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domingo, 26 de abril de 2020

Francisco Monaldi: “Vamos a vivir un tiempo muy volátil” por @prodavinci



Por Hugo Prieto


El negocio petrolero describe una órbita distinta al resto de la economía, incluso para ajustar la oferta a la demanda. Y esta particularidad, en alguna medida, le resta visibilidad a los ojos de los consumidores. Pero lo que no se hace hoy mañana tiene consecuencias desastrosas. Es el caso de Venezuela bajo la gestión del chavismo. Es el «modelo de negocios» de la nueva PDVSA. El país que tuvo el complejo refinador más importante del hemisferio occidental hoy no tiene gasolina. El paisaje desértico de la península de Paraguaná podría ser un escenario ideal para un remake de la película Mad Max. Gente guerreando por un litro de gasolina y bajo sus pies un océano de petróleo.

A escala mundial, el coronavirus llegó a asestar un golpe demoledor. Por primera vez en la historia, el crudo marcador, West Texas Intermediate (WTI), se cotizó en negativo. Un bien se transformó en un mal en apenas horas, luego de que se encendieran las alarmas en un pequeño pueblo de Oklahoma, Estados Unidos. En otra época, tan bellamente escrita por Scott Fitzgerald, un bróker se hubiera lazado de un rascacielos en Nueva York, pero el capitalismo ha perdido todo viso de romanticismo.

Nunca como antes la incertidumbre se había apoderado de nosotros. Pero dejemos que sea Francisco Monaldi, investigador en el Baker Institute de la Universidad de Rice (Houston, Texas), y director fundador del Centro Internacional de Energía y Ambiente del IESA, quien proyecte algunas luces sobre lo que sin duda es un panorama sombrío. El petróleo nos va a servir de algo, pero no va a financiar los planes faraónicos ni los delirios de los vendedores de espejitos.

¿Qué tanto de realidad y que tanto de pánico hay en la caída de los precios del petróleo?

Hay una mezcla de ambas cosas. El crudo marcador (WTI) nunca había estado por debajo de 10 dólares. Y en un día llega a -40. A uno le cuesta explicarle a la gente cómo es que una cosa se cotiza en negativo. Es como si tuvieras escombros en tu casa y tienes que pagar para que se los lleven. Pero hay un tema estructural, que no es miedo, no es pánico. Antes de que estallara la pandemia, la demanda mundial de petróleo era de 100 millones de barriles diarios. Esa demanda cae en 30 por ciento (30 millones de barriles) por efecto del coronavirus: los aviones no están volando, los carros están estacionados y las fábricas están cerradas. Además, venimos de una guerra de precios entre Arabia Saudita y Rusia. Si bien los países productores llegan a un acuerdo cuya vigencia se hace efectiva a partir de mayo —la producción se reduce en 10 millones de barriles diarios—, eso no suficiente para restablecer el equilibrio entre oferta y demanda. Es cierto que hay yacimientos que están cerrando porque ni siquiera cubren los costos operativos. Esa es otra variable, que puede ajustar por el lado de la oferta. Pero la pregunta es: ¿Qué tan rápido ocurre eso?


¿Qué desencadena el pánico que lleva el petróleo a un precio negativo?

Si sigues produciendo y no hay demanda, vas haciendo inventario. Vas llenando los tanques. Pero eso tiene un límite y la señal de alarma se disparó en Cushing (Oklahoma) —el gran centro de almacenamiento de la industria petrolera estadounidense—, donde si bien aún queda 30 por ciento de capacidad disponible, ya se firmaron los contratos para almacenar el petróleo que en los próximos días van a llenar el 100 por ciento de esos tanques. Te quedan los tanqueros en el mar. Pero muy pocos consiguen comprador y esa es la peor circunstancia en la que puedes estar, porque tienes que vender a cualquier precio.

A largo plazo, la lectura que hacen los mercados es que esa reducción de la oferta, pactada por los países productores, no es creíble ¿O se trata de una percepción equivocada?

Desde el punto de vista estructural, que esa reducción pactada es insuficiente. Pero aquí también surgen las dudas. ¿Los países productores van a cumplir con esos recortes? Arabia Saudita y los países del golfo tienen una tradición de que sí. ¿Pero los rusos u otro país de la Opep van a cumplir? Eso está por verse. Y otra cosa muy importante, ¿Cuál será la demanda de petróleo a final de año? Actualmente, se calcula una reducción de entre 3 y 4 millones de barriles diarios en la demanda mundial de 100 millones de barriles. Diría que hay una gran incertidumbre sobre cuál pudiera ser el lapso en que se va a recuperar la economía mundial.

