CELESTINO APONTE 19 de febrero de 2023
@CelestinoAponte
La
reciente aprobación en la Asamblea Nacional, por unanimidad en primera discusión,
del proyecto de “Ley de Fiscalización, Regulación, Actuación y Financiamiento
de las ONG y afines”, es un paso más en la política de control social que
ejecuta el gobierno de facto de Nicolás Maduro. Es un instrumento legal pensado
para atar de manos a la ciudadanía e impedirle, en los hechos, el ejercicio del
Derecho Constitucional a la Libertad de Asociación.
Siendo
éste el objetivo, no es aventurado ni exagerado afirmar que el
propósito último del mencionado proyecto de ley, es proseguir en la
construcción de un piso jurídico al proyecto totalitario que el régimen ya ni
oculta ni disimula; propósito este, que adorna con una justificación política
cínica.
En efecto, en la exposición de motivos del antidemocrático proyecto, se intenta justificar su aprobación con argumentos tales como el que las ONG son promovidas por los EE.UU bajo la «sombra» de la cooperación internacional.
Agrede
de esta manera a los venezolanos, quienes en ejercicio cívico se
organizan para participar en los asuntos públicos con independencia, deber y responsabilidad
ciudadana en un país donde el Estado actúa con arrogancia y marcado
autoritarismo. Para los capitostes del régimen el derecho humano y el deber
cívico son una función de mandatos de gobiernos extranjeros. Tamaña grosería.
Para
el gobierno de facto y su apéndice, la genuflexa Asamblea Nacional, el intercambio
de experiencias, información, conocimientos y recursos entre las ONG de varios
países es una manera de incidir dentro del Estado soberano; justificación
superflua e inconsistente que contrasta, además, con la evidente pérdida de
soberanía del Estado venezolano ante gobiernos extranjeros como Cuba y ante
grupos irregulares que controlan amplias franjas del territorio nacional en el
estado Bolívar y en las fronteras con Colombia. No existe, en cambio, ni una
sola evidencia empírica que soporte la peregrina tesis según la cual las ONG en
Venezuela tengan un comportamiento contrario a la soberanía nacional.
Entre
otras burdas argumentaciones justificadoras de la agresión a la sociedad civil
bajo el disfraz de Ley, se esgrime que existe una «tendencia a abusar» de la
libertad de asociación en «beneficio del moderno imperialismo» reafirmando premisas
neoliberales. A todas luces – continúan- estamos ante la «idea fija» de los
supuestos tentáculos del imperialismo que controla a los pueblos y es responsable
de todos los males de la humanidad. Se trata de la vieja coartada fidelista
para justificar el fracaso de su revolución y para estigmatizar a la sociedad
crítica, acusándola de ser agente de un enemigo extranjero. Toda una coartada
politiquera de baja estofa.
El colmo
del cinismo es la pretendida intención del proyectista de la ley en cuestión,
de que se trata de garantizar la transparencia en el manejo económico-financiero
de las ONG; pero lo que en realidad se pretende, es asfixiarlas financieramente
y por esa vía, esterilizar su accionar. Una Asamblea Nacional que no ejerce la
función contralora sobre el Ejecutivo Nacional, en cumplimiento de su deber,
que permite calladamente el despilfarro del erario público, que parece no
haberse enterado aún del saqueo a PDVSA y a las empresas básicas del holding
CVG ejecutado durante los gobiernos de Maduro y su antecesor, pretende que el
autor de ese saqueo ejerza contraloría sobre las organizaciones sociales
independientes: Zamuro cuidando carne.
Este
señalamiento no niega la obligación del Estado a vigilar e impedir prácticas
ilícitas como lo es el «lavado» de dinero sucio proveniente del delito y la
corrupción administrativa; pero es al crimen organizado y a sus tentáculos en el
aparato estatal a quien debe perseguir y no a la ciudadanía a quien debe respeto.
