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domingo, 13 de septiembre de 2015

“China” por @Eloicito


Por Eloy Torres Román



Todos comentan sobre ella. Es percibida como la superpotencia del siglo XXI. Está en todos los escenarios. Venezuela no podía ser la excepción. Hace algún tiempo escribimos sobre la novela de Karel Capeck: “La Guerra de las Salamandras”; aparecida durante el apogeo de Hitler. Ella mostró, metafóricamente, el impacto que generó la aparición de unas salamandras, descubiertas por el Capitán Van Touch, un marino buscador de perlas. Cautivado por la inteligencia y capacidad de aprendizaje de éstas, que se comunican con un lenguaje onomatopéyico; buscó utilizarlas, como mano de obra gratuita, para recoger perlas. Luego, el capitán, vendió su idea a un industrial, quien sediento de dinero compró la idea.


Toda una novedad. Se estimuló su reproducción. Las vendieron por todo el mundo, como una franquicia. Se obtuvo grandes réditos financieros. Todos cautivados y fascinados con las salamandras: intelectuales, artistas, políticos, gerentes, militares. El humor presente en toda la novela muestra el apogeo. Se organizaron seminarios y congresos para estudiarla. Varios científicos advirtieron sobre el peligro de éstas. Presintieron la amenaza y, como medida de precaución, propusieron extirparles el lóbulo frontal. Europa amenazada por  el comunismo,  nazismo y fascismo se vio retratada en esa novela, alegórica a la fatalidad de esos tiempos. Las salamandras fueron utilizadas en todo tipo de trabajo, mientras, ellas se multiplicaban y se insertaban en la sociedad. Aprendieron las destrezas humanas. Su crecimiento fue indetenible. Superaron a la especie humana, hasta que vino el enfrentamiento. Fue inevitable la dominación de ésta por ellas. Estaban en todas partes, incluso se apropiaron del conocimiento. Toda una metáfora existencial. China acusa un similar proceso. Ella es la superpotencia. Su posición es cada vez mejor. No es casual que otros líderes, con frecuencia, apunten su mirada hacia ella para buscar su contribución a la solución a las crisis. Lo confirma su participación financiera, económica, por ahora. Luego, será política y Venezuela es objetivo de ella. Lo grave es que su dirigencia lo desconoce por ignorancia o por corrupción.

Los ingleses, norteamericanos, alemanes y rusos, conocedores de la historia, reconocen su importancia y sabe que ese país jugó un papel parecido en otros contextos. China hoy lo ejerce con sabiduría, pues despertó a finales del siglo XX. Es un hecho. Contradictoriamente siempre ha procurado su desarrollo, a pesar de los altibajos generados por los tiempos, especialmente por  Mao Tse Tung y su revolución cultural. Ésta fue un proceso voluntarista e ideológicamente perverso, mas no buscó dañar sus propios intereses nacionales. Curioso. Ahora vemos que China está por convertirse, no sólo, en el mayor productor del mundo, sino también en el actor político internacional más importante. Es la potencia del siglo XXI.

Martin Jacques, en su libro “Cuando China gobierne el mundo” apunta que el ascenso de ese país no terminará con alcanzar la delantera en la economía mundial, sino que fortalecerá a los países más poblados y dinámicos. La cultura y educación de un país deciden su peso, en medio de una economía dinámica. China no será sólo un participante en la actual dinámica, sino uno de los que más contribuirá a la creación de un nuevo orden mundial. Se comenta que “el tiempo no hará de China más occidental, sino más bien hará al occidente y todo el mundo, más chino”. Esta frase es documentada y fundamentada por Jacques, en su libro; a partir de una observación crucialmente importante: no hay una sola clase de modernidad como tampoco una sola  modernización; sino que estamos en un mundo de múltiples modernizaciones y de competencias.

China, en su historia, ha confrontado momentos de dificultades. Es evidente que su modernización fue tardía, frente a la europea y la americana, no obstante, después de 1978, asumió su camino con un vertiginoso empuje. China hoy se vislumbra como el guardián y conductor del nuevo mundo. Disfruta una creciente y hegemónica relación. Sus tentáculos, en menos de una década, han alcanzado a Europa, toda Asia, África, América Latina y en el caso que nos ocupa, nuestro país.

