Américo Martín 09 de agosto de 2020
Desde que el ex-presidente del CNE, Andrés Caleca, al
frente de un grupo integrado por dirigentes políticos y expertos electorales
decidieron introducir una acción de amparo con el fin de suspender las
elecciones parlamentarias, el tema en sí se está propagando con gran rapidez, y
no es para menos: la convicción de que es virtualmente imposible realizar estas
elecciones el 6D, se ha arraigado, sin dejar espacio a los movimientos de
quienes aún creen lo contrario.
Lo primero es la viabilidad técnica de cumplir el
cronograma electoral en los cuatro meses que restan, si se insiste en la fecha
fijada por el CNE. Ningún especialista en la materia se atrevería, cualquiera
que sea su ubicación política, a afirmar –con el corazón en la mano– que entre
los obstáculos técnicos y la incidencia del pandemia, este cronograma garantice
realizar un proceso creíble.
Luce francamente contradictorio que se priorice la
importancia de quedarse en casa, dentro del protocolo de prevención que tan
justificadamente proclaman autoridades y ciudadanos preocupados, mientras se
insiste en involucrarse de lleno en las intensas actividades de calle típicas
de cualquier evento de esta naturaleza y, mucho más, en las difíciles
circunstancias en que se encuentra el país.
La solución posible la ofrece el recurso del
ex-presidente del CNE Andrés Caleca, que muchas personas y movimientos estamos
respaldando. Es una de esas fórmulas que sirven, en teoría, a las partes
políticas enfrentadas.
El oficialismo, debilitado como está y sometido a
fuertes presiones internacionales y nacionales para que garantice la
transparencia electoral, se supone que estaría interesado en llegar a acuerdos
de viabilidad y transparencia del sufragio, porque de otra manera se condenaría
a una debacle, quien sabe de cuánta magnitud.
La oposición, a su vez, está obligada a hacer el
máximo esfuerzo a favor de una elecciones creíbles, en lugar de extraviarse en
la búsqueda de fórmulas extravagantes, cuyo destino sea fraccionarse tan
irremediablemente como los archipiélagos.
Y la generosa comunidad internacional ha ratificado
que solo reconocerá unas elecciones claras y que -incluso- impliquen una
negociación para recoger los vidrios rotos, y así impulsar la democratización
del país, conforme al programa de transición tantas veces anunciado. De modo
pues, que a estas alturas, el margen para las zancadillas, los engaños y las
trampas se ha reducido por casi por completo.
La ecuación es de lo más sencilla: suspender las
elecciones, negociar nueva fecha y condiciones de transparencia y trabajar en
consonancia con la comunidad internacional. Actuando de consuno estos tres
factores decisivos, pueden alcanzar un resultado que permita superar la
insondable crisis en que se hunde el país y los venezolanos, avanzar en la
democratización conforme, cuando menos, al modelo de las democracias
occidentales y aferrarse con fuerza a la libertad y la prosperidad.
Me preguntan acerca de la posición electoral, mía y la
de Universitarios por Venezuela. Creo en las elecciones y trabajo
activamente para que se desarrollen en la mejor forma posible, caso en el cual
el cambio democrático será inevitable y gozará del más pleno respaldo mundial.
Una democracia sin perseguidos ni perseguidores y que
no confunda la justicia con la venganza. Universitarios por Venezuela no
se ha agrupado alrededor de consignas excluyentes, especialmente las que
afectan las libertades políticas y los DDHH.
Elegir y ser elegidos son derechos políticos
fundamentales, derechos humanos. La decisión de hacer uso del voto, sea para
elegir o ser electo, es un derecho que pertenece a la persona humana. Nadie
puede ser sancionado o excluido porque vote o se abstenga, Universitarios
por Venezuela no es un partido y respeta el criterio de cada uno, los
que quieran votar que lo hagan, los que no quieran hacer uso del voto están en
su derecho.
Cabe la posibilidad, sin embargo, de acuerdos para
lograr mayorías sustantivas capaces de modernizar el Estado y satisfacer las
necesidades colectivas, con base en el uso de la política como ciencia y como
arte.
Es posible que se presenten dos o más ponencias
planteando una variedad de opciones democráticas que atiendan esas necesidades
vitales. Por supuesto, ese debate será incluyente, todos podrán opinar, los
derechos políticos, por humanos, serán estrictamente respetados.
Aquí estamos ante un reto trascendental, entender la
política no como teoría hostil a los hechos ni como hechos que prescinden de la
teoría. La política, en el más noble de los sentidos, teoría complementada y
documentada por los hechos y hechos iluminados por la experiencia acumulada de
la teoría.
Por sobre todo, como expresión de la voluntad del
ciudadano y de los ciudadanos procediendo en acuerdos que centupliquen las
potencialidades de la modernización y democratización del Estado mediante la satisfacción
de las carencias sociales, sin apelar al retroceso intelectual del populismo
falsamente democrático.
La democracia se ha convertido en la idea fuerza para
el desarrollo de este mundo de turbulencias. Aprendiendo con ella el ser humano
descubrirá que puede resolver los problemas más complejos con los mejores
resultados.
Américo
Martín
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