Desde siempre han existido fórmulas de Economía Social mediante las cuales individuos, grupos y poblaciones enteras han logrado soluciones de variadas magnitudes ante problemas comunes sin que en ellas hubiese formulas explotadoras del hombre por el hombre como afirma Kliksberg 1. En ese panorama, jugaron papel importante las utopías, escritas o no, entendidas por tales, según Henry Desroche, como aquellos planteamientos: 1. – factibles y 2.- referidos a sociedades.
Durante la Edad Media, Europa vio nacer organizaciones de beneficencia constituidas por clases pudientes para realizar acciones de caridad hacia sectores pobres; dominaron ese espacio organizacional los montes de piedad, las cofradías, los hospitales benéficos, destacando por su amplia composición femenina la York Female Friendly Society fundada en York en 1788. Bajo esa lógica de organizarse para enfrentar sus problemas directamente se constituyó la primera cooperativa moderna del mundo, la Compañía Común de Ampelakia que según Monzón y Chaves se fundó entre 1750 y 1770 cuando las pequeñas asociaciones (syntrofies) cultivadoras de algodón y productoras de hilo rojo de 22 aldeas de la zona de Tempi se unieron para evitar una competencia innecesaria.
La Francia de finales del Siglo XVIII destacaba con experiencias asociativas que se impulsan con la Revolución Francesa que a su vez se apoyó en algunas como los clubes de los Feuillants y de los Cordeliers, y la famosa asociación jacobina de los Amigos de la Constitución a partir de 1790. Luego surgirían experiencias cooperativas como la de consumo en Zabaikalie, Rusia; una de construcción en Filadelfia; y una avícola en Irlanda, las tres en 1831.
También «l’Association chrétienne des bijoutiers en doré», fundada por cuatro obreros parisinos en 1834 y una de consumo en Lion: «Le commerce veridique et social» en 1835. No sería sino en 1844 cuando se constituiría la de los Equitativos Pioneros de Rochdale que no fue la primera cooperativa pero si la pionera en escribir unas pautas de funcionamiento que darían origen a los célebres Principios de Rochdale. Fue entonces como respuesta a las consecuencias del naciente capitalismo impulsado por la Revolución Industrial con su fracaso filantrópico del derrame de utilidades de los empresarios cuando un sector de economistas concentraría esfuerzos en comprender las asociaciones, mutuales y cooperativas surgiendo el término Economía Social (ES) para denominar ese conjunto organizacional y la Escuela de Economía Social como corriente de estudio de ellas.
Defourny, al hablar de las fuentes de la ES y remontarse a las utopías y al asociacionismo obrero del Siglo XIX señala que ya en 1830, Charles Dunoyer publicaría en París su Nuevo Tratado de Economía Social y en esa misma década se impartiría un Curso de Economía Social en la Universidad de Lovaina2, ambas actividades se insertaron en la faceta de esa economía como campo del conocimiento aplicado a las OES. Desde entonces y hasta finales de ese siglo, agrega Defourny, citando a A. Gueslin3, la ES no pretendió ser, ni más ni menos que otra forma de hacer política económica, “todos sus defensores estaban sensibilizados por el tremendo coste humano de la revolución industrial y reprochaban a la ciencia económica dominante el que ignorase la dimensión social”.
Con el surgimiento de esa escuela se estaría ante dos dimensiones de la ES: 1.- la de ciudadanos actuando para resolver directa y voluntariamente los problemas generados por el capitalismo; y 2.- la de los estudiosos que reflexionaban e intentaban explicar las reacciones de los ciudadanos ante sus problemas. Estos economistas no constituyeron ni gestionaron esas organizaciones, solo intentaban explicarlas.
Con el tiempo la Escuela de la ES se asimilaría a la Escuela de la Economía Socialista, afirma Girard: «En su origen se trataba esencialmente de un movimiento de resistencia a la puesta en marcha de una economía de comerciantes que intentaba establecer una división entre lo social y lo económico y de ofrecer una solución de recambio a la hegemonía del modelo de un individuo racionalista y egoísta, movido por sus estrictas necesidades. De un proyecto de sociedad, las comunidades de vida y de producción de Owen y Fourrier, el concepto de Economía Social evolucionará hacia una especialización sectorial: cooperativas, sindicatos, mutuales».
En esta línea varios actores aportaron a la ES como categoría cognoscitiva: Constantin Pecqueur (1842); Francios Vidal (1846); Benoît Malon con su Tratado de Economía Social (1883); Charles Coquelin quien incluiría el término “Economía Social” en su Diccionario de Economía Política (1854); Frédéric Le Play, del cristianismo social, con su Sociedad de Economía Social (1856) y su revista La Economía Social, proponente de que la ES figurase en las Exposiciones Universales. Mención especial merecen el escocés de la Escuela Clásica Jhon Stuart Mill, autor de Principios de Economía Política (1852), y Alfred Marshall (1842-1924), fundador de la Escuela de Cambridge, uno de los antecesores de la Economía del Bienestar.
Es de destacar al profesor Marie-Esprit Léon Walras (1834-1910), economista francés de la Escuela de Lausana, quien, desde mediados del Siglo XIX hasta sus finales se destacaría en la promoción y difusión de la ES. Walras escribió su primera obra económica refutando a Proudhon en 1859, dictó tres lecciones públicas sobre cooperativas en París en 1865, apoyó la revista Le Travail, órgano del cooperativismo francés en el bienio 1866-68 y escribió obras destacadas como Elements of Pure Economics, or the Theory of Social Wealth (1874), Théorie Mathematique de la richesse sociale (1883), Principios de Economía (1890) y Études d´économie sociale: théorie de la production de la richese sociale (1898)5 y Les Associations Populaires de Consommation, entre otras.
Como se afirmó ellos y otros aportaron a la ES como categoría cognoscitiva, otros impulsarían reales procesos organizativos como los alemanes Friedrich Wilhelm Raiffeisen (1818-1888) y Franz Herman Schultze-Delistz (1808-1883), del italiano Luigi Luzatti (1841-1927), y del quebequense y periodista Gabriel-Alphonse Desjardins (1854-1920) quien se inspiró en las experiencias del trío mencionado, el crecimiento de estas cooperativas fue vertiginoso, ya para finales del siglo antepasado estas organizaciones se extendían al planeta desde Europa.
Hoy están presentes en casi todos los países ocupando lugares destacados en Japón, Corea del Sur, Alemania, Francia, España, Canadá, USA así como Argentina, República Dominicana, Colombia, México y otros. Lamentablemente no en Venezuela, aunque con excepciones como Cecosesola ganadora del Premio Nobel Alternativo 2022, pues acá tenemos el cementerio de cooperativas mayor del mundo con casi medio millón de ellas durante el régimen del dúo Chávez – Maduro: Lea AQUI
Así que, si en 1830 cuando El Libertador Bolívar fallecía en Santa Marta, Denoyer publicaba en París su Nuevo Tratado de Economía Social, no hay dudas que fue en los años 20 del Siglo XIX cuando se construyó el término que ahora cumple dos siglos y que, no solo por su antigüedad sino por su plena vigencia, no debemos confundir con Economía Popular que es más amplio e incluye la ES pero también actividades económicas no apropiadas, ni con el de Economía Solidaria referida a aquel subconjunto de la ES que realmente construye el valor de la Solidaridad pues este valor no se decreta; son numerosas las organizaciones dizque solidarias en las que los asociados son tratados como simples clientes y ni siquiera asisten a las asambleas.
oscarbastidasdelgado@gmail.com
https://talcualdigital.com/a-200-anos-del-termino-economia-social-por-oscar-bastidas-delgado/
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