Por Mercedes Malavé
Los jóvenes que
perdieron su vida por causa de la libertad de Venezuela esperaban que los demás
resistieran en el frente de lucha hasta la caída del régimen. Es la
consecuencia natural de un planteamiento: resistir es permanecer, mantenerse
firme hasta alcanzar el objetivo. De ahí la importancia de definir claramente
qué es lo que debemos resistir y cómo hacerlo viable hasta lograr la meta.
Para resistir hace
falta apoyarse en las propias fuerzas al margen de las debilidades. Tenemos
grabadas en nuestros corazones las imágenes de unos muchachos jóvenes apostados
con escudos de cartón frente a tanques y armas de guerra. Un signo claro de
debilidad espeluznante, pues era imposible resistir en semejante situación de
desventaja. También recibimos testimonios de jóvenes que yacían en la sede del
PNUD en carpas sin comida, sin agua, sin medicinas, sin atención ni
consideración. Testimonios dolorosos nos narran que era más el afán de darles
droga para que permanecieran ahí que comida. Otros se dedicaron a encender calles
y levantar barricadas: esos fueron torturados vilmente por la policía del
régimen. Siempre débiles, siempre desasistidos.
La resistencia que
nosotros podemos empeñadamente ejercer es democrática, y está diseminada por
todo el territorio nacional. Se apoya en la organización ciudadana y se expresa
sobre todo en la fuerza electoral. Convoca a las grandes mayorías y se
conquista con el vigor predicador de ideales altos, de juventud.
Es valiente, es
comprometida, es eficaz, pero no: un liderazgo irresponsable se ha dedicado a
satanizar el voto llamándolo mecanismo de complicidad y legitimación del
régimen; cuando la verdadera complicidad reside en haber abandonado la lucha de
tantos jóvenes que entregaron sus vidas ahí donde la resistencia no es viable sino
criminal. Para una familia que pierde un hijo o un hermano no hay exilio que
valga.
Honrar la memoria de
esos libertadores supone de los jóvenes de hoy una reflexión estratégica seria.
Volver a las fuentes de la resistencia democrática en Venezuela inspirándose en
los fundadores de nuestra República civil. Claro que hubo resistencia al
militarismo, al régimen y a férreas dictaduras. Una resistencia fecunda,
pacífica, paciente y soberana.
La verdadera
resistencia es incluyente y organizada porque un palo no hace montaña y menos
si está encendido. Es un proceso gradual de conciencia patriótica que requiere
inteligencia y bondad. Los jóvenes que entregaron su vida ya están en la casa
del Padre, pero los padres no nos perdonarían que dejásemos de resistir hasta
conquistar la libertad y la unidad nacional.
Por ellos, por la
memoria de sus luchas y de su entrega, vale la pena tomar las armas que
tenemos, dejarnos de idealismos y de falsas ilusiones; salir a organizar a la
ciudadanía, con la seguridad y el atractivo propios de una juventud convencida
de que el futuro les pertenece más que todo a ellos.
08-08-20
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