completa de la economía, pero también abarcó una distribución
del ingreso petrolero vía misiones, transferencias y subsidios que no lo había
hecho ningún otro gobierno socialista, o con pretensiones socialistas, en
América Latina. Esta dimensión del Estado, tanto en el papel de productor como
de distribuidor, necesariamente lleva al déficit fiscal, porque no hay ingreso
o impuesto que la aguante. Entonces, en Venezuela es consustancial, socialismo
con déficit. Y lo ves en toda la trayectoria, salvo en la primera, el Chávez
austero, ortodoxo. Pero el resto de los períodos, desde 2003 para acá, han sido
deficitarios. Eso ha dado lugar a una deuda permanente, a la acumulación de
deuda.
Esto se combina con el control
de precios y el cepo cambiario, lo que a su vez se traduce en una caída de la
producción interna y en fuga de capitales. Esta película es repetida. Una
receta más que manida. Y el final de la película ya lo conocíamos todos.
Chávez tiene cierto parecido
con CAP I, pero magnificado. CAP I expropió, Chávez expropió. CAP I aumentó la
dimensión del Estado en la economía. Chávez hizo lo propio. CAP I repartió
muchos subsidios, Chávez también lo hizo. La diferencia es lo político. CAP era
un demócrata y Chávez, conceptualmente hablando, no lo era. Ahora, el sistema
de controles, de precios y de cambio, también es consustancial al socialismo.
No hay una sola experiencia, una sola, ni siquiera China, que es el país más
desarrollado de los llamados socialistas, que no tenga control de cambio,
porque el control de cambios se termina convirtiendo en control político. Y
algo similar ocurre con el control de precios, porque cuando pones en manos del
Estado, ¿quién produce? ¿Cuándo se produce? ¿Cómo se produce? ¿Y dónde se
produce? Todo queda en manos de un funcionario, de un burócrata. El mercado no juega
ningún papel allí. Para producir tú necesitas materias primas y que funcione el
sistema de precios. Pero no, el precio te lo pone otro, te lo pone un burócrata
en una oficina. Eso es el socialismo un control mixto de precios y de cambio.
Uno de los puntos más
relevantes es la declinación de la producción petrolera: 12,5% entre 1999 y
2015. En el ínterin de ese lapso (2006) se anunció el Plan Siembra Petrolera,
cuyo objetivo era elevar la producción a 6 millones de barriles, pero
terminamos 2015 con una producción menor a la de 2006. Rafael Ramírez,
expresidente de PDVSA, dijo en un programa de televisión que su gestión fue
exitosa y que lo puede demostrar, aunque acudió al TSJ para impedir que la
Asamblea Nacional lo investigue. ¿Qué hay detrás de todo esto?
Uno de los grandes fracasos
del chavismo y del socialismo del siglo XXI ha sido en el petróleo. En 1998,
Venezuela producía 3,5 millones de barriles al día y PDVSA tenía 30.000
trabajadores. En 2016, 18 años después, la producción es de 2,5 millones de
barriles al día y la nómina se incrementó a 120.000 trabajadores. En ese lapso
los precios del petróleo llegaron a su magnitud más sideral. En 2008, por
ejemplo, a 110 dólares por barril. Sin embargo, PDVSA no hizo las inversiones.
En 1998, la deuda de PDVSA era de 4.000 millones de dólares. En la actualidad,
la deuda consolidada —incluyendo deudas financieras, deudas con proveedores,
deudas con compañías de la faja del Orinoco y litigios pendientes de pago—
sobrepasa los 100.000 millones de dólares. Es decir, PDVSA es una empresa
destruida por Rafael Ramírez, quien articuló esta política, y por sus
colaboradores que concibieron este modelo. ¿En qué fueron exitosos ellos? En
aprovecharse de los altos precios del petróleo, inducidos por la política de recortes
de producción de la OPEP (2009) y por la mayor extracción impositiva a las
empresas de la Faja, luego de su nacionalización, y haber convertido a PDVSA en
una especie de sucursal financiera del PSUV. Pero hoy Venezuela —en
el ranking de países petroleros— tiene la menor relación entre
reservas probadas y extracción de petróleo. PDVSA es una empresa incapaz de
invertir, muy mal manejada gerencialmente y con una fuga de talentos
impresionante. Una de las grandes asignaciones de la nueva Venezuela va a ser
rehacer a PDVSA, limpiarla administrativamente, eliminar el nepotismo de PDVSA,
despartidizarla y convertirla en una empresa petrolera.
