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sábado, 24 de abril de 2021

El gran guayabo del Cardenal Parolin por Venezuela, por @jonchoperez


Juan Salvador Pérez 22 de abril de 2021

@jonchoperez

¿A qué viene el Cardenal Parolin?

Ante el anuncio hecho por la Santa Sede sobre la venida y participación del Cardenal Parolin en la ceremonia de beatificación del Dr. José Gregorio Hernández, surgieron –era de esperarse– comentarios y lecturas capciosas, sesudos análisis sobre razones geopolíticas veladas de la visita, interpretaciones libres de una intención secreta, en fin… Pero lo cierto, lo verdaderamente cierto, es que la presencia del Cardenal Parolin en Venezuela atiende a una razón mucho más profunda, pero más simple. 

A finales de 2013, el entonces Monseñor Pietro Parolin cesaba en su cargo como nuncio apostólico en Venezuela, para asumir una nueva misión: la Secretaría de Estado del Vaticano.

En algún acto de despedida unos días antes de salir a Roma, una periodista le increpó con la una pregunta sobre cómo recordaría a Venezuela. Con genuina y simpática naturalidad, respondió: “recordaré a Venezuela con un gran guayabo”. 


La frase con la cual Parolin definió su sentimiento, mostró no solo su profundo conocimiento de nuestra cultura, sino su relación íntima con el país y con los venezolanos.

La Secretaría de Estado del Vaticano

La Secretaría de Estado es el dicasterio de la Curia romana que colabora más de cerca con el Papa y acaso el más antiguo de todos los dicasterios. El origen histórico de la Secretaría de Estado se remonta al siglo XV. Con la Constitución Apostólica Non debet reprehensibile, del 31 de diciembre de 1487, fue instituida la Secretaria Apostólica. Como todo, con el tiempo y las realidades, la figura fue evolucionando y así la oficina pasó desde el poderoso Secretarius intimus, hasta llegar al nombre de Secretario de Estado que conocemos hoy día.

La Secretaría de Estado está presidida por un cardenal que recibe el título de Secretario de Estado. Sin duda alguna, y como queda descrito en los propios documentos vaticanos, este funcionario es el “primer colaborador del Papa en el gobierno de la Iglesia universal, el Cardenal Secretario de Estado puede considerarse el máximo exponente de la actividad diplomática y política de la Santa Sede, representando, en circunstancias particulares, a la persona misma del Sumo Pontífice”.

Le corresponde al Secretario de Estado atender los asuntos generales y las relaciones con los Estados.

Los asuntos generales son todos aquellos concernientes al servicio cotidiano del Sumo Pontífice, tanto en la solicitud por la Iglesia universal como en las relaciones con los dicasterios de la Curia romana. 

Por su parte, las relaciones con los Estados comprenden todas las actividades y asuntos que deben ser tratados con los gobiernos civiles, las relaciones diplomáticas de la Santa Sede con los Estados, incluida la estipulación de Concordatos o acuerdos similares; la representación de la Santa Sede ante los organismos y las conferencias internacionales; en circunstancias particulares, por encargo del Sumo Pontífice y consultados los dicasterios competentes de la Curia, la provisión de las Iglesias particulares, así como su constitución o modificación; en estrecha colaboración con la Congregación para los Obispos, se ocupa del nombramiento de obispos en los países que han establecido tratados o acuerdos de derecho internacional con la Santa Sede.

El 15 de octubre de 2013, el papa Francisco designa a monseñor Pietro Parolín Secretario de Estado, en reemplazo del Cardenal Tarcisio Bertone. Para ese momento monseñor Parolín desempañaba funciones como Nuncio Apostólico en Venezuela, cargo que asumió en agosto de 2009 por nombramiento del papa Benedicto XVI.

La postura de Parolin sobre Venezuela

En los cuatro años que vivió el Cardenal Parolin en Venezuela (2009-2013), el país atravesó diversas y difíciles situaciones. Primero le tocó manejar con diplomática y determinada pericia las agrias relaciones que existían entre Miraflores y la Iglesia para el momento de su llegada. Pero luego de superado este delicado impasse institucional, Parolin tuvo la agudeza y la inteligencia para leer la complejidad de la situación nacional, conocer las causas del profundo conflicto venezolano entender las posiciones, hacer empatía con las partes y comprenderlas y, sobre todo, darse cuenta de cuál es la solución y ofrecer una vía para ello. En palabras del Cardenal Urosa, Parolin fue un nuncio que supo convertirse con éxito en “artífice de paz” para Venezuela.

Su posición es clara. El problema en Venezuela sólo tiene una verdadera solución: el camino de la paz y del reconocimiento mutuo, que las partes se enfoquen en la reconciliación. Puede sonar a lugar común, pero no lo es. Puede resultar una ingenuidad, pero tampoco lo es. 

