Marta de la Vega 12 de diciembre de 2023
@martadelavegav
Agonía,
término de origen griego, significa lucha, contienda, combate, y se refiere en
general a los estertores previos a la muerte de una persona, a la angustia por
la proximidad de la expiración, del desenlace, del fin. Por analogía,
quisiéramos percibir que estamos al final de un período demasiado largo de la
historia contemporánea reciente de Venezuela, que comenzó antes del triunfo
electoral de Chávez en diciembre de 1998 a cuya victoria contribuyeron el
descrédito de los partidos políticos, la deuda social acumulada con el extravío
de la ruta democrática, la desaceleración de avances sociales y económicos muy
importantes, la pérdida de la brújula moral por la corrupción populista,
el amiguismo y la estructura clientelar de un Estado todopoderoso y el
despilfarro de los recursos petroleros a partir del boom de
1975, a pesar de proyectos muy valiosos en educación y progreso social.
Lo que para muchos fue la ilusión de promesas efectistas, más retóricas que reales, construidas desde la improvisación y la avidez por conquistar el poder de un caudillo mesiánico y carismático, se convirtió en la pesadilla que persiste hasta hoy y que representan Maduro y sus acólitos de todo pelaje. A pesar de trabas y obstáculos de toda índole, la exitosa jornada de la elección primaria del 22 de octubre pasado afirmó el liderazgo de María Corina Machado como candidata presidencial de las fuerzas democráticas para 2024.
Este
resultado desencadenó un conjunto de reacciones del régimen usurpador de
facto para minimizar, desconocer y anular retroactivamente un hecho
consumado ejemplar, conducido por integrantes incuestionables de la sociedad
civil organizada, de carácter legal y legítimo, moral y constitucionalmente,
para abrir una transición pacífica y electoral hacia la democracia. Aunque los
personeros del gobierno de Maduro parecieran “tener la sartén por el mango”,
más bien resultarían ser “patadas de ahogado” que pueden llevarnos a un
peligroso callejón sin salida. Nos lo muestran dos hechos relevantes
recientes.
Los
acuerdos parciales firmados pocos días antes de la Primaria en la isla de
Barbados con los garantes y acompañantes internacionales que han actuado en el
marco de las negociaciones iniciadas en México en agosto de 2021 entre el
régimen de Maduro y las fuerzas democráticas agrupadas en la Plataforma
Unitaria se han convertido en una inquietante tergiversación de la verdad. La
interpretación que el oficialismo, en su afán de aferrarse al poder a cualquier
precio, da al tema de las supuestas inhabilitaciones políticas que no son tales
sino medidas políticas de represión y persecución, en especial contra María
Corina Machado, puede desembocar en una trampa que termine por sacarla del
juego político, así como la exigencia de liberar a todos los presos
políticos antes del 30 de noviembre, so pena de restaurar las sanciones contra
los individuos de la camarilla militar civil que domina las instituciones
venezolanas. De hecho, ha habido nuevas detenciones totalmente
arbitrarias -terrorismo de Estado- para generar miedo a través del aparato
represor del régimen, entre otros la fiscalía general.
El
otro hecho inquietante es la consulta “popular” convocada por el régimen en
brevísimo tiempo acerca del litigio con Guyana sobre el territorio del Esequibo
en reclamación. Las coacciones y presiones para entubar con las preguntas a los
votantes en una sola dirección afirmativa tienen implicaciones para hundir más
Venezuela en el aislamiento internacional y en una confrontación geopolítica de
alcances impredecibles.
Para
neutralizar estas amenazas, tiene que ocurrir un cambio de gobierno, de régimen
y de modelo, que conduzca a las transformaciones estructurales indispensables
para superar uno de los momentos más oscuros y amargos de la historia de
Venezuela. ¿Cuándo? No lo sabemos. Un pronto desenlace es imprescindible para
que se rescate la paz, el cumplimiento de las normas y el respeto de las leyes,
la efectiva vigencia de las instituciones y el Estado de Derecho; para que de
nuevo la decencia sea un paradigma de conducta social y pública, para que sea
realidad la tranquilidad de la gente, martirizada a diario por la destrucción
de los servicios públicos y las condiciones infrahumanas de la mayoría de la
población del país, además del éxodo masivo de al menos siete millones de
personas.
Marta
de la Vega
@martadelavegav
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