Marina Piña14 de diciembre de 2023
Con
más de 60 años de experiencia en política pública, el ingeniero y primer
ministro del Ambiente que tuvo América Latina, reflexiona sobre los retos a
afrontar para apoyar el desarrollo sustentable del país, asunto del que se
ocupa en su más reciente libro. El individuo de número de la ACFIMAN y la
ANIHVEN resalta la necesidad de sanar el tejido social y reconstruir las
instituciones, aunque advierte que la recuperación nacional tomará al menos un
cuarto de siglo
Con una vida dedicada al servicio de Venezuela, Arnoldo José Gabaldón Berti (Caracas, 1938) habla con lucidez y claridad sobre su visión del país, los retos a afrontar y cuáles son las palancas en que deben apoyarse los ciudadanos para alcanzar el desarrollo, tema en el cual se fundamenta su más reciente libro, Las palancas del desarrollo sustentable y algunas experiencias personales asociadas, publicado por la editorial de la UCAB, abediciones, y presentado en la reciente Feria del Libro del Oeste de Caracas.
A sus
85 años, este caraqueño se reconoce como un hombre optimista,
persistente, que siente la obligación de plantear propuestas a los
jóvenes, de hacer ver que hay que sanar el tejido social y trabajar en la
reconstrucción institucional -y personal- para sacar al país adelante
con éxito. En casa tuvo su mejor ejemplo como servidor público: su
padre, el médico Arnoldo Gabaldón Carrillo, quien erradicó la malaria en la
mayor parte de nuestro territorio.
Gabaldón
Berti es ingeniero civil, graduado en la Universidad Católica
Andrés Bello, con un máster en Ingeniería Hidráulica por la
Universidad de Stanford, en Estados Unidos, y un diploma en
Economía del Desarrollo por la Universidad de Manchester, en el Reino
Unido. Durante las primeras dos décadas de su carrera se dedicó al área del
manejo de las aguas. En 1961 comenzó en el Ministerio de Obras Públicas
(MOP), durante el gobierno de Rómulo Betancourt, como parte de la
Dirección de Obras Hidráulicas. 13 años después (y durante el
primer gobierno de Carlos Andrés Pérez) fue designado ministro de esa
cartera, cargo que ocupó hasta 1977, cuando Pérez lo llama a asumir
como titular del recién inaugurado Ministerio del Ambiente y de los
Recursos Naturales Renovables, el primero en la historia de Venezuela y América
Latina.
Diputado
al extinto Congreso de la República durante dos períodos, entre 1986 y
1989 ocupó el cargo de presidente de la Comisión Presidencial para la Reforma
del Estado (COPRE), creada por el entonces mandatario Jaime
Lusinchi. En 2007 ingresó como individuo de número de la Academia de
Ciencias Físicas, Matemáticas y Naturales de Venezuela (ACFIMAN), y en
2008 fue incorporado como individuo de número a la Academia Nacional de
Ingeniería y Hábitat (ANIHVEN). Actualmente forma parte del Grupo Orinoco, instancia no
gubernamental integrada por especialistas en diversas áreas que funciona como
“centro de pensamiento, reflexión y acción en políticas públicas en desarrollo
sustentable, con énfasis en energía y ambiente”, según describe su página web.
A la luz
de su amplia experiencia de más de seis décadas en política pública y sus casi
100 trabajos académicos publicados, en esta conversación Gabaldón Berti
hace un repaso de las causas del empobrecimiento del país, recuerda
que la crisis va más allá de la situación económica e insiste en
que es fundamental superar la visión del rentismo para
alcanzar el desarrollo sostenible, un concepto del que
–dice- muchos tienen una “visión chucuta”.
Hablemos
de su más reciente libro, basado en lo que Ud. llama las seis palancas del
desarrollo sustentable: instituciones, formación del talento, desarrollo de
infraestructura física, el capital económico y la sustentabilidad ecológica.
Pero vamos a empezar con lo más básico: ¿qué debemos entender cómo desarrollo
sustentable?
-El
común tiende a pensar que el desarrollo sustentable se ocupa fundamentalmente
de la preservación de la naturaleza, pero esa es una comprensión chucuta. A mi
juicio, debe ser socialmente viable, económicamente viable, políticamente
viable y que sea también sustentable desde el punto de vista económico.
Desarrollo es un proceso en el cual la gente va alcanzando cada vez niveles
mayores de independencia, de libertad para agenciarse sus propias necesidades,
para definir su destino. En el libro yo menciono en primer lugar a las
instituciones.
¿Le da
prioridad, más peso sobre las otras cinco?