En 2016, el Vaticano envió una importante carta dirigida a Miraflores, donde se hacían unos planteamientos concretos. En esta comunicación firmada por el Cardenal Parolin, la Santa Sede insistía en la necesidad de un proceso de diálogo verdadero basado en acuerdos que se respetaran, urgía a la implementación de medidas que permitieran aliviar la grave crisis humanitaria, destacaba la necesidad de avanzar por el «camino electoral» y resaltaba el inviolable respeto de los derechos humanos.

La vigencia del contenido de esa carta sigue siendo la única vía posible para superar la crisis venezolana en clave de paz. 

El (re)encuentro con José Gregorio Hernández

Pero, así como supo dar la lectura correcta a la crisis venezolana, también Parolin aprendió a vincularse con nuestra cultura, compartir con la gente, compenetrarse en las alegrías y penas, en las ilusiones y desencuentros de todos los venezolanos y, por supuesto, conocer la fe popular que nos sostiene y caracteriza.

Más que elocuente resulta el discurso que en octubre de 2019 ofrece el Cardenal Parolin en la Pontificia Universidad Lateranense, sobre la figura del Doctor José Gregorio Hernández. Comienza así su intervención: 

Quienes conocen y aman a Venezuela no pueden sino conocer y amar al Dr. José Gregorio Hernández. Es parte del país como la luz y el aroma, el cuatro, la espuma del mar y el horizonte que el venezolano -dice la canción- lleva en la piel, en el corazón, en la sangre y en los ojos1.

Así, me permito continuar con las citas de aquel discurso, porque es realmente una pieza de profundidad y belleza:

Creo que en el caso de Venezuela podemos hablar –permítanme hacerlo– de un cuarto ‘amor’ que caracteriza su catolicismo: ¡el amor al Venerable Siervo de Dios José Gregorio Hernández! Y es significativo que este amor se dirija a un laico, que ha ejercido concienzudamente su profesión de médico hacia todos, prestando especial atención a los pobres y necesitados, uno de esos ‘santos de al lado’ mencionados por el Papa Francisco en la Exhortación Apostólica Gaudete et Exsultate.2

El Cardenal Parolin, expresa con una fuerza y una convicción conmovedora su relación y su encuentro con José Gregorio Hernández, pero no sólo con él y su testimonio, sino en la relación del hombre santo con todo un país: 

Sin embargo, José Gregorio Hernández no es solo patrimonio de los católicos: su figura fascina y une a todos los venezolanos, pobres y ricos, eruditos o no, personas de todas las razas, orígenes étnicos, afiliaciones ideológicas y políticas. Podemos decir que la santidad va más allá de los confines visibles de la Iglesia y toca a todos los hombres y mujeres de todos los tiempos, sin dejar a nadie insensible.3

Así conoció Parolin a José Gregorio Hernández. Podemos captar hermosamente la razón, profunda y simple, por la cual vendrá a la ceremonia de beatificación del Santo de los pobres. No viene a una ceremonia, viene a un reencuentro. 

Una agenda de Secretario de Estado

El Cardenal Parolin vendrá –queda claro– primero y fundamentalmente a reencontrarse con José Gregorio Hernández. Pero evidentemente su visita trae consigo las responsabilidades propias e inseparables de un Secretario de Estado del Vaticano.

Tendrá que reunirse con el Gobierno, deberá hacerlo también con la oposición. Y seguramente irá más allá de lo político, porque nuestra crisis supera el plano de lo estrictamente político. Parolin lo sabe bien, conoce el drama de la gente, las consecuencias tremendas que todos estos años de conflicto han significado en el deterioro de la situación y la realidad social, empresarial, asistencial educativa, el desgaste en los venezolanos, en la ciudadanía.

La voz de Parolin, hoy día, es la voz de la Santa Sede. Una voz que constante y coherentemente ha venido señalándonos el camino correcto para salir de esta grave crisis. Y en ello, tengámoslo muy claro, el Secretario de Estado no va a cejar.

 

El gran guayabo

Un guayabo, en nuestra jerga venezolana, es esa sensación de nostalgia, de tristeza, esa suerte de despecho, que dejan las despedidas o que traen las ausencias. 

En 2013, Parolin dejaba Venezuela con un gran guayabo, pero hoy regresa y lo hace cargado de buenas noticias, alegrías y esperanzas. Nos trae con su visita la beatificación de José Gregorio Hernández, un acontecimiento que posee un especial significado para todos los venezolanos, que ha representado mucho trabajo, dedicación, tiempo, esfuerzo.

Además, el Cardenal nos trae –y hace nuestro– un mensaje directo y claro: la tristeza (el guayabo) se acaba, en el justo momento en que con fe y tesón decidimos actuar y hacer las cosas bien (cuando decidimos hacer la voluntad de Dios, diríamos los creyentes). Así llega la alegría, la dicha, es ese el camino de la santidad.

El Cardenal Parolin nos hace a todos los venezolanos un clarísimo llamado a la acción.

Tomado de: https://www.revistasic.gumilla.org/2021/el-gran-guayabo-del-cardenal-parolin-por-venezuela/

  

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