Por Simón García
Sin anuncios, advertencias o
ruedas de prensa, se suceden los acontecimientos en los períodos de crisis. Las
situaciones que imponen nuevos rumbos no se decretan. ¿Alguien declaró la caída
del muro de Berlín?
Junio fue un mes agitado. La
admirable lucha en las calles contribuyó a cambiar el escenario de lo que era
una confrontación entre gobierno y oposición. Pero los costos han sido tan
altos y dolorosos que hay que inventar como mantener, extender y masificar la lucha
sin la obsesión de chocar contra las barricadas policiales...
Las transiciones generalmente
están acompañadas de confusión para leer lo que ocurre, de inseguridad sobre lo
que hay que hacer y de incertidumbre sobre lo que está por venir. El papel de los
líderes es crear confianza en las posibilidades de cambio y señalar los mejores
modos para llevarlas a la práctica. Son los garantes de la eficacia y la
calidad de las luchas.
Esa misión la están
cumpliendo, colectivamente pero con unidad plural aún insuficiente, los
partidos de la MUD. Una vanguardia que está por encima de la comprensión
promedio de la realidad, pero alejada de las vivencias de la mayoría. Cediendo
a la urgencia tiende a ignorar que la velocidad del movimiento la determinan
quienes avanzan menos rápido. Para sumar apoyos y multiplicar coincidencias con
otros actores fuera de la MUD, hay que acompasar las acciones.
Los sucesos políticos más
notables de junio fueron, la irrupción institucional de la Fiscal; el quiebre
entre el chavismo constitucionalista (sin Maduro) y el chavismo madurista
(contra Chávez); la acción más concertada en la MUD y la activación del
movimiento estudiantil y de la llamada resistencia que no es exactamente un
brote ultraizquierdista y menos un bojote de malandrería.
Junio mostró la potencia de
una alianza entre la Asamblea Nacional y la Fiscalía. Creó un terreno común en
defensa de la Constitución. Y nos puso frente a un objetivo existencial: el
retiro de la Constituyente o evitar que se configure un fraude constitucional
que prorrogue un régimen de barbarie y destrucción.
Hay urgencia. Pero el juego
suma cero de la cúpula de enchufados no debe conducirnos a agolpar decisiones
improvisadamente. La rapidez de la acción no puede sacrificar su eficacia. No
adoptemos fechas rígidas y no coloquemos en riesgo la preservación del carácter
pacífico, democrático, constitucional y electoral de la estrategia. Es nuestra
ventaja.
Por ahora dediquemos todas las
energías a movilizar a la mayoría del país en torno al primer gran acto de
desobediencia civil masivo y nacional: la consulta popular del 16 de julio con
arreglo al artículo 70 de la Constitución.
Esa es la gran oportunidad
para extender y multiplicar los Comités de defensa de la Constitución y
encontrar acuerdos con el chavismo constitucionalista, fuera o dentro del PSUV
y del gobierno, indispensables para ganar todos.
09-07-17
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