866.303 millones de dólares,
monto correspondiente a lo que recibió Venezuela entre 1999 y 2015 por
exportaciones petroleras. Difícilmente un venezolano pueda hacerse una idea de
lo que esto significa. El embalse de Guri —no estoy hablando del resto de
embalses que conforman el sistema hidroeléctrico del río Caroní—, por ejemplo,
costó 20.000 millones de dólares. ¿Adónde fue a parar esa riqueza?
Venezuela, con esa riqueza,
hubiese sido la tacita de plata de América Latina, pero no lo fue. ¿Por qué?
Porque una riqueza física, provista por la naturaleza, no es una riqueza
social. Una riqueza física no se transforma en capacidades de la gente, en
infraestructura, no se transforma en condiciones de vida. ¿Qué hizo el chavismo
con ese dinero? Hizo varias cosas. Uno. Repartió mucha plata que terminó en el
río Guaire. Dos. Se dedicó a importar, con lo cual los dólares que entraban por
un bolsillo salían por el otro. Importaciones de productos que fácilmente se
pudieron haber producido en Venezuela. Tres. Se dedicó a propiciar la fuga de
capitales. En las administraciones de Tobías Nóbrega, de Rodrigo Cabezas, de
Rafael Isea, con la complacencia de Nelson Merentes, funcionó un esquema
perverso, mediante el cual se emitía deuda en dólares que tú podías comprar en
bolívares, como si tú no emitieras bolívares en Venezuela. Y se hizo para
estabilizar una tasa de cambio absurda. Bueno, la deuda que emitiste en dólares
ahora no la puedes pagar. Esa masa gigantesca de capitales sirvió para crear
una hegemonía política, para importar y para financiar la fuga de capitales.
Aquí lo que ha habido es un gran negocio alrededor de la sobrefacturación de
las importaciones, de gente vinculada al gobierno, que son los que tienen
acceso a los dólares preferenciales.
Foto Roberto Mata
Según el profesor Asdrúbal
Baptista hay un principio básico en la economía. “Si vas a aumentar la demanda,
tienes que aumentar la producción”. Eso no pasó aquí. En el lapso que analizas
(1999–2015), la demanda aumentó 3% interanual frente al 0.6% del PIB.
Sí, pero esa diferencia la
cubría las importaciones cuando se podía importar. Ahora, que no puedes tienes
el problema de la escasez.
¿Y el desabastecimiento, no?
El desabastecimiento no es
solamente por la insuficiencia de producción. En parte es motivado por el
control de precios. Hay productos que son tan baratos que se crea una
sobredemanda de esos bienes. Y a esos precios no los puedes producir.
¿En Venezuela hay un sistema
de precios?
Lo había. Eso también se
destruyó. La economía funciona como un sistema, todo está relacionado. La
economía recibe estímulos para producir, para consumir y para ahorrar. El
sistema de precios es como un sistema de alarmas, que te dice lo que tienes que
hacer con el dinero. Si tienes estímulos para producir, produces. Si tienes
estímulos para ahorrar, ahorras. Si tienes estímulos para invertir, inviertes.
Pero cuando eso se interrumpe por la decisión de un burócrata, que nunca ha
producido nada, pero que te dice cuándo y dónde producir, y a qué costo, el
sistema de precios se acaba. Más que distorsionado, el sistema de precios está
destruido. En consecuencia, tenemos unos precios fijados por unos burócratas
que, insisto, jamás han producido nada. Aquella señal que se emitía para
producir, ya no existe en Venezuela.
