Por Simón García
Maduro ha dado varias vueltas
de tuerca autoritarias. Esta “profundización” de una revolución
inexistente produjo una dislocación de la base de masas del régimen. Lo
condujo a ser una minoría, aún en mengua.
Entre las primeras víctimas
del abuso autoritario del poder están sus principales mentores: Maduro y
Cabello. Su merecido descalabro no tendría trascendencia si se redujera al
barrido de popularidad de estos dos responsables de la involución del proceso a
un simulacro. Los acontecimientos demuestran que mientras más apela el poder al
autoritarismo, menos pueblo lo sigue. Una desafiliación que habla de los
valores democráticos que subsisten en lo que fue pueblo chavista.
La cúpula desvirtuó ese
proyecto y lo está sustituyendo por una amalgama de intereses en los cuales
predomina el regusto por los privilegios, el acceso protegido a la corrupción y
la asociación con actividades ilegales. Entre quienes se mencionan como sus integrantes
parece que no están todos los que son y resulta difícil creer que no sean todos
los que están.
Este grupito ha convertido a
Venezuela en un país de perdedores. La gestión de Maduro nos lleva a todos a la
ruina, con un empeño que obligará a una reacción contraria. Somos la sociedad
de los excluidos del siglo XXI. Un anacronismo que tendrá que ser resuelto.
Nos administran un
autoritarismo en cápsulas blandas. No por ello deja de ser menos nocivo. No
necesita un Vitelio Reyes, el de Pérez Jiménez, para controlar a los
medios porque los multa, les quita el papel, los saca de circulación o los
compra. Igual que toda dictadura no tolera el diálogo, ni la libertad de
prensa, ni partidos, ni elecciones, ni Constitución.
El autoritarismo de Maduro es la
debacle. Se acerca a su encrucijada: o involuciona hacia una versión
totalitaria dura o busca variantes para restablecer el Estado de Derecho. Si en
las instituciones confiscadas por el autoritarismo queda algún sentido de
país, deberían presionar de inmediato para restituirle a los ciudadanos el
derecho a elegir a sus gobernadores de Estado: fuera de la Constitución nada.
Enfrentar la debacle
autoritaria no es una acción exclusiva de la oposición o de la MUD. No depende
de tener una militancia partidista o una convicción ideológica, sino de tener
sensibilidad para defender un país destrozado por el aglomerado de crisis que
esté gobierno ha creado y activado.
Las distintas élites tienen
que romper la desarticulación y la queja sin un propósito franco de cambio:
entre las visiones opuestas sobre la democracia y la economía, hay que
construir una franja de objetivos comunes que nos permitan volver a tener país.
Todavía hay oportunidad para
encontrar oportunidades de reconciliación entre todos los sectores que tienen
motivos para preferir el entendimiento a la violencia. La opción es defender a
Venezuela, no la de avalar la debacle.
13-03-17
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