Todo el mundo sabe que si en Venezuela existiera efectivamente una Contraloría
General y un Poder Judicial independiente y medianamente efectivo, las cárceles
estuvieran llenas de dirigentes del actual partido de gobierno, pero eso es
harina de otro costal.
Volviendo
al tema central que nos ocupa, la verdad verdadera es que la ley a que hacemos
referencia es violatoria de un derecho humano fundamental consagrado como tal
en la Declaración Universal de los Derechos Humanos.
En
efecto, el artículo 20 de esa Declaración establece que «toda persona tiene derecho
de reunión y asociación pacífica». Este derecho abarca una amplísima variedad
de temas e intereses que van desde los políticos hasta los ambientales y
comunitarios, pasando por los sindicales y culturales. Este principio es
desarrollado en el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos de 1966
y en la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela de 1999 en sus
artículos 52, 67 y 132.
El
artículo 52 constitucional reza textualmente «toda persona tiene el derecho de
asociarse con fines lícitos, de conformidad con la ley. El Estado estará obligado
a facilitar el ejercicio de este derecho».
No
negamos, por supuesto, la necesidad y pertinencia de establecer un sistema
regulatorio que rija el funcionamiento de las organizaciones de la sociedad
civil; pero el carácter restrictivo y punitivo de este proyecto de ley, obstaculiza
deliberadamente la participación y la independencia de la sociedad civil y
lejos de facilitar la práctica efectiva de este derecho, lo limita y, más aún, lo
obstaculiza. Por lo tanto, este accionar se convierte en un freno al desarrollo
democrático y, contrariamente, potencia la tendencia estatista, autoritaria y totalitaria
que en Venezuela pretende ejercer y ejerce una férrea dominación sobre la
sociedad.
Ciertamente,
una superficial revisión al instrumento en cuestión, arroja lo siguiente: el
artículo 7 limita a las ONG al objeto inicial de su creación y una eventual
ampliación o modificación del mismo no sería producto de la voluntad soberana y
libre de la misma; sino de la autorización de la burocracia estatal. El artículo
8 por su parte, dispone que para su creación y funcionamiento, las ONG deben
cumplir no sólo con las formalidades que establece el Código Civil; sino con un
«chorizo» de recaudos de difícil cumplimiento, que contradice la obligación del
Estado de actuar como facilitador y, al contrario, se convierte en un
“saboteador diligente” de la participación ciudadana. Más grave aún, dispone
que las ONG cuyo ámbito de acción sea en más de un estado o en zonas
fronterizas, deben ser autorizadas por la sede central de la entidad competente,
en un verdadero ejercicio centralista. Toda autorización se hará mediante una
Resolución expresa emanada de la autoridad, sentencia explícitamente el
proyecto de ley que comentamos.
Previa
amenazas de sanciones a las organizaciones y a sus miembros por el incumplimiento
de las condiciones arbitrarias que estable la Ley, el artículo 9 dispone un
control de las fuentes de financiamiento; sean de origen nacional o de
«factores» extranjeros. El registro de las finanzas ante la «autoridad competente»
es en sí mismo, una pérdida de autonomía e independencia; máxime si esa
«autoridad competente» es una pieza del engranaje autoritario y antidemocrático
que impera en el país. Sin duda una herramienta para presionar a los
potenciales financistas.
Superar
el profundo “déficit democrático» que actualmente existe en Venezuela, exige la
construcción de un plural tejido social independiente (ONGs, gremios, sindicatos,
movimientos sociales, consejos Comunales, Juntas de Condominios, cámaras y
asociaciones de productores, etc.) comprometido con las ciudades, los
municipios y el país; participando activamente en la construcción de soluciones
a los pequeños y grandes problemas; comprometido a luchar por la vigencia
efectiva de los derechos humanos, civiles, sociales, políticos, económicos y
ambientales y, participando en la toma de decisiones de su ámbito. En fin en un
ejercicio pleno de ciudadanía. De ahí la necesidad de rechazar y derrotar tan
nefasto proyecto de ley.
**Político
independiente y católico.
CELESTINO
APONTE
@CelestinoAponte
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