-Yo le
doy absoluta prioridad a las instituciones. Yo recuerdo mucho a uno de mis
maestros y asesores fundamentales, el Dr. Pedro Pablo Azpúrua, ingeniero civil,
quien afirmaba que lo que trasciende el tiempo son las instituciones, no
las obras físicas, porque las instituciones son las que permiten que una
sociedad funcione, se interrelacione, tenga una conducta de acuerdo con
determinados parámetros. A mí eso se me quedó reflejado y hoy en día estoy
convencido. Si analizan el libro, mi principal actuación ha sido en las
instituciones. La Reforma del Estado era un proyecto para darle las nuevas
instituciones a este país; cuando se crea el Ministerio del Ambiente se da una
nueva institución que ni remotamente se había pensado en Venezuela. La otra
palanca es el talento, el capital humano. Por supuesto, no solamente desde el
punto de vista de que esté saludable, de que esté educado, sino que se entrene
para innovar, para entender las cosas que se requieren en el desarrollo.
–
Sobre esta palanca, la formación de talento, no podemos dejar de recordar el
despido público de miles de empleados de la estatal petrolera, talento formado
por el Estado que se perdió en segundos, y así ha pasado con profesionales de
otras áreas, como jóvenes médicos y enfermeras que han salido del país.
-Ya
lo he dicho en otras partes, la causa de empobrecimiento más grande que ha
habido en estos 20 años es la diáspora. Ese es el empobrecimiento más
dramático, desde todo punto de vista. En el libro menciono una anécdota con mi
padre referida al aporte que un grupo de médicos españoles, que vinieron
después de la Guerra Civil Española, hicieron al éxito de la campaña
antimalárica en el país. Mi padre me decía: ‘Ud. ve a ese señor, él llegó aquí
con una maletica, posiblemente haya perdido toda su riqueza material allá, pero
lleva en la cabeza lo que nadie le podrá quitar: conocimiento y experiencia’.
Ese aporte que tuvimos, nosotros ahora lo hemos dilapidado con la salida de
tantos profesionales, la riqueza más grande. Ese empobrecimiento yo no creo que
sea subsanable, y no porque sea pesimista, sino todo lo contrario. 25 % de la
población perdida, o que perderemos completamente si aquí no hay una
política pública de enhebrar todo el talento que esté por allí y ponerlo a
trabajar desde afuera para Venezuela. Fíjate, hoy en día, con la industria
petrolera en el suelo ¿de dónde sacas todo el personal entrenado? Chávez en eso
mostró su tremenda falta de cultura, es una falta de cultura en el ser humano
el no apreciar lo que eso vale, lo que eso significa, el esfuerzo que hizo el
país. ¿Cuánto cuesta tener un ingeniero petrolero entrenado?
Pero,
usted también ha mencionado que esto que estamos recogiendo no es producto de
los últimos 25 años, sino que viene de antes.
-Así
es, lo que nos ha pasado a nosotros es un fenómeno social que se debe analizar
porque es cuando una sociedad se debilita, cuando una sociedad adopta un camino
de regresión social, que no es que se puso pobre porque le vino una crisis
económica, no. Desde la muerte de Gómez, para acá, se empezó a contribuir con
unas costumbres que son negativas para el desarrollo sustentable. ¿En qué
sentido? Falta de austeridad, inclusive los pobres y, por supuesto, la clase
media y alta. Hay que tener disposición al ahorro, valoración del tiempo, del
trabajo. Nuestra enfermedad es seria y para tomar una senda de verdadero
desarrollo van a tener que operarse cambios muy profundos, en instituciones, en
primer lugar, pero también en las conductas individuales. Yo creo que los
venezolanos hemos sido muy mal acostumbrados, hemos tenido demasiada facilidad.
Nosotros
tuvimos una etapa, no tan lejana, en la cual podemos pensar que estábamos
en ese “umbral de la modernidad”, como Ud. lo menciona en su libro.
Aparentemente teníamos buenas instituciones, talento formado, buena
infraestructura, capital económico. ¿Qué pasó? ¿Se sembró como dice la Biblia
en tierra no fértil o es irremediable que los países tengan tiempos de vacas
flacas y vacas gordas?
–Los
países tienen lo que llaman los ciclos económicos, los países desarrollados
saben que les viene un tiempo recesivo que les dura tres años y que tienen que
hacer unas políticas para salir de eso. Lo de Venezuela no fue así, si
fuera solo una recesión económica, se va Maduro y su gente y se trae unos señores
que sepan lo que hay que hacer y a los tres años estamos superando esto; pero
no es así, esto no ha sido un problema económico, esto ha sido un problema de
conducta humana, de instituciones destruidas. No era que todas las
instituciones fueran exitosas en el pasado, no, no lo eran, hay unas que no
servían para nada. Pero tuvimos, por ejemplo, la Corporación Venezolana de
Guayana, esa fue una gente de progreso, fue capaz de hacer la obra de
ingeniería más importante que se hizo en el siglo XX, que fue la represa del
Guri. Allí estuvieron los venezolanos metidos y con mucha honestidad
administrativa; el Metro de Caracas; la campaña antimalárica que llegó a ser
ejemplo mundial.
