Por Eloy Torres Román
Todos comentan sobre ella.
Es percibida como la superpotencia del siglo XXI. Está en todos los escenarios.
Venezuela no podía ser la excepción. Hace algún tiempo escribimos sobre la
novela de Karel Capeck: “La Guerra de las Salamandras”; aparecida durante el
apogeo de Hitler. Ella mostró, metafóricamente, el impacto que generó la
aparición de unas salamandras, descubiertas por el Capitán Van Touch, un marino
buscador de perlas. Cautivado por la inteligencia y capacidad de aprendizaje de
éstas, que se comunican con un lenguaje onomatopéyico; buscó utilizarlas, como
mano de obra gratuita, para recoger perlas. Luego, el capitán, vendió su idea a
un industrial, quien sediento de dinero compró la idea.
Toda una novedad. Se
estimuló su reproducción. Las vendieron por todo el mundo, como una franquicia.
Se obtuvo grandes réditos financieros. Todos cautivados y fascinados con las
salamandras: intelectuales, artistas, políticos, gerentes, militares. El humor
presente en toda la novela muestra el apogeo. Se organizaron seminarios y
congresos para estudiarla. Varios científicos advirtieron sobre el peligro de
éstas. Presintieron la amenaza y, como medida de precaución, propusieron extirparles
el lóbulo frontal. Europa amenazada por el comunismo, nazismo y
fascismo se vio retratada en esa novela, alegórica a la fatalidad de esos
tiempos. Las salamandras fueron utilizadas en todo tipo de trabajo, mientras,
ellas se multiplicaban y se insertaban en la sociedad. Aprendieron las
destrezas humanas. Su crecimiento fue indetenible. Superaron a la especie
humana, hasta que vino el enfrentamiento. Fue inevitable la dominación de ésta
por ellas. Estaban en todas partes, incluso se apropiaron del conocimiento.
Toda una metáfora existencial. China acusa un similar proceso. Ella es la
superpotencia. Su posición es cada vez mejor. No es casual que otros líderes,
con frecuencia, apunten su mirada hacia ella para buscar su contribución a la
solución a las crisis. Lo confirma su participación financiera, económica, por
ahora. Luego, será política y Venezuela es objetivo de ella. Lo grave es que su
dirigencia lo desconoce por ignorancia o por corrupción.
Los ingleses,
norteamericanos, alemanes y rusos, conocedores de la historia, reconocen su
importancia y sabe que ese país jugó un papel parecido en otros contextos.
China hoy lo ejerce con sabiduría, pues despertó a finales del siglo XX. Es un
hecho. Contradictoriamente siempre ha procurado su desarrollo, a pesar de los
altibajos generados por los tiempos, especialmente por Mao Tse Tung y su
revolución cultural. Ésta fue un proceso voluntarista e ideológicamente
perverso, mas no buscó dañar sus propios intereses nacionales. Curioso. Ahora
vemos que China está por convertirse, no sólo, en el mayor productor del mundo,
sino también en el actor político internacional más importante. Es la potencia
del siglo XXI.
Martin Jacques, en su libro
“Cuando China gobierne el mundo” apunta que el ascenso de ese país no terminará
con alcanzar la delantera en la economía mundial, sino que fortalecerá a los
países más poblados y dinámicos. La cultura y educación de un país deciden su
peso, en medio de una economía dinámica. China no será sólo un participante en
la actual dinámica, sino uno de los que más contribuirá a la creación de un
nuevo orden mundial. Se comenta que “el tiempo no hará de China más occidental,
sino más bien hará al occidente y todo el mundo, más chino”. Esta frase es
documentada y fundamentada por Jacques, en su libro; a partir de una
observación crucialmente importante: no hay una sola clase de modernidad como
tampoco una sola modernización; sino que estamos en un mundo de múltiples
modernizaciones y de competencias.
China, en su historia, ha
confrontado momentos de dificultades. Es evidente que su modernización fue
tardía, frente a la europea y la americana, no obstante, después de 1978,
asumió su camino con un vertiginoso empuje. China hoy se vislumbra como el
guardián y conductor del nuevo mundo. Disfruta una creciente y hegemónica
relación. Sus tentáculos, en menos de una década, han alcanzado a Europa, toda
Asia, África, América Latina y en el caso que nos ocupa, nuestro país.
China, a diferencia de los
tigres asiáticos, no ha sido ningún vasallo de poder alguno y su papel no se
limita a la economía. Están equivocados aquellos que piensan que China se
limitará a copiar económicamente a occidente y se mantendrá tranquila en el
orden mundial existente. La historia indica que las potencias emergentes que
siempre apuntan al crecimiento de su poder económico; lo hacen para lograr
fines políticos, culturales y militares de largo alcance. China no se
convertirá en una nación al estilo occidental. Su desarrollo será distinto.
