Por Antonio Pasquali
Quienes vituperan, cual si
fuera traición, el oponerse a la oposición desde la oposición misma, habrán de
reconsiderar su impulsivo y ambiguo error. ¡Eso es democracia, estúpidos, un
signo vital del pluralismo que a la postre nos salvará de otros coroneles y
pensamientos únicos!
La actual y magna devastación
del país es ciertamente obra de militares elevados a su nivel de
incompetencia, resentidos y permeables a la intoxicación política, de bajo
cociente y corruptibles pero –que quede bien claro– de uniformados
incompetentes que recibieron la inesperada ayuda de una oposición civil de
pocos méritos, electorera pero inconsistente, la cual no entendió el papel que
le asignaba el país de defender eficaz e incansablemente la democracia, y es
globalmente incapaz (con excepciones) de ponderar, jerarquizar y exigir
solución a cada uno de los grandes problemas nacionales. Todos estos adjetivos
son de cortesía, dan una idea morigerada de la falta de grandeur, ansias
de poder, inmadurez mental y mezcla de infantilismo, amoralidad y apoliticidad
que en algún porcentaje comparte la oposición con el régimen y que nos han
hundido en las inconmensurables miserias de la Venezuela actual.
Ante un cuadro de esa
complejidad y desesperanza, solo cabe oponerse al despotismo totalitarista de
Miraflores con todo el bagaje mental y el coraje que se tenga, y exigir con
fuerza de la oposición (MUD y Asamblea) praxis menos supinas, más inteligentes
e impactantes, que en lugar de oler a fatigas restauradoras difundan el
primaveral perfume de una nueva y más limpia democracia. Así el país los
volverá a seguir, indecisiones y abstenciones mermarán.
La MUD no contempla en su
diaria rutina de trabajo el escuchar al país, lo que debió más bien
sistematizar pariendo de su seno un gobierno sombra que la alimentase
cuotidianamente y sector por sector, a ella y a la Asamblea, en datos
procesados y denuncias irrefutables de las violaciones seriales de la
Constitución y los desastres chavistas de acción y omisión. No lo hizo (eso da
trabajo, claro está), al punto de anquilosarse gravemente en la esencial
capacidad de apostrofar sin vaguedades al régimen socavándole las bases sin
prisas ni pausas. Administró pésimamente su hermosa victoria del 6-D que el
bellaco régimen le volvió pírrica, y hoy una Venezuela cloroformizada,
precipitada en el cansancio de la catástrofe como diría Zygmunt Bauman, lanza
miradas fatalistas a un chavismo que –sin dramáticas rectificaciones de la
oposición– logrará incrementar sus chances de alcanzar la longevidad del
peronismo (70 años) o del castrismo (58 años).
La que sigue es una de las
numerosas y culposas omisiones de la oposición que la inhabilitó para denunciar
el régimen ante el país y las instancias internacionales.
Ni la MUD ni la Asamblea
procesaron con el necesario vigor y rigor el drama sanitario nacional, la
“ranchificación” de hospitales y quirófanos, la mortífera carencia de insumos
vitales y medicinas, los consecuentes picos de mortalidad en la primera y
tercera edad, y al omitir esa su obligación y actuar sin la debida diligencia
se hicieron de facto cómplices de un régimen desalmado y asesino. No
disponer de un gobierno sombra cuyo ficticio ministro de sanidad reciba
diariamente de la Federación Médica un reporte de fallecidos por desnutrición o
falta de atención sanitaria, insumos quirúrgicos y medicinas, significa
renunciar a poder eficazmente denunciar a la ciudad y al mundo de cuántos
ciudadanos causa diariamente la muerte un gobierno que mantiene el país
desabastecido de remedios e insumos y rechaza la ayuda internacional. Aun así,
existe suficiente información empírica para aseverar a conciencia que, al
violar flagrantemente los Art. 82, 83 y 84 de la Constitución que hacen de la
salud una “obligación del Estado”, el régimen chavista es el autor intelectual
y causante directo de todas las defunciones nacionales debidas a falta de
alimentos y de recursos médico-sanitario- farmacéuticos.