Podemos
pensar que ese éxito se debió a los buenos gerentes que tenían los proyectos
-Sí,
obviamente, ha habido un factor personal, pero había un clima auspicioso. Hoy
en día uno se pregunta qué institución se puede pensar que no se ha maltratado,
eso es muy grave. Pero lo más grave es el sistema educativo, el sistema
educativo no era bueno, había contribuido a masificar bastante la educación, de
mala calidad… pero existía. Yo comentaba el impacto que me causó ver un video
del núcleo de la Universidad de Oriente que va mostrando cómo era aquello, las
caminerías, los edificios, y luego cómo está ahora, todo eso destruido. El
estado Sucre siempre ha sido un estado muy atrasado, llegó la democracia en el
58 y se decidió, de una vez, crear la UDO, un núcleo muy bien dotado
arquitectónicamente, con un rector inteligente, el Dr. Luis Manuel Peñalver.
Entonces 50 años después, tú ves cómo aquella estructura fue destruida. Uno se
pregunta, y allí es donde viene el punto, por qué la sociedad de ese estado
permitió que eso ocurriese, dónde estaban los medios, dónde estaban los
sindicatos, dónde estaban los intelectuales de Sucre, que vieron que su núcleo
universitario era destruido por los bandoleros, que fueron y saquearon. ¿Qué
indica eso? Para mí indica un problema serio de la sociedad, que permite eso.
¿Tal
vez no siente que es de ella, no le duele? Si hay una población que está
pensando en la sobrevivencia a lo mejor no le interesa la universidad, a lo
mejor lo que le interesa es el plato de comida diaria.
-Bueno
si, pero fíjate tú, en un estado como Sucre no solamente hay gente que está
pasando hambre, ahí hay profesionales, las Fuerzas Armadas, hay un tejido
social que está maltrecho. ¿Qué produjo ese tejido social? Lo produjo el
militarismo, puede ser. Esa es una hipótesis que hay que analizarla, el peso
del militarismo después de la independencia hasta acá. Este país solamente ha
tenido 40 años de democracia. ¿Quiénes son el sostén fundamental de este
régimen? Los militares. No es el apoyo popular. Entonces, es ese uno de los
factores. Puede haber contribuido, pero para mí el rentismo petrolero fue
un factor fundamental en echarnos a perder. Por eso en parte del libro y en el
Grupo Orinoco, donde yo participo, el eslogan es para salir del rentismo. ¿Cómo
salimos del rentismo? En este país, se va Maduro y viene María Corina, si ella
no conduce unas políticas públicas para salir del rentismo, este país no
progresará.
¿El
ciudadano común se tiene que sentar a esperar que el Gobierno, el Estado o los
poderes hagan esas políticas públicas? ¿Qué puede hacer?
-En
primer lugar, tratar de educarse y yo creo que ese es un factor en positivo que
existe. Yo recuerdo cuando trabajaba en los sistemas de riego, en las Majaguas,
en el estado Portuguesa, se hicieron unas aldeas campesinas para que los
futuros regantes vivieran allí y pudieran hacer crecer sus parcelas. El primer
reclamo que se recibió en el Ministerio de Obras Públicas fue ¿y la escuela?
Porque desde hace mucho tiempo atrás la familia analfabeta lo que aspiraba era
escuela para sus hijos. En el año 70, cuando hubo el allanamiento de la
Universidad Central de Venezuela, en el Gobierno del doctor Caldera, el
caporal de la finca que tenía un tío mío en Boconó -un señor analfabeta, muy
trabajador, con su esposa que contribuía a la economía familiar haciendo
cuajada y otras cosas- cuando le pregunté cómo estaban las cosas por
allí, él me respondió que estaba muy preocupado por el cierre de la
universidad, allá en Caracas, porque tenía dos hijos en la universidad. Fíjate
tú el salto social astronómico de una familia cuyo padre y madre son
analfabetos con dos hijos que van y pueden llegar a la universidad. Bueno, allí
está reflejado el deseo de la gente de estudiar.
Un
signo de movilidad social
–Así
es, nuestros problemas de desarrollo son muchos y muy complejos y,
lamentablemente, uno aprecia que no forman parte de las discusiones de la
agenda política de los dirigentes. No están demostrando conciencia de que
ellos entienden esta situación. Ese es uno de los dramas que tiene este país.
Ud. ha
tenido una vida dedicada al servicio, ha sido persistente y aún continúa,
porque en el Grupo Orinoco me imagino que ese debe ser el sentido. La
persistencia no es enemiga de la inmediatez, que es lo que vivimos ahora.