Ella debe ser observada, a partir de varios hechos: Por ejemplo: 1). La
identidad china se formó antes que el Estado chino, por lo que aquí estamos
frente no a un estado- nación sino con un estado-civilización y 2) China exuda
una consistencia axiológica milenaria, que no existe en otros países.
Por ello China motivará el
ascenso” de un nuevo orden internacional”. El impacto de China en el mundo,
será tan grande como el norteamericano en el siglo XX. Posiblemente mayor.
Pero, será diferente. China ha controlado su realidad gracias a sus tradiciones
culturales. Desde Deng Xiaoping, China ha procurado la economía de mercado para
evitar la conflictividad social. Construyen una “sociedad armoniosa”. Desde
2010 se ha convertido en el mayor productor del mundo. Han puesto fin a la
hegemonía norteamericana. No se detendrá. Implementará políticas de “seguridad
social” en beneficio de su país. Registrará acontecimientos políticos y
culturales de primer orden. Buscan materias primas. El éxito económico de China
se debe a que es, no un “Estado- Nación, sino un Estado-civilización”.
Occidente se ha formado sobre la base del primero, mientras que China sobre el
segundo. Ella es, no sólo su historia, sino también es su propia civilización.
Un proceso vivo y dinámico, en lugar de ser estática y sin vida como aquellos
cuyo objetivo es observar el pasado. China se preocupa por el país y no por
individuos, muertos o vivos. Superaron a su último Dios: Mao Tse Tung. Ella se
piensa como país que busca la felicidad para ellos y no para otros.
Son varios los temas que
apuntan al “Estado de la civilización” de China como su base de identidad.
Ellos derivan de los elementos civilizatorios: a) El idioma, b) Las reglas de
la vida familiar; c) La estructura de las relaciones sociales; d) La unidad de
la civilización china es la prioridad política de China; y e) El mantenimiento
de la unidad diseñada como responsabilidad y deber del Estado.
Hemos escrito sobre lo
paradójico de su transformación, generada por un partido comunista. Ese proceso
se inició cuando esa visión del mundo se derrumbaba en Europa. Ello, creemos,
tiene una explicación: el sistema político chino ha conservado los ancestrales
rasgos tradicionales y culturales, incluso, durante el comunismo más duro.
Jamás se entregaron a potencia alguna; mucho menos a países pequeños. China
tradicionalmente ha puesto un alto valor a la moral y el ejemplo ético. Los
funcionarios son educados por la enseñanza de Confucio. El compromiso de las
normas éticas, como principio para gobernar, se combina con la fuerte creencia
del papel de la familia y la educación en la formación de los niños. La familia
china y el Estado son complementarios, apoyándose recíprocamente. La democracia
China, difiere de la que conocemos. Ellos toman como base a Confucio; ponen
énfasis de la legitimidad. Su dominación comunista no se asemeja a la versión
soviética o cubana, mucho menos a la venezolana en sus dos versiones: la
inicial y la heredada. La naturaleza de la fuerza y del liderazgo del partido,
no es la ideología, sino su capacidad para generar crecimiento económico.
Internacionalmente China se presenta como Estado-Civilización” y no como
“Estado – Nación”. Ella se convertirá en la gran superpotencia. Como
cualquier potencia, verá el mundo a través de su propia historia y buscará,
dependiendo de las restricciones vigentes, rehacer el mundo a su imagen y
semejanza. Puesto que China verá al mundo como Estado-Civilización y sus
características, en lugar de un Estado Nación”; su ascenso cambiará la
naturaleza del mundo.
Hoy la dirigencia
bolivariana se ufana, al decir que Venezuela es “aliada de China en nuevo mundo
bipolar”. Mienten al país cuando lo dicen y Venezuela lo traga, como si
estuviere comiendo una chup suey con soya. El país está endeudado con ella, con
la promesa de entregar petróleo a futuro. China sabe de las “debilidades” de
Venezuela, gracias a la irresponsabilidad y corrupción de la dirección del
proceso bolivariano. Ésta ha “amarrado” al país a un esquema nefasto. Venezuela
está comprometida con el gigante chino, el cual ha otorgado dinero que poseen
en sus bolsillos a raudales. Aquí lo han malbaratado. Ahora, China no quiere
dinero, sino petróleo, oro y quien sabe qué otra cosa. Debemos comprender que
estamos metidos en un atolladero; es decir, no sólo el gobierno, sino toda
Venezuela. La deuda contraída con ese país no respetará tiempos, espacios ni
generaciones. Estamos ante un actor que juega duro con una tranquila sonrisa en
su rostro. Nuestros ejecutores de la política exterior han mostrado un
desconocimiento sobre China, similar al de la joven modelo que atribuyó a
Confucio la cualidad de crear la confusión. Grave.
11-09-15
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Para comentar usted debe colocar una dirección de correo electrónico