Editorial
El Nacional
Luego de varios días de
misterioso silencio en el transcurso de los cuales se tejieron las más
disparatadas versiones, el régimen de Maduro dio luz verde (¿oliva?) para que
se diera a conocer un hecho que, por su misma trascendencia, era imposible
ocultar a la opinión pública y, en especial, a los medios de comunicación tanto
del oficialismo como de la prensa independiente.
Ocultar este tipo de noticias
que tocan un elemento tan fundamental para la sociedad venezolana, como lo es
la Fuerza Armada Nacional, no solo es un disparate mayor sino un error de
incalculables consecuencias. En este momento Venezuela se encuentra inmersa en
un intrincado mundo de controversias y contradicciones que afectan directamente
tanto a la sociedad civil como al estamento militar. Despreciar este enfoque
realista y negar las consecuencias a corto y mediano plazo de esta fragilidad
institucional es caminar hacia el abismo en el menor plazo posible.
Las Fuerzas Armadas se sienten
no solo incómodas sino también prisioneras de un delirio marxista que, en la
práctica, se ha convertido en un gran desprecio hacia las instituciones y, por
ende, hacia las posibilidades de cambiar el rumbo del gobierno en el marco
institucional. Vaya peligro, y vaya aventura la que promueve la negación de la
realidad por parte de la cúpula que estrecha el poder en sus manos y encauza
cualquier crítica hacia el rincón de las deslealtades.
Esta mirada ciega, estos oídos
sordos, este vicio de borrar la realidad y reducirla a solo una conspiración
que obedece a las intenciones y amenazas internas ya no calan en la “ingenuidad
del pueblo”, a la facilidad de engañarlo como quien pesca en río revuelto.
Hasta allí no llega la ingenuidad de un pueblo pobre, desesperado y hambriento,
cuyo único deseo es que Maduro, como heredero de Chávez, sirva para algo útil
porque, si a la verdad vamos, Nicolás es una mandarria incontrolable que todo lo
destruye.
Cualquier oficial de la Fuerza
Armada Nacional no sería patriota si no ubicara su atención en corregir los
errores de la actual gestión militar porque, para desgracia, muchos
oficiales no solo tienen puestos de mando sino que son piezas fundamentales en
los procesos administrativos, logísticos, de control de gestión y de diseño de
tácticas y estrategias extremadamente útiles y precisas para que el
funcionamiento del Estado cumpla con las metas impecables de un Estado
funcional.
No ha sucedido así, por
desgracia, y ahora el descubrirse la estafa histórica del rumbo adoptado por
parte del partido gobernante, no queda otra que preguntarse si están atentos a
los peligros que irresponsablemente corren al negar y cerrar puertas para
evitar una explosión que dañaría cualquier entendimiento, con el añadido de
violencia, muerte y desgracias perfectamente evitables.
Desgracias que dañarían a la
gente más vulnerable de la sociedad, a los que tienen hambre y sed de venganza
porque les aguarda un no futuro, una negación de lo que tanto han esperado. Son
los que creyeron en esta mentira que hoy vivimos y que vuelvan insistentemente
a reclamar su sed de justicia, su derecho de vivir como seres humanos, a no ser
pedigüeños electorales.
11-03-18
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