A lo largo de la historia, los Estados Unidos —la principal economía del mundo— han demostrado que se recuperan rápidamente. ¿En esta ocasión vamos a confirmar ese comportamiento o la recuperación será más lenta?

Si el tema del coronavirus estuviera controlado, yo creo que la recuperación sería rapidísima, tanto como ocurrió en China a raíz de la crisis financiera (2008), la demanda se recuperó y por eso el precio del petróleo ahí mismo rebotó. ¿Pero se podrá viajar en aviones como lo hicimos antes de la pandemia? Ya se está hablando de un repunte del virus para el otoño, particularmente en Estados Unidos. Son factores, incuantificables, que podrían llevarnos a una recesión muchísimo peor, ya la academia llama a esto no una recesión sino una depresión, una depresión como la del año 28 del siglo pasado. Todo va a depender de cómo y cuándo se recupere el consumo de la gente o si habrá una vacuna o no.

Todo virus tiene una primera y una segunda ola. No se trata de predicción. Eso va a ocurrir. Lo que no sabemos es si la segunda ola será peor que la primera o si el virus va a mutar con una mayor letalidad. En realidad, es muy poco lo que se conoce del nuevo coronavirus. Otra incertidumbre que ensombrece el comportamiento económico.

Tú eres mucho más conservador en tus gastos, si no sabes lo que va a pasar. Y eso lo podemos extrapolar a las empresas, más aún en el sector petrolero, donde los recortes de inversión son gigantes. Si vieras luz al final del túnel, si tuvieras alguna predictibilidad te atrevieras a invertir a mediano plazo. Pero en estas condiciones no. Sin duda, son factores que paralizan la economía. Lo otro es la volatilidad en el precio del petróleo que, en mi opinión, será gigantesca en los próximos meses, porque cada noticia relacionada con el tema de salud pública, por ejemplo, inmediatamente son evaluadas por los traiders y sacarán conclusiones. Esto va a significar que la gasolina de avión no se va a recuperar, o tendrá incidencia en esto y aquello. Esas informaciones, quizás contradictorias, indudablemente, van a tener un impacto en los mercados. Vamos a vivir un tiempo muy volátil.

El costo de operar un yacimiento en Arabia Saudita es de 2,8 dólares por barril. Debe ser el más bajo del mundo. Pero Arabia Saudita juega un papel de liderazgo en el mundo árabe y en el Medio Oriente, y eso cuesta muchísimo dinero. ¿Hasta qué punto ese país puede seguir siendo el fiel de la balanza energética del mundo?

Sí, ese país tiene el costo operativo más bajo y el yacimiento más productivo del mundo, ¿pero a qué precio debería vender el barril para cubrir su presupuesto fiscal? Hay diversas estimaciones, pero tan alto a veces como a 60 dólares, a 80 dólares. Eso depende mucho de los gastos planificados. Claro, ellos pueden recortar y bajar ese número. Pero hay una realidad estructural muy complicada: Arabia Saudita es una economía concentrada en el petróleo y en el mundo hay en marcha una transición energética. Mucho de ese petróleo se pudiera quedar en el subsuelo. El otro tema es que su población crece muy rápidamente y la producción por habitante más bien ha bajado. Van a seguir jugando el papel de banqueros del sector petrolero, porque son los únicos que tienen capacidad de producción ociosa. Pero esos planes del príncipe Mohamed bin Salmán, de crear en el desierto una ciudad que sea un polo de inversiones, de atraer el turismo, de diversificarse a los golpes, los he visto 20 veces en los países petroleros y normalmente no funcionan.

Otra de las grandes preocupaciones tiene que ver con las características de los yacimientos de petróleo. No es cuestión de abrir y cerrar la llave, porque hay una presión interna y si esa presión se pierde, esos yacimientos se dañan hasta el punto en que es muy difícil o imposible recuperarlos. ¿Qué afectación podría haber en la producción venezolana?

