Ismael Pérez Vigil 25 de febrero de 2023
@Ismael_Perez
Hace
unos días circuló un video, que rápidamente se difundió por las redes sociales
en grupos de WhatsApp o chats, en el cual, de una manera clara y bastante
didáctica, el politólogo John Magdaleno expone sus puntos de vista y las
conclusiones de sus trabajos e investigaciones sobre el papel de los procesos
electorales en los cambios de regímenes políticos y las transiciones hacia la
democracia.
Enfoque
de Magdaleno.
El
trabajo de Magdaleno en esta materia es intenso y tiene más de nueve años
desarrollándose, por ello me dirigí al autor para que me facilitara las
referencias de algunos de sus trabajos y les trascribo a continuación el
vínculo a uno de ellos: «Una breve introducción a las transiciones hacia la
democracia: elecciones tentativas de ciento dos casos de transiciones a la democracia
en el mundo». En Democracia y Libre Empresa. Caracas: Fedecámaras (disponible
en: https://bit.ly/3y9cNa5)
El
video, rápidamente también, reabrió una polémica entre colegas politólogos, que
ya tiene, como el tema mismo, algún tiempo discutiéndose de manera académica.
No es mi intención involucrarme en la polémica, pero si utilizar la ocasión del
video de Magdaleno y la polémica que suscitó, para resaltar algunos aspectos de
la situación política actual.
Problemas de una elección.
Fijada
la fecha para la realización de la elección primaria que seleccionará al
candidato, unitario, de la oposición democrática que participará en las
elecciones presidenciales de 2024, la Comisión Nacional de Primaria (CP),
además de resolver problemas de técnica electoral para que los venezolanos, que
queremos un cambio político en el país nos podamos expresar, tendrá que
enfrentar algunos problemas que caracterizan a la situación política actual y
que no son tan fáciles de resolver, como paradójicamente, podrían ser los
electorales.
Me
refiero a la desmotivación política general y la abstención de indiferencia que
desde hace años esta enquistada en el país. Agruparé ambos fenómenos en uno
solo, asumiendo que la desmotivación −cuyas razones las doy por discutidas y no
repetiré− es una de las causas que motoriza a la perniciosa abstención. No es
la primera vez que escribo sobre este tema, es una discusión cíclica, como ya
he dicho otras veces y por eso no me preocupa volver sobre argumentos y cosas
que se han dicho o que he escrito, en ocasiones anteriores, así que me disculpo
de antemano con aquellos que tengan memoria suficiente, por repetir algunas
ideas.
La
abstención.
El de
la abstención, como ya he recordado en otras ocasiones, es uno de los fenómenos
políticos que menos se ha estudiado a nivel mundial y, particularmente, en
Venezuela, donde, además, durante muchos años, no fue un evento significativo.
Hoy lo es. Cada vez que se aproxima un proceso electoral surge ese fantasma, que
es algo más que un fantasma, es una realidad que comprende desde 1998, más del
30% del electorado, que se ha convertido en una masa inerte, un peso muerto,
que puede disminuir levemente en algunas ocasiones o incrementarse cuando la
oposición la invoca por razones políticas.
En
todo caso, es un fenómeno poco estudiado y en aquellos lugares en los que se ha
estudiado, se dice que una de las causas principales para la abstención son los
problemas administrativos; es decir, las dificultades organizativas para votar.
De allí que en todas partes se hagan considerables esfuerzos para aligerar el
proceso. Primero, para procurar que todos los que están en capacidad de
hacerlo, que cumplan los requisitos legales, estén registrados, y por eso tanta
insistencia en que los padrones electorales, el Registro Electoral (RE) como
nosotros lo denominamos, sean lo más exactos posibles y que la gente se
registre. Y después, obviamente, facilitar el proceso electoral como tal para
que la población ejerza ese derecho: número de centros y mesas asequibles y
seguras, material electoral suficiente y fácil de manejar por el elector,
sistemas de escrutinio rápidos que reduzcan la incertidumbre, etc.