-Lo
que yo expongo en el libro, sobre todo pensando en los jóvenes, es que la gente
en la vida debe tener persistencia en la ruta que escoge. Estos muchachos que
son muy inteligentes, muy exitosos, pero que están brincando, son comerciantes,
de pronto se meten a ganaderos y de allí a querer ser banqueros. A mí la vida
me ha enseñado que lo exitoso es el producto de la constancia. En eso,
sencillamente, mi mejor ejemplo fue mi padre. Mi mamá decía que en casa no se
hablaba sino de malaria, sólo de malaria. Pero bueno, esa era su vida hasta su
muerte. Eso hay que decirle a los jóvenes: toma un camino y profundiza en él,
persiste, persiste.
-Bueno,
allí estamos en el Grupo Orinoco preparando un memorándum simbólicamente para
las nuevas autoridades de las aguas de la próxima administración, para decirle
lo que creemos que es prioritario. Uno de los aspectos que mencionamos es que
Venezuela, en los años 60-70, fue pionero en América Latina en materia de agua.
Venía la gente a ver cómo era lo que se estaba haciendo en la Comisión de
Planificación de Recursos Hidráulicos. ¿Puede creer que desde hace 30 años se
acabó la investigación hidráulica, está desterrada de la administración
pública? ¿Qué significa para un país que una actividad fundamental esté dejada
de lado? La semana pasada me mandó José María de Viana (expresidente de
Hidrocapital) una copia de un estudio que evalúa el servicio en los últimos
cinco años. Las cifras son horrendas, nosotros no vamos sino en franco
retroceso, el porcentaje de familias que recibe agua continua en este país es
mínimo. Vamos marcha atrás. Que esté paralizado, estacionado, puede pasar por
motivos económicos, pero que vaya de regreso en la calidad de su servicio es
muy mal síntoma. Ahí está lo de la energía eléctrica, nosotros estamos
consumiendo la misma electricidad que en el año 2000, han pasado 25 años en que
esta población no aumentó el consumo de electricidad. Son índices sumamente
preocupantes del derrumbamiento de un país.
El
tema tratado por usted para su incorporación a la Academia fue sobre cómo puede
afectar el cambio climático a Venezuela. Eso lo traigo a colación porque un
experto pedía a la población, a finales de noviembre, que guardaran agua porque
venía -por efecto del Niño- un período próximo y fuerte de sequía. ¿No está tan
lejano el país de las afectaciones del cambio climático, como piensan algunos?
-Venezuela
está comenzando a ser afectada con una disminución de la precipitación durante
el año, sobre todo del centro al oriente del país, y eso significa menor
torrente en los ríos. Son cosas tangibles dentro de los efectos posibles,
también en la agricultura porque los cultivos se amoldan a los patrones
climáticos. Entonces si se va haciendo cada vez más seco, las temperaturas son
mayores. ¿Cómo es el proceso de maduración de los cultivos? Te digo una cosa,
para mí ha sido satisfactorio la escogencia de ese tema: Posibles efectos del
cambio climático sobre Venezuela. Eso fue en el 2007, y ha sido uno de mis
trabajos más leídos.
Después
de todo este panorama: ¿Cuál es su reto país?
-Como
hombre optimista, yo sigo pensando que si nos ponemos las pilas, salimos de
este régimen, viene un equipo de gente de mentalidad luminosa y se empiezan a
aplicar las políticas públicas que se deben y a reestructurar las
instituciones, puede que nosotros nos encaucemos, pero así mismo pudiera no
ocurrir.
¿En
cuánto tiempo nos encausaremos?
-Recuperarnos
no es una cosa de menos de 25 años. Aquí hay unas mentes livianas que dicen:
¡No! Si salimos del régimen a los tres años está esto que es un hervidero.
Mentira. Werner Corrales, quien ahora está en la coordinación del Grupo
Orinoco, se puso a ver cómo había sido el proceso de recuperación de los
países que más sufrieron después de la Segunda Guerra Mundial: Alemania,
Francia, Inglaterra, Italia. Sus tasas de recuperación fueron no menores de 26
años. Por supuesto, yo no voy a vivir eso, pero uno tiene el deber de
planteárselo a los jóvenes. Debemos sanar nuestros malos hábitos si queremos
salir de esta crisis política, de lo contrario seguiremos igual.
El
libro Las palancas del desarrollo sustentable y algunas experiencias
personales asociadas, del ingeniero Arnoldo José Gabaldón Berti, está
disponible en varias librerías del país, entre ellas Tecniciencia; El
Buscón, de Paseo Las Mercedes; Kalathos, del Centro Los Galpones, y la UCAB.
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