Yo no soy geólogo o ingeniero de petróleo. Pero eso varía muchísimo de yacimiento a yacimiento. Arabia Saudita y los países del golfo siempre han tenido un amplio margen para subir o bajar la producción, sin poner en riesgo su capacidad productiva. Pero en Venezuela no disponemos de esa capacidad, tendrías que ir, por ejemplo, a una recuperación secundaria (inyección de gas) y eso cuesta mucho dinero. Y, además, no recuperas el volumen de petróleo que obtendrías si hubieras desarrollado el yacimiento en condiciones óptimas. Esa es una de las grandes incógnitas que hay sobre Venezuela. Porque tienes una mezcla de incompetencia, de desinversión y ahora de sanciones, que han hecho que la producción caiga sistemáticamente. El barril de petróleo Merey 16 se está vendiendo a uno o dos dólares, según Reuters, eso no cubre ni los costos más básicos. Quiere decir que Venezuela va a tener que ir cerrando producción, adicional a la que ya ha cerrado. Y eso va a hacer que la recuperación del sector sea cada vez más costosa y más complicada.

                                                Francisco Monaldi retratado por Roberto Mata

Estoy pensando en la producción del Lago de Maracaibo, cuya recuperación, ciertamente, será mucho más difícil en medio de condiciones tan adversas.

El lago, propiamente, es un desastre porque ahí hubo una combinación de desinversión, falta de mantenimiento y la expropiación de empresas de servicios que Chávez ordenó. Además, el lago es un desastre ecológico gigantesco. ¿Quién va a querer meterse en el lago cuando sólo la remediación ambiental supone costos elevados? Quizás se pueda recuperar algo. En la cuenca del Lago de Maracaibo, en tierra, hay áreas que tienen oportunidad, siempre y cuando se establezca un marco regulatorio e institucional adecuado para incentivar ese tipo de inversiones. Recuerda que ahí no se aplican nuevas tecnologías desde hace 20 años. Esto ha mejorado muchísimo en el mundo y hay empresas pequeñas que se dedican a explotar yacimientos maduros o casi ya agotados. De hecho, en el Plan País se incluye la recuperación secundaria de esos campos.

Por el nivel de producción, por el tamaño de su economía, por su vocación imperial, digamos, los Estados Unidos tienen agarrada por el mango la producción de combustibles fósiles. ¿Qué cambios vislumbra en el negocio petrolero?

Aquí hay varias aristas, pero antes de referirme a ellas hay que decir que en los Estados Unidos hay una revolución impresionante. Un país, cuya producción venía cayendo año a año, en un lapso muy breve se convierte en el primer productor de petróleo en el mundo, 13 millones de barriles diarios. Muy por encima de Rusia y Arabia Saudita. Y eso trajo consigo un cambio psicológico. De hecho, la administración de Trump utilizó el término Energy Dominance (dominación energética) para referirse a la capacidad energética de los Estados Unidos, pero el impacto del coronavirus vino a imponer una realidad muy diferente. Si bien el petróleo de esquistos es una inversión de bajo riesgo, es muy significativa y buena parte de los productores de altos costos están asentados en Texas. Es por esta razón que el presidente Trump medió entre Arabia Saudita y Rusia para ponerle fin a la guerra que amenazaba con llevar a la quiebra a los productores estadounidenses. En realidad, Estados Unidos no ha dejado de ser un país interdependiente y de una forma u otra tiene que seguir atento a lo que ocurre en el mundo energético.

¿Cómo afecta esto a Venezuela?

Estados Unidos no produce petróleo pesado, pero sus refinerías están diseñadas para procesar ese tipo de crudos. Sus proveedores son Canadá, Brasil, México y Colombia, que llegaron para sustituir a Venezuela. El competidor de Venezuela, por tanto, no son los propios Estados Unidos, en caso de que se restablezcan las relaciones diplomáticas y se levantan las sanciones económicas. Nuestro competidor sería Canadá. Si Venezuela quiere aumentar la producción de manera significativa va a tener que seguir enviando crudo a China e India. Pero, ciertamente, la capacidad energética de Estados Unidos es un factor que impide que los precios suban demasiado.

La producción venezolana viene cayendo año tras año, la capacidad de almacenamiento es muy limitada, entre otras cosas por falta de mantenimiento, y cada día cuesta más evadir las sanciones impuestas por el gobierno estadounidense. El cerco se cierra, ¿Qué podría decir sobre ese tema?