Esta frase es muy llamativa.
“Mermada la renta del petróleo el modelo del socialismo del siglo XXI colapsó y
por ello la crisis de Venezuela es la crisis de la renta petrolera”.
Claro, porque lo que ha pasado
en Venezuela, y nosotros no lo hemos advertido, es que la renta por habitante
—el ingreso excedente, extraordinario— ha venido bajando. ¿Por qué? Porque hay
menos producción de petróleo y hay muchos más venezolanos. En el per cápita,
digamos, nos toca mucho menos. Lo que pasa es que estamos acostumbrados a la
magnitud nominal. Ah, ¿pero cuántos venezolanos somos ahora? En 1970 éramos
cinco millones, ahora somos 30. Entonces, la plata alcanzaba. Pero con un
precio petrolero incluso a 70 u 80 dólares, tenemos una renta per cápita mucho
menor a la que teníamos en los años 70. Venezuela es un país marginal en
términos petroleros. No tiene capacidad de negociación. Tiene una alta
proporción de reservas dentro de la OPEP y el mundo occidental, pero es el que
menos produce petróleo. Habrá que preguntarles a quienes gestionaron PDVSA y el
Ministerio de Petróleo y Minería cómo hicieron para hacer este milagro. Este es
el país con las mayores reservas que produce menos y el que está más endeudado.
La inflación acumulada,
durante el lapso que analiza, es de 10.630% equivalente a una tasa interanual
de 31,7%. Pero en 2016 fue de 500% ¿Qué va a pasar este año?
Pero hubo unos años que fue
del 11 por ciento. Pero veamos la inflación acumulada. Eso no se explica porque
haya unos especuladores, que venden más caro, sino por el desorden fiscal y
monetario que hay en el país. La inflación cogió fuerza, mucha fuerza, en 2015.
Eso no es gratuito, porque en ese año se produjo la mayor expansión fiscal y un
gran déficit fiscal financiado por el Banco Central de Venezuela. El gran
culpable de esa inflación, de esa magnitud, es el BCV. No hay una inflación de
esa magnitud que no se explique por la impresión de dinero para financiar el
déficit fiscal, tal como lo señalé anteriormente. ¿Qué va a ocurrir este año?
En enero fue de 20 por ciento, eso te sitúa con una inflación de 750 por ciento
ó 800 por ciento, si se mantiene la tendencia. Con lo cual no hay salario
que pueda resistir ese incremento de precios.
Foto Roberto Mata
A diferencia de otros
economistas, usted se ocupa del tema político institucional. ¿Es algo que
valoró ahora que es diputado a la Asamblea Nacional? ¿O tiene antecedentes en
su formación académica?
No, hay una rama de la
economía que se llama economía institucional, cuyo principal exponente es un
economista, Douglas North. Él rescató las instituciones como motores del
crecimiento, por varias razones. Uno, porque hacen cumplir los derechos de
propiedad y dos, porque hacen cumplir las leyes. Al final, la gente se guía por
referencias legales, la ley puede generar incentivos o lo contrario. Yo le he
prestado atención a esto, porque la experiencia internacional es muy clara al
respecto. Todos los países que tienen buena calidad institucional, buena
calidad presupuestaria, que cumplan y acaten la ley, son países que tienen un
alto grado de desarrollo. Nosotros, lamentablemente, no tenemos instituciones.
La institucionalidad en Venezuela es la discreción. El TSJ que te cambia la
ley.
Afirmas que el BCV, Min
Finanzas y el INE “hundieron al país en el oscurantismo”. Aquí no hay un solo
referente que nos pueda hablar del comportamiento de la economía, del saldo
anual de homicidios, o de la gente que está muriendo por el recrudecimiento de
enfermedades endémicas. Aquí no hay estadísticas de ningún tipo.
