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sábado, 25 de abril de 2020

De la gallina al prisionero: Cómo se juega el desenlace de la crisis venezolana, por @pedrogarciao



PEDRO GARCÍA OTERO 24 de abril de 2020
@pedrogarciao

Por un lado parece seria la amenaza de EEUU contra el régimen de Nicolás Maduro. Por otro lado parece creíble la advertencia de Maduro, Diosdado Cabello, de desatar una "furia bolivariana".

¿Será posible que alguien dentro o fuera de Venezuela evite que tengamos un desastre fratricida? Posiblemente, todos los personajes anteriormente citados. Y al desenlace incruento apuestan todos; el régimen a sostenerse, y sus oponentes a quebrarlo. Ambos, por supuesto, con la amenaza implícita de la fuerza: la "amenaza creíble".

La oposición venezolana ha equilibrado un poco, con el padrinazgo de Estados Unidos, un "juego de la gallina" que el régimen de Nicolás Maduro jugaba en todas las oportunidades, porque competía usando una gandola Mack con mataburros, mientras la alternativa democrática lo hacía con una motocicleta, como se demostró en 2014, 2017 y muy especialmente en 2015, cuando la oposición aplastó al chavismo electoralmente, solo para ver ese logro perdido por el uso de la fuerza.

La teoría de los juegos explica lo que pasa en Venezuela y también las posibilidades de un cambio político real que se realice en forma pacífica. Ahora, EEUU intenta imponer, incluso literalmente, la agenda de otro juego a lo interno de la coalición dominante: el "dilema del prisionero".

¿Qué otra cosa es el intento de quebrar al chavismo a lo interno ofreciendo eliminación de las sanciones, incluso (veladamente) olvido a la cúpula militar, si abandonan a Maduro, como lo hace el Marco para la Transición Democrática? ¿Qué dilema del prisionero más patente que las 15 imputaciones por narcotráfico al mandatario en disputa y buena parte de su entorno más cercano? La premisa de este juego es que el que primero que declara se lleva los beneficios, pero tiene que pagar el costo de salida a lo interno.

Cantidades limitadas

En la práctica, solo hay tres tipos de transiciones políticas, entendidas estas como un cambio amplio de institucionalidad y de actores en el poder en un período no mayor de 18 meses.

O se produce una ruptura de la coalición dominante (o su desplome), por presión interna o externa (que puede ser o no violenta), o parte de la coalición dominante acuerda con sus contrapoderes una negociación, por voluntad propia o por presión; o hay una transición organizada desde lo interno de la coalición dominante, por supuesto, procurándose la mayor cantidad de garantías. Los teóricos afirman que no hay transiciones posibles si no se producen quiebres en la cohesión de la coalición dominante.

La respuesta esperada por EEUU a la presión que estableciendo contra el régimen de Maduro es justamente esa: que la cúpula militar abandone a Maduro y se abra un proceso de negociación con la oposición venezolana. Ese es el objetivo confesado incluso, tanto en la presentación del Marco de Transición Democrática por parte de Mike Pompeo, como por parte de Elliott Abrams apenas este jueves. Un quiebre que abra paso a una negociación.

Un hueso duro de roer

Por supuesto, la amenaza militar creíble es el último medio que tiene a su disposición EEUU para forzar al chavismo a sentarse a una mesa con intenciones sinceras por primera vez desde que se convirtió en un movimiento político.

El chavismo, incluso en las peores circunstancias para sus propósitos, puede haber tenido desvíos tácticos, pero ha intentado avanzar hacia su fin estratégico: la construcción de un autoritarismo hegemónico, que ya está levantado luego de dos décadas y que ahora camina hacia la última etapa de la clasificación de regímenes políticos, el autoritarismo cerrado o totalitario.

Un proceso que pudo haber sido más rápido si, como dijo en alguna oportunidad Teodoro Petkoff, la sociedad civil venezolana no le hubiera puesto seguidamente, y en algún momento con mucha fuerza, las manos en el pecho para detenerlo. Para ese movimiento político, la razón de Estado y el uso de la fuerza como políticas de Gobierno han ido cobrando, en consecuencia, importancia, especialmente en la medida en que han perdido legitimación popular.

Algunos analistas políticos han considerado en medios que las sanciones de EEUU y especialmente las imputaciones por narcotráfico han cohesionado a la cúpula dominante, que no ha sufrido resquebrajamientos de importancia desde 2017, cuando Luisa Ortega Díaz obligó, incluso más que las protestas, a la creación de la Asamblea Nacional Constituyente: sencillamente, Maduro no podía permitirse una fiscal general que en cualquier momento podía decapitarlo. Su consigna siempre ha sido resistir, y todavía hoy muestra, con todos sus actos políticos y con todos sus discursos, que esa es su prioridad número uno, a (casi) cualquier costo.

El impacto de la pandemia

En este momento, también, el chavismo avanza en su proyecto autoritario, encontrando, paradójicamente, viento inicial de cola en el Covid-19. No solo porque neutraliza buena parte de la presión en su contra, sino porque le permite ensayar técnicas de control social con toda la población en casa.

Este impulso, sin embargo, será muy corto: primero, porque la pandemia está imponiendo un altísimo costo al mundo, y el financiamiento del régimen está casi por completo cerrado. La operación de EEUU en el Caribe apunta a cerrarlo totalmente y así aumentar las contradicciones a lo interno del régimen: Sin gasolina, sin producción de comida, por lo tanto, y con una población que en algún momento va a salir de su casa a exigir por lo menos alimentos, el panorama tampoco es favorable para el régimen, y lo será mucho menos si la epidemia del coronavirus se comporta como en los países que han sido castigados por esta enfermedad.

Al final, podría ser incluso el coronavirus el que lleve a Maduro a tener que hacer concesiones que nunca ha querido hacer, incluyendo la entrada masiva de ayuda humanitaria manejada por instituciones cercanas a la oposición, o incluso provocando la fractura de la coalición dominante.

A abrir el canal por donde se le puede ir la (su) gobernabilidad y el pase a un eventual Consejo de Estado, como ha propuesto EEUU, secundado por ahora por casi 30 países.

La crisis del coronavirus va a tener un impacto determinante en las finanzas, en la vida humana y en la política. Ya se está hablando de un golpe mayor para el mundo del que causó la gran recesión de 1929. Y eso es un tumbagobiernos, aquí y en Pekín.

Mucho más cuando la gran válvula de escape que encontró Maduro (la emigración masiva, que comenzó en 2017) no solo está paralizada hasta nuevo aviso, sino en fase de retorno.

Eso, más la amenaza de cárcel, más los incentivos a sus camaradas... será muy difícil que Maduro resista tanta presión, más cuando tiene la ficha dorada: si se va, conseguirá quien quiera negociar con él cómo hacerlo. Problemas tienen los que no cuentan con fichas de negociación, y son conocidos por todo el mundo. ¿Quién cede primero, también a lo interno del chavismo? ¿Qué prisionero se lleva la absolución y cuál la condena? ¿O todos logran resistir juntos?

Las próximas semanas, con el coronavirus y encerrados en casa, no van a dejar de tener intenso movimiento político. Hay que estar pendientes.

Tomado de: https://caraotadigital.org/nacionales/de-la-gallina-al-prisionero-como-se-juega-el-desenlace-de-la-crisis-venezolana

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