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sábado, 25 de abril de 2020

Sin tregua por @cgomezavila



Por Carolina Gómez-Ávila


El 28 de junio de 1914 asesinaron al archiduque de Austria y un mes después estallaba la Primera Guerra Mundial. Según parece, nadie quería esa guerra; quizás por eso no se hizo mucho para evitarla y, cuando estalló, todos creyeron que sería breve. Cosas del pensamiento ilusorio.

Sobre la pandemia que azotó al mundo durante aquella, la Gran Guerra, todavía se discute la fecha de aparición. Marzo de 1918, dicen algunos; 1916, dicen estudios más recientes. En cualquier caso, por ella no se hizo tregua en los frentes de batalla; al contrario, para no afectar la moral de los combatientes la noticia se censuró en casi todos los países menos en España que, neutral en la conflagración, informó más y mejor pagando con el injusto desprestigio de que el mundo se refiriera a aquella peste, desde entonces, como la gripe española.

Sobre cuál fue la opinión de los pueblos beligerantes acerca de seguir la contienda en medio de aquella calamidad, no la sabemos bien. Pero eso no importó como, hay que entender, no importa ahora.

Las naciones son irremediablemente arrastradas a los conflictos por el poder y esto no es posible cambiarlo ni es de desalmados o cobardes entenderlo y aceptarlo. Es más, quien intente liderar para evitarlo, lo hace para beneficiar a una u otra corriente de interés político, no por humanismo.

Quien ha vivido plenamente sabe que la vida no nos da tregua. Todos hemos visto sumarse un problema a otro, incluso tener que lidiar con varios de gravedad a la vez. Las personas pueden ser embestidas por más de un problema de salud, algún encontronazo legal y contratiempos económicos simultáneamente.

No sé en qué cuento de hadas viven quienes creen que se puede pausar alguna tribulación con el razonamiento de que debemos atender otra porque es más urgente o importante, si es que acaso alguna puede considerarse más urgente o importante. De las mismas mentalidades fabuladoras sale la idea de que un pueblo unido lo lograría; la verdad es que no ha existido, existe o existirá alguno en el que sus habitantes no puedan ser convencidos o corrompidos para actuar en dirección distinta.


La lucha por el poder es eviterna; no es posible un entreacto y eso hay que tenerlo presente incluso cuando sus líderes declaren lo contrario. No hay manera de que las circunstancias la suspendan; ni siquiera la muerte porque esta lucha no se da entre individuos sino entre grupos de ellos y cualquier infortunio es un elemento más que entra en escena pero que es incapaz de detener la escena misma, excepto por los segundos necesarios para superar la sorpresa.

Pedir o dar tregua debe entenderse como un elemento de la propia lucha por el poder. Un elemento que se da por condiciones inherentes a esa lucha y no por la razón que se arguya.

Si a la opinión pública le parece que la pandemia es un buen motivo para un armisticio, a quienes luchan por el poder y se perciben debilitados, les parecerá que es un excelente argumento para intentar que el contrario detenga el ataque.

Sí, lo que a usted le parece una forma humana, solidaria e inteligente de afrontar un contratiempo, para quienes luchan por el poder es sólo una oportunidad para intentar cambiar las condiciones de combate.

Visto así, me queda claro que la pandemia puso en desventaja a quienes tienen el poder y que quienes piden la inducia, los representan. Por lo dicho, porque entiendo que la opinión pública importa más que la desgracia que la produzca y porque sé que la paz superficial no da beneficios concretos a la población en situación de emergencia humanitaria sino a los contendientes porque les permite ajustar estrategias, es que digo que la lucha por el poder continuará –y así debe ser– sin tregua.

25-04-20






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