En las condiciones actuales todo eso se potencia. ¿Cómo es que Venezuela logró evadir, diría que con cierta eficacia, las sanciones? Básicamente porque la empresa Rosneft venía colocando una parte muy significativa de la producción venezolana, para lo cual exigía descuentos elevados (entre 20 y 30 por ciento). Esos embarques llegaban a China vía Malasia o vía algunas naciones de África. China reportaba cero importaciones desde Venezuela, pero sabemos que esos barriles llegaban a ese país. El otro mecanismo eran los Swap —los intercambios de petróleo por productos refinados— que se hicieron con empresas de India, con Repsol (España), con ENI (Italia), pero con un precio de 2 dólares el barril de Merey 16, no hay ninguna posibilidad de que ese negocio sea atractivo. Sin márgenes significativos, esos intermediarios no van a tomar riesgos. Eso, por un lado, pero agrégale a eso la presión que Estados Unidos le mete a Rosnef que, para sorpresa de algunos, decidió retirarse de Venezuela y le entrega sus activos en el país a una empresa 100 por ciento del Estado ruso. Pero los Estados Unidos han dejado muy claro que no le van a levantar las sanciones a las subsidiarias de Rosnef hasta que se demuestre que esa nueva empresa que opera en Venezuela, no es simplemente una fachada de Rosnef. Rusia va a tratar de seguir apoyando al gobierno de Maduro, pero muy disminuidos en su capacidad.

¿Se acabó el margen para evadir las sanciones?

Hay una empresa mexicana Libre Abordo S.A., detrás de la cual estaría el señor Alex Saab, el mismo de las cajas CLAP, que podría hacer algunos intercambios, pero al precio actual, creo que es poco o nada lo que puedan hacer. Mientras el precio esté en el piso, Venezuela está en una situación desesperada. La combinación de sanciones con precios bajos es letal. Si el precio se recupera, puede haber personajes como Wilmer Ruperti o el propio Saab, e incluso otras empresas, que le van a pedir a Venezuela un tremendo descuento, pero la podrían ayudar a evadir parcialmente las sanciones.

¿Cuál podría ser el comportamiento del precio del barril en el largo plazo, tomando en cuenta que para Venezuela ese lapso siempre ha sido un año?

De nuevo, depende muchísimo de cómo se recupere la economía. El barril de petróleo pesado tiene una ventaja, porque los aumentos de producción han sido de petróleo liviano. Si la economía se recupera y se levantan las sanciones, el barril venezolano tendría mercado y un precio razonable, aunque no sería el precio que teníamos en enero (alrededor de 60 dólares). Pero aquí hay una particularidad del negocio petrolero, porque si tú no inviertes en los yacimientos en los próximos tres años (a una tasa de 20 por ciento), eso no lo vas a notar ahora, pero los barriles que iban a entrar en 2022, 2023 y 2024, no estarán disponibles, lo que significa que si los precios se mantienen bajos, en los próximos dos tres años, vamos a ver un nuevo ciclo de precios altos. De nuevo la montaña rusa.

A la que estamos más que acostumbrados porque el precio del petróleo siempre refleja los ciclos de expansión y contracción que caracterizan al capitalismo.

Diría sí y no. El consumo de petróleo siempre sube hasta el momento en que se produce una recesión. En la parte de la demanda tal cual, el petróleo acompaña los ciclos naturales del capitalismo, pero por el lado de la oferta el petróleo es mucho más volátil que el resto de la economía, porque cuando bajan los precios la gente deja de invertir y eso no se refleja sino años después. Tienes un sobreajuste, caen los precios, cae la inversión y dentro de unos años, los precios suben muchísimo y la gente invierte significativamente en petróleo. Se hace eficiente el uso de la energía y viene el colapso de los precios y así una vez más.

¿Qué podría decir de la crisis de combustible que estamos enfrentando? Estamos viendo colas gigantescas en las estaciones de servicio y un floreciente bachaqueo, 15 litros de gasolina por 20 dólares. La respuesta del gobierno ha sido la militarización del sector.

El mundo al revés, actualmente se está contrabandeando gasolina de Colombia hacia Venezuela. Algo insólito. El primer dato, ya conocido: La gestión del chavismo destruyó la capacidad de refinación de la industria, de 1,3 millones de barriles ahora no llega ni a 100.000 barriles diarios. Hay una gran dificultad para obtener gasolina de suficiente octanaje para el uso de vehículos, entonces la tienen que mezclar con gasolina importada. Este es un problema viejo, lo nuevo es que llegó a Caracas. Y esta enorme crisis ocurre cuando la demanda de gasolina cae muchísimo en el mundo. Venezuela llegó a consumir 400.000 barriles de gasolina y antes de la pandemia consumía entre 100.000 y 120.000 barriles. ¿Cómo se estaba resolviendo el problema? Con los Swaps con los rusos, los indios, con Repsol y ENI, con el intercambio de petróleo pesado (Merey 16) por gasolina. Con eso parapetearon el asunto durante el año pasado. Pero la combinación del colapso de los precios del petróleo venezolano con las sanciones llevó a esta situación catastrófica.

26-04-20





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