Vencer
la abstención.
Dado
lo anterior como resuelto, comienzan a considerarse, en todas partes, sin
ninguna excepción, otras dos razones importantes para reducir la abstención o
llevar la gente a votar: Primero, tener candidatos y propuestas por las cuales
valga la pena movilizarse; y segundo, que la gente confié en que los votos van
a ser asignados al candidato y a las propuestas que cada quien decidió. Pero
ambas razones, debemos reconocerlo, en el fondo, son razones eminentemente
subjetivas. Qué duda cabe que el candidato o la propuesta por la cual se vota o
vale la pena hacerlo, es algo meramente subjetivo; pero también es meramente
subjetivo el sentimiento de confianza en el proceso. Por eso, por ser
subjetivos ambos factores, tienen que tener basamentos empíricos, cosas
objetivas que demuestren que vale la pena votar; por ejemplo, un proceso
organizado, pero transparente en el que se tenga confianza.
En ese
sentido en Venezuela estamos en el peor de los mundos; a pesar de que existen
sobradas razones teóricas y políticas para moverse a votar, al evaluar las
consideraciones anteriores, hay muchas razones que crean incertidumbre a la
hora de movilizarse para hacerlo, sobre todo en una elección primaria, en la
cual por definición, estaría motivada a votar solo aquella parte de la
población que quiere ese cambio político en el país y ve en la posibilidad de
escoger un candidato unitario de la oposición democrática, una oportunidad para
hacerlo.
Razones
para abstenerse.
Salvado
ese primer escollo, entran a jugar las razones de tipo administrativo, que han
plagado los procesos electorales en Venezuela; cosas como la alteración del
registro, la desconfianza en el órgano electoral, la falta de candidatos o
propuestas por los que valga la pena movilizarse, e incluso, perdida de
facilidades para votar por cambios de centros, reducciones de los mismos,
ubicación en sitios remotos o peligrosos, etc.; por lo tanto, muchas
personas, antes de evaluar qué cosas han cambiado en el actual proceso de
primaria y esperar por otros cambios que serán anunciados, se preparan para
inhibirse de participar.
De
allí también que convertir la abstención en una política que sea movilizadora y
se distinga inequívocamente de la simple indiferencia, requiere de un esfuerzo
mayor y mucho más sostenido que participar. En el caso de la abstención, ese
esfuerzo por convertirlo en una política movilizadora, nunca lo hemos visto
hacer de manera sostenida, concreta, por parte de aquellos que preconizan o promueven
este tipo de políticas, que se pueden hacer prácticamente por rutina.
Indiferencia
y abstención.
La
indiferencia y la abstención se pueden matizar y analizar de diversas maneras.
Por ejemplo, en países desarrollados se trata de justificarla diciendo que la
gente se abstiene porque no siente que hay cosas por las que valga la pena
movilizarse, que no hay mayores diferencias entre los candidatos; que las
opciones y sus políticas son tan similares que, gane uno o gane otro, no habrá
mayores diferencias, no hay nada verdaderamente importante en juego en los
procesos electorales. Esa afirmación, que es hoy algo discutible en todo el
mundo, ¿Es el caso de Venezuela? ¿No hay aquí razones de fondo, realmente
importantes, por las cuales valga la pena votar? Desde luego que sí y no las
repetiré ahora.
Conclusión.
En los
procesos electorales en Venezuela la desconfianza persiste y mina la
credibilidad de todos ellos. Ahora nos toca vencer esas resistencias que en
parte nosotros mismos creamos y que seguimos alimentando con diversas
actitudes, en las que pareciera que solo hay interés en presentar las
dificultades obvias, que nos colocan en posición de desventaja frente a quienes
controlan todos los poderes, que tiene gigantescos recursos, que lucen todo
poderosos y que son el verdadero rival a vencer. No podemos persistir en ese
empeño de mirar hacia los lados para encontrar a los culpables de nuestros
errores, como conjunto.
Ismael
Pérez Vigil
@Ismael_Perez
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