Eso es propio del socialismo,
¿no? Ocultan las cifras. Son especialistas manipulando las cifras. Si las
cifras son buenas, se publican. De lo contrario, no. Y en Venezuela esto se
convierte en una práctica a partir de 2014-2015. Ahí se produce el oscurantismo
estadístico, donde se coaligaron el INE, el BCV, al final del período de Chávez
y más con Maduro, quien dio la orden de que no se publiquen. Esto crea un grave
problema, que es el siguiente: cuando las cifras no están disponibles, se
inventan. En ese sentido la Asamblea Nacional dio un paso muy importante, al
construir un índice de inflación que se está publicando mensualmente, con la
idea de suplir esa falta que tiene el gobierno, el BCV y el INE, que optaron
porque el país esté en el oscurantismo estadístico, en el laberinto, en una
tiniebla informativa. Esto tiene unos responsables históricos: Elías Eljuri,
primero, y luego Raúl Pacheco en el INE, así como Nelson Merentes antes y
Ricardo Sanguino ahora en el BCV. Estos son los grandes responsables de esta
tragedia estadística que vive Venezuela.
Hay un tema álgido en su
análisis. Usted cree que lo fundamental no es un cambio de gobierno, sino un
cambio de modelo económico y político. Son palabras mayores, ¿no?
Sí, claro.
Y para ello usted enumera tres
pilares: equidad, libertad y prevalencia de la ley. ¿A José Guerra no le
preocupa el crecimiento económico? ¿Crecer no es la prioridad de los
economistas?
El problema no es solamente el
cambio de gobierno, porque si vuelves a las mismas políticas vas a tener un
Chávez II. No queremos crear las bases para que pueda haber un Chávez II. Lo
que queremos es remover las condiciones que hicieron posible a Chávez I. Eso es
lo que tenemos que buscar, que no se repita la experiencia de un nuevo Hugo
Chávez en Venezuela. Es decir, el líder populista, mesiánico, que le dijo a la
gente que podía vivir sin trabajar, el líder que le dijo a la gente que podía
tener una casa sin hacer ningún esfuerzo.
Por el solo hecho de haber
nacido en la patria de Bolívar.
El hombre que hizo de la
Fuerza Armada una especie de partido político. A ése no lo queremos más nunca
en Venezuela. Pero para que no se repita esa experiencia, tú tienes que hacer
otras cosas. Es un cambio de gobierno, pero dentro de un cambio. Cuando hablo
de estos tres pilares (la equidad, la libertad y la prevalencia de la ley), me
refiero al contexto que tenemos que construir. ¿Por qué hablo de equidad?
Porque yo creo que una sociedad más igualitaria. Los hombres son desiguales por
naturaleza, pero la sociedad tiene que crear las condiciones para que el joven
que nació en Río Caribe, en el estado Sucre, frente a la playa, tenga las
mismas oportunidades que el joven que nació en el Country Club. ¿Por qué el
principio de la libertad? Porque en nombre de la igualdad, los gobiernos
comunistas acabaron con la libertad, porque todo lo decidía una burocracia. Y
el otro principio es el apego a la ley. Aquí no existe la tradición del derecho
consuetudinario, donde las disputas se resuelven conforme a la ley. El
crecimiento económico no es un objetivo en sí mismo, sino un instrumento para
que la sociedad sea mejor. Las sociedades se plantean el crecimiento económico
para mejorar las condiciones de vida de los ciudadanos. Pero el gran marco no
es el crecimiento, no es disminuir la inflación, sino tener una sociedad mejor
para lo cual es fundamental crecer, con una inflación baja.
Señala el reto de inscribirnos
en la economía global, a partir de un aumento de la productividad. Pero para
eso, usted propone que se haga una “evaluación descarnada de la situación
actual”, así como cuantificar el estado de la producción por trabajador y medir
el acervo del capital y su vida útil. Cuando midamos la productividad de la
fuerza laboral venezolana, efectivamente, vamos a llegar a una conclusión muy
descarnada. Con relación al acervo de capital, me llegó a la cabeza la imagen
de ese cementerio de plantas manufactureras que había en Las Tejerías o en La
Victoria y en otras ciudades de Venezuela, en la época de CAP I.
