Por Ana Julia Niño Gamboa
Antes, cuando cada lado
contaba con caudales importantes de votos, nadie se preocupó por
fortalecer las instituciones, por crear mecanismos que hicieran medianamente
vivible la crisis en ciernes: económica, política y social; mucho
menos se desarrollaron estrategias para comprometer a la gente común en un
proyecto, en una narrativa que los involucrara como personas dignas. Fue más
fácil el clientelismo, y había dinero.
Jamás se estructuraron
formas de trabajar en unidad, ni siquiera por el más elemental interés de
preservar al país para contar con espacios de acceso al poder, para administrar
los recursos públicos, para coadyuvar en la materialización del plan
de vida digno y en el sostenimiento del equilibrio necesario entre
ejercicio del poder y de la vida ciudadana. Esto no lo hizo el gobierno
de Chávez y mucho menos lo ejecutó Maduro. Todo lo contrario, la
crisis que ya existía se elevó a niveles impensables. Pero tampoco lo quisieron
hacer los pocos o muchos gobiernos locales de oposición; tampoco ellos
supieron mirar y evaluar la importancia de crear una experiencia que evocara en
el venezolano la posibilidad de saltar la trampa de la destructiva revolución
iniciada por Hugo Chávez. Nuestros políticos de oposición fueron mezquinos
para ensayar alguna experiencia de trabajo en conjunto que creara, cuando
menos, la fantasía de que trabajando unidos tendríamos motivos para pelear ante
el escenario que se avecinaba.
Los gobernadores y alcaldes de
oposición que tomaron sus cargos levantaron vallas eléctricas para no dejar
entrar sino a los puros de sus cofradías. Se quedaron solos, medio gobernando
la crisis pero sin proponer materialmente resultados que apalancaran a esas
gestiones y nos mostraran a escala lo que podían hacer con el país entero.
Parece que la unidad ha
estado sostenida sólo en lo electoral, por eso en este momento vital de
la política venezolana nuestros candidatos de siempre y los nuevos
que se asoman lucen tan aturdidos. Precisamente porque lo electoral no es lo
único que está en juego. El gobierno, que también reacciona a lo que las
elecciones le dicen, apretó su acción autoritaria -que el chavecismo había
logrado disfrazar a fuerza de elecciones que ganaba- luego de la derrota que se
le propinó en las parlamentarias de 2015. En esa acción negativa se embarcó el
ilegítimo Tribunal Supremo de Justicia y escamoteó la mayoría
calificada parlamentaria que ponía a temblar a Maduro por todo lo que implicaba
tener que soportar el control parlamentario que constitucionalmente somete
al Ejecutivo nacional. Ahí no nació el ventajismo sostenido
por el servilismo de las damas del Consejo Nacional Electoral pero a
partir de entonces ha sido complejo sostener al voto como herramienta
fundamental de la democracia en nuestro país.
Justamente, como ahora las
reglas del autoritarismo son innegables, se hace preciso evaluar algo
más que la “oferta electoral”. La crisis real le concierne a todo el país.
El hambrey la muerte no son consignas huecas de una oposición
perdida, son el clamor de todo un país que incluso alcanza a los miles que se
fueron y lamentan la suerte de sus afectos en este lado. Ya no basta contar con
los votos, al país hay que hablarle con verdades y con toda la sensibilidad que
el momento demanda. No se pelea con un gobierno democrático, nos enfrentamos
con un monstruo corrupto y herido que ni siquiera con la política
pública de la dádiva podrá calmar el hambre de todo un país que quiere comer,
vivir, trabajar dignamente, tener a sus hijos cerca, a los abuelos atendidos, a
los enfermos con esperanza de mejorar.
Necesario es juntar los
bríos, achicar los egos, acabar con los héroes. En este día se sugiere tomar la
acción femenina de Penélope: hay que tejer y destejer, tejer y destejer.
Nada está definitivamente dicho, ni nada es absolutamente puro. En medio de
este caos hay que tener la fuerza, la unión y la creatividad para
resolver: tejer y destejer. La misma energía femenina, la de las madres
que intuyen lo necesario para recoger a sus hijos, y hacerles tragar el jarabe
amargo que los saque de la enfermedad.
Lo electoral es importante
pero no es todo. El dilema no es simplemente votar o no votar,qué se hace
antes, durante y después del voto, qué se hace con el país, son preguntas que
nos corresponden a todos los que apostamos por salidas sin sangre y muerte. Y
me atrevo a decir que todas las respuestas son en plural y en unidad. Ninguna
le concierne a una sola parte del país.
08-03-18
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