Tulio Ramírez 10 de diciembre de 2023
@tulioramirezc
En su
ensayo de 1992, «El fin de la historia y el último hombre», el filósofo y
político estadounidense Francis Fukuyama sostiene que la democracia liberal ha
triunfado como forma de gobierno y que, por lo tanto, la historia como lucha de
ideologías ha terminado. El colapso de la Unión Soviética, un imperio
fundamentado en la ideología, con más de 70 años de existencia, sirvió de
prueba empírica para sostener su tesis.
Fukuyama basó su teoría en la idea de que la historia es un proceso de progreso hacia la libertad y el bienestar. Este progreso, argumenta, se ha visto impulsado por la expansión de la razón y la ciencia, que han llevado a la creación de sociedades más libres y prósperas. Así, en una suerte de Espíritu Absoluto hegeliano, Fukuyama sostenía que la historia irremediablemente buscaba encarnar la razón por sobre la sinrazón de cualquier ideología. El comunismo, sostenía, era una ideología incompatible con la razón, la ciencia y la naturaleza, y por lo tanto, estaba destinado a fracasar.
Hegel
define el Espíritu Absoluto como «la idea que se ha realizado a sí misma». Es
la idea que se ha vuelto consciente de sí misma y que se ha reconciliado con la
naturaleza y la sociedad. Es el estado de perfección y libertad absoluta. Pero
este estado como cúspide de la civilización, ha tenido que superar obstáculos
hasta lograr conciliar la naturaleza y la sociedad en un todo armonioso. Es el
punto culminante de la dialéctica hegeliana.
El
ensayo de Fukuyama fue un éxito de ventas y generó un gran debate. Algunos
académicos lo elogiaron por su visión optimista del futuro, mientras que otros
lo criticaron por su simplismo y su falta de atención a las realidades del
mundo real.
En los
años posteriores a su publicación, se han producido una serie de
acontecimientos que han puesto en tela de juicio la tesis de Fukuyama. El auge
del populismo y el nacionalismo en todo el mundo, así como el resurgimiento de
regímenes autoritarios y fundamentalistas, sugieren que la historia no ha
llegado a su fin.
A
pesar de estas críticas, los planteamientos de Fukuyama siguen siendo una
referencia importante en el debate sobre el futuro de las ideologías. Su ensayo
ha ayudado a moldear la forma en que pensamos sobre la historia y el progreso
humano. Algunos de los argumentos que Fukuyama utiliza para apoyar su tesis son
los siguientes: a) la democracia liberal es el único sistema político que
garantiza la libertad individual y la igualdad de derechos; b) la democracia
liberal es el sistema económico más eficiente para promover el crecimiento y el
bienestar; y, c) la democracia liberal es el sistema cultural más abierto y
tolerante.
La
precaria estabilidad mundial de los años 90 fortalecía la tesis de Fukuyama. El
mundo parecía adoptar el liberalismo como forma de organización política y económica.
La caída del Murto de Berlín, la extinción de la Cortina de Hierro, el viraje
liberal de China y Vietnam, colocaba a países como Corea del Norte y Cuba como
un avis rara en el concierto de las naciones.
Sin
embargo, el siglo XXI fue testigo del resurgimiento de las ideologías más
retrógradas. Los fundamentalistas arreciaron sus formas violentas y terroristas
de hacer política bajo argumentos religiosos. Se emprendió una “Guerra
Santa” de proporciones mundiales que comenzó con los atentados del 11 de
septiembre de 2001, y hoy día tiene su expresión más descarnada en el conflicto
de Hamas contra Israel.
Ya no
se trata de guerras para ocupar territorios, como el caso de Rusia y su
pretensión de anexarse por la fuerza a parte de Ucrania, o de guerras como la
autodenominada de “liberación del pueblo palestino” para recuperar territorios
ocupados por los judíos. Lo que el mundo está observando con perplejidad es el
empeño de Al Qaeda e ISIS, en llevar a cabo la llamada lucha salafista, es
decir, la eliminación a los “infieles” donde quiera que estén.
A
pesar del enorme desarrollo de la ciencia y la tecnología, del pensamiento
racional, de los aprendizajes derivados de fallidas experiencias políticas
autoritarias que no brindaron bienestar ni libertad, hoy se escucha a líderes
religiosos llamando a una gran cruzada mundial para liberar al mundo de los “no
creyentes”.
La
sura 9, verso 29, del Corán dice: «Combatid contra aquellos que no creen en
Allah ni en el Último Día, no hacen ilícito lo que Allah y Su mensajero han
hecho ilícito, y no siguen la religión de la verdad, hasta que se sometan
humildemente.» Para buen entendedor pocas palabras, “Someterse humildemente” es
convertirse al Islam. Negarse a ello puede significar la muerte.
Habrá
que releer la teoría del «choque de civilizaciones» del politólogo
estadounidense Samuel Huntington publicada en 1993, casi en paralelo con la
publicación de Fukuyama. Sostiene Huntington que tras el fin de la Guerra Fría,
el mundo se dividiría en civilizaciones distintas, cada una con su propio
sistema de valores y creencias. Estas civilizaciones estarán en conflicto entre
sí, ya que sus valores y creencias son incompatibles. ¿El mundo avanza hacia
este choque?
Tulio
Ramírez
@tulioramirezc
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Para comentar usted debe colocar una dirección de correo electrónico