Tenemos que hacer ese estudio.
Nosotros tenemos carencias estadísticas importantes. Una de ellas es que no
sabemos cuál es el stock del acervo de capital que tenemos, la mano
de obra realmente ocupada para medir, a partir de esa relación, cuál es su
productividad. ¿Por qué es importante esto? Porque un país puede crecer a corto
plazo si aumenta el gasto público, porque bajen las tasas de interés. Puedes
tener políticas que saquen al país de la recesión. Pero lo único que da
crecimiento a largo plazo es la productividad, la innovación tecnológica y el
emprendimiento. Por eso he planteado la creación el Consejo Nacional de la Productividad,
donde se sienten los empresarios, el gobierno, las academias, para diseñar
políticas de innovación. Tenemos un parque industrial desactualizado. Si no hay
inversión, no hay capital, no hay productividad, pero tampoco hay productividad
si no hay una mano de obra calificada. No puedes poner un equipo
tecnológicamente avanzado en manos de un trabajador semianalfabeta. Es una
combinación de la inversión física, del marco institucional y de la
calificación de la mano de obra. Mi propuesta apunta a identificar áreas donde
podemos obtener mejoras, con miras al crecimiento de mediano y largo plazo.
Foto Roberto Mata
Usted esboza un negocio
petrolero totalmente distinto al que prevalece actualmente. Afirma que hay que
quitarle poder al petroestado para dárselo al ciudadano. Y señala, además, que
PDVSA tiene que competir con otras empresas similares. Si en Venezuela se abre
la competencia aquí van a quebrar todas las empresas que estatizó Chávez.
¿Por qué van a quebrar? ¿Por
la competencia?
No sólo por la competencia,
sino por la desactualización tecnológica y la falta de inversión.
Yo concibo una nueva política
petrolera y una nueva PDVSA. ¿Cuál fue la estrategia del chavismo? Destruir los
niveles de producción, buscar precios más elevados e imponer nuevos impuestos a
las empresas radicadas en Venezuela. ¿Resultado de esto? No hay producción, no
hay inversión y tenemos en el subsuelo una riqueza que no podemos explotar.
Ahora estamos buscando a los rusos, a los chinos, para que inviertan en
Venezuela. Yo planteo otra cosa. Primero, tratar de explotar y producir más
petróleo, como lo han hecho todos los países petroleros, que una vez que tiene
mayores niveles de producción efectiva y abierta, están en condiciones de
negociar. ¿Pero que ha hecho Venezuela? Disminuir la producción y recortar.
Segundo, ¿por qué aquí se abre la inversión al capital extranjero, bielorrusos,
cubanos, países que no tienen capital? ¿Por qué no se les da oportunidad a los
venezolanos que tienen destrezas, capital y habilidades? ¡Ah! Se van para
Colombia o para cualquier otra parte. ¿Por qué PDVSA tiene que ser un
monopolio? ¿Por qué no hay compañías nacionales? Porque PDVSA te da el control
político, que no debería, en su totalidad, estar en manos del Estado. Mi
propuesta pasa por descentralizar el poder.
A propósito de la Ley de
emergencia, el presidente Nicolás Maduro redactó una nueva ley del Banco
Central de Venezuela, en la cual no dejó un punto, una sola coma, de la ley que
promulgó el expresidente Chávez. ¿Qué impacto ha tenido esa ley en el plano
institucional, en la política monetaria del país?
Venezuela es un país
descarrillado desde el punto de vista monetario. El Banco Central se redujo a
una mole de cemento de 24 pisos, la torre financiera, y un directorio iletrado
que dirige el ente emisor desde el piso 3 del edificio sede, sin potestades
monetarias, sin control sobre la emisión de dinero, es un banco central que
perdió todas sus facultades para hacer políticas monetarias y ahora bordeamos
una hiperinflación en el país. Para eso sirvió la reforma. No tener un banco
central, manejado responsablemente, es un peligro para la sociedad. Y ese es el
caso de Venezuela.
12-03-17
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