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viernes, 29 de octubre de 2021

Voto castigo, por Gonzalo González


Gonzalo González 28 de octubre de 2021

El régimen aunque controla la situación y tiene la iniciativa habita una especie de equilibrio inestable y enfrenta una serie de retos que tienen el potencial de debilitarlo, complicarle seriamente la gobernabilidad y poner en riesgo su estabilidad: el enorme rechazo ciudadano que suscita, la Emergencia Humanitaria Compleja en progreso que lejos de amainar o remitir se profundiza tal y como lo registra la última Encovi, la deficiente gestión de la pandemia, las sanciones internacionales, la posibilidad de que Maduro así como otros miembros de la nomenclatura roja sean sujetos de una investigación por parte de Corte Penal Internacional, las extradiciones a Estados Unidos de Alex Saab, El Pollo Carvajal y la extesorera nacional, la irreversible crisis de los servicios públicos, el déficit de combustible, la muerte en prisión en circunstancias nada claras del general Baduel así como otras decisiones y acciones que potencian y consolidan el referido rechazo nacional.

Del otro lado de la acera las fuerzas democráticas confrontan una situación de crisis de representatividad socio política, debilidad orgánica así como de una falta de cohesión y unidad política entre sus integrantes, situación ésta que le ha impedido aprovechar a cabalidad la desastrosa gestión del gobierno chavista y la consecuente transformación de ese sector en minoría política.

La conversión del régimen chavista en dictadura ha influido decisivamente en la debilidad opositora, pero también sus propios errores no provocados. A pesar de la situación de debilidad referida la parte más sustantiva y fuerte de las fuerzas democráticas concurre bajo el paraguas de la MUD a los comicios de noviembre porque entienden que la abstención cumplió su papel y lo pertinente es confrontar al oficialismo en el terreno electoral.

En este contexto están en progreso dos eventos interconectados y de mucha importancia e influencia en el devenir próximo de la nación: el proceso de diálogo en México y los comicios regionales y locales del 21 de noviembre.

Con ambos eventos el oficialismo busca recuperar cierta legitimidad democrática que termine o disminuya las sanciones de los Estados Unidos, de la Unión Europea y permita el acceso a fuentes de financiamiento internacional, libere activos de la República, permita ganar tiempo sin modificar en lo sustantivo su gobernanza dictatorial.

Al día de hoy, el dialogo mexicano está paralizado por la decisión del chavismo de pararse de la mesa en protesta ante el caso Alexis Saab. Creo que no se trata de una ruptura definitiva de las conversaciones (por los costos a pagar que ello supone) sino más bien un gesto de afirmación política y la oportunidad de ganar tiempo en espera de los comicios del 21N que el chavismo confía en ganar. Lo que redundaría en su oxigenación así como en su fortalecimiento de cara a una eventual negociación.

Faltando 26 días para el acto de votación, la campaña empieza formalmente mañana 28 de octubre, el oficialismo emerge como favorito en virtud de que todavía persiste una enorme indiferencia ciudadana hacia los comicios.

La ausencia ciudadana de los centros de votación, la diversidad de candidaturas no chavistas (aunque algunas son, en realidad, satélites del planeta rojo) más su aceitada maquinaria son las bazas del chavismo para imponerse. Al chavismo le conviene que la campaña se circunscriba a temas locales y se aleje lo más posible de cualquier evaluación de la gestión del gobierno nacional.

El escenario arriba descrito puede y debe ser trastocado por las fuerzas que tienen la capacidad de polarizar con el régimen y esa no son otras que las agrupadas en la MUD.

Para ello el mensaje de la campaña debe ser el de asumir los comicios desde la perspectiva de un discurso que vincule la terrible situación nacional con la regional y local. Convoque a los venezolanos a castigar al régimen mediante el voto; siendo este el único recurso a disposición para generar una masiva movilización ciudadana para expresar su descontento.

Sería un desperdicio enorme e inexplicable que las fuerzas democráticas no se propusieran usar el 21N para aprovechar el descontento nacional ante una gestión gubernamental fracasada, agotada, en medio de enormes problemas de gestión que confronta glosados al comienzo del artículo.

Lo demás es regalarle una victoria inmerecida al régimen y a sus aliados interesados en mantener el dañino statu quo imperante.

Gonzalo González

  

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