La directa responsabilidad del
régimen en esas muertes tiene además dos agravantes con una misma motivación
política: “No perder la cara”, no querer reconocer ante el mundo la gravedad de
la situación, fingir que en la Venezuela de la “suprema felicidad social” nada
falta, o guardar los votos que Chávez anduvo comprando en el archipiélago
caribeño:
1) pese a sus vagos
acercamientos de última hora a la ONU, más destinados a calmar las protestas
que a conseguir inmediatas ayudas sanitarias, el régimen ha rechazado hasta
ahora con criminal lógica todas las ofertas de ayuda sanitaria de países y ONG,
y su portavoces han confesado ante la ONU en Ginebra que sí hubo rechazos por
considerar algunas ofertas “políticamente condicionadas” (como la brasileña,
que de seguro hubiese aceptado si venía firmada por Lula da Silva en lugar de
Michel Temer). Al asumir la grave decisión de no aceptar dichas ayudas por
“orgullo revolucionario”, el chavismo optaba con sangre fría por dejar morir
más y más venezolanos con tal de no reconocer urbi et orbi la
existencia de una grave crisis humanitaria nacional, y
2) obcecado por su afán de
reconstruirse una imagen ya muy empañada mintiéndole al mundo sobre sus
carencias y fracasos, el régimen ha cometido el crimen humanitario colateral de
enviar 10 cajas de auxilios alimentarios a los damnificados peruanos en
momentos en que millares de desesperados venezolanos buscan comida en la
basura, y un segundo crimen de lesa nacionalidad que pasó casi desapercibido:
serias fuentes noticiosas aseguran que el régimen incrementó recientemente de
66.000 a 88.000 barriles diarios sus remesas de combustible a Cuba, Nicaragua e
islas caribeñas, todos pésimos pagadores; envíos que un gobierno menos sediento
de poder y menos cruel con sus ciudadanos que dice amar tanto (realmente hay
amores que matan) hubiese eliminado hace años para reducir deudas
internacionales, asegurar al país suficiente comida y traerse
un jumbo diario de medicinas e insumos sanitarios para salvar vidas venezolanas.
¿Se han preguntado la MUD y la
Asamblea si ese comportamiento tiene alguna dimensión penal? Por darle de larga
a la solución de la grave crisis sanitaria nacional elevando así la mortalidad,
el régimen chavista está incurso en el crimen de lesa humanidad previsto en el
Art. 7-k de los Estatutos de Roma de la Corte Penal Internacional (que Chávez
se precipitó a firmar y ratificar el 7/6/2000 –segundo país de la región en
hacerlo después de Belice– en su primerísima y breve etapa semidemocrática),
artículo que exige a la Corte intervenir ante “cualquier acto inhumano que
cause intencionalmente graves sufrimientos y atente contra la integridad física
o la salud mental de quien lo sufre”. Entre dichos actos figura obviamente lo
que el derecho francés llama desde 1934 “non assistence à personne en danger” y
que el Art. 223-6 de su más reciente Código Penal condena con penas de 5 años
de prisión y 75.000 euros de multa, aplicables incluso –atención con
esto– a quien impida la prestación del socorro por terceros (como la
no-aceptación de una ayuda foránea), o lo que una ley italiana llamada “del
buen samaritano” llama “delitto di omessa solidarietá”, solidaridad que el Art.
593 de su Código Penal define como “un deber aunque resulte penoso o peligroso
prestarlo” y cuya pena pasa al doble si la no prestación de socorro causa el
fallecimiento de la persona a socorrer.
Pero lo que resulta casi
increíble es que ni la MUD ni la Asamblea hayan salido a denunciar tan criminal
conducta sanitaria del régimen citando nuestro propio Código Penal, que nadie
al parecer tuvo la ocurrencia de consultar. Allí también, en nuestro mismísimo
Código, aparece el delito de “omisión de deber de socorro” y la pena para quien
“habiendo encontrado persona… en situación peligrosa… haya omitido la
prestación de su ayuda a dicha persona” (Art. 438), una no-prestación
considerada infracción dolosa al deber de solidaridad, mientras que su Art. 195
recoge el principio francés de incriminar por igual a quien impide la
prestación de socorro por terceros, al condenar de 3 a 12 meses de prisión el
“no solicitar auxilio ajeno con urgencia” (como efectiva y comprobadamente hizo
el régimen chavista).
Omisiones de similar gravedad
tapizan la no muy gloriosa historia de nuestra oposición organizada. ¿Cómo es eso
de no criticar MUD y Asamblea cuando se tienen argumentos sólidos para hacerlo,
teniendo como único norte el beneficio del país y el retorno de la democracia?
Cada vez que la oposición renuncia a increpar el régimen por no saber ponderar
problemas o por incapacidad de acumular suficientes argumentos probatorios,
está extendiendo a dicho régimen su patente de corso, acercando el día en que
nuestra carta magna pasará definitivamente a ser el Plan de la Patria 2013-2019
de Hugo Chávez.
09-04-17
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Para comentar usted debe colocar una dirección de correo electrónico