China, a diferencia de los tigres asiáticos, no ha sido ningún vasallo de poder alguno y su papel no se limita a la economía. Están equivocados aquellos que piensan que China se limitará a copiar económicamente a occidente y se mantendrá tranquila en el orden mundial existente. La historia indica que las potencias emergentes que siempre apuntan al crecimiento de su poder económico; lo hacen para lograr fines políticos, culturales y  militares de largo alcance. China no se convertirá en una nación al estilo occidental. Su desarrollo será distinto. Ella debe ser observada, a partir de varios hechos: Por ejemplo: 1). La identidad china se formó antes que el Estado chino, por lo que aquí estamos frente no a un estado- nación sino con un estado-civilización y 2) China exuda una consistencia axiológica milenaria, que no existe en otros países.

Por ello China motivará el ascenso” de un nuevo orden internacional”. El impacto de China en el mundo, será tan grande como el norteamericano en el siglo XX. Posiblemente mayor. Pero, será diferente. China ha controlado su realidad gracias a sus tradiciones culturales. Desde Deng Xiaoping, China ha procurado la economía de mercado para evitar la conflictividad social. Construyen una “sociedad armoniosa”. Desde 2010 se ha convertido en el mayor productor del mundo. Han puesto fin a la hegemonía norteamericana. No se detendrá. Implementará políticas de “seguridad social” en beneficio de su país. Registrará acontecimientos políticos y culturales de primer orden. Buscan materias primas. El éxito económico de China se debe a que es, no un “Estado- Nación, sino un Estado-civilización”. Occidente se ha formado sobre la base del primero, mientras que China sobre el segundo. Ella es, no sólo su historia, sino también es su propia civilización. Un proceso vivo y dinámico, en lugar de ser estática y sin vida como aquellos cuyo objetivo es observar el pasado. China se preocupa por el país y no por individuos, muertos o vivos. Superaron a su último Dios: Mao Tse Tung. Ella se piensa como país que busca la felicidad para ellos y no para otros.

Son varios los temas que apuntan al “Estado de la civilización” de China como su base de identidad. Ellos derivan de los elementos civilizatorios: a) El idioma, b) Las reglas de la vida familiar; c) La estructura de las relaciones sociales; d) La unidad de la civilización china es la prioridad política de China; y e) El mantenimiento de la unidad diseñada como responsabilidad y deber del Estado.

Hemos escrito sobre lo paradójico de su transformación, generada por un partido comunista. Ese proceso se inició cuando esa visión del mundo se derrumbaba en Europa. Ello, creemos, tiene una explicación: el sistema político chino ha conservado los ancestrales rasgos tradicionales y culturales, incluso, durante el comunismo más duro. Jamás se entregaron a potencia alguna; mucho menos a países pequeños. China tradicionalmente ha puesto un alto valor a la moral y el ejemplo ético. Los funcionarios son educados por la enseñanza de Confucio. El compromiso de las normas éticas, como principio para gobernar, se combina con la fuerte creencia del papel de la familia y la educación en la formación de los niños. La familia china y el Estado son complementarios, apoyándose recíprocamente. La democracia China, difiere de la que conocemos. Ellos toman como base a Confucio; ponen énfasis de la legitimidad. Su dominación comunista no se asemeja a la versión soviética o cubana, mucho menos a la venezolana en sus dos versiones: la inicial y la heredada. La naturaleza de la fuerza y del liderazgo del partido, no es la ideología, sino su capacidad para generar crecimiento económico. Internacionalmente China se presenta como Estado-Civilización” y no como “Estado – Nación”. Ella  se convertirá en la gran superpotencia. Como cualquier potencia, verá el mundo a través de su propia historia y buscará, dependiendo de las restricciones vigentes, rehacer el mundo a su imagen y semejanza. Puesto que China verá al mundo como Estado-Civilización y sus características, en lugar de un Estado Nación”; su ascenso cambiará la naturaleza del mundo.

Hoy la dirigencia bolivariana se ufana, al decir que Venezuela es “aliada de China en nuevo mundo bipolar”. Mienten al país cuando lo dicen y Venezuela lo traga, como si estuviere comiendo una chup suey con soya. El país está endeudado con ella, con la promesa de entregar petróleo a futuro. China sabe de las “debilidades” de Venezuela, gracias a la irresponsabilidad y corrupción de la dirección del proceso bolivariano. Ésta ha “amarrado” al país a un esquema nefasto. Venezuela está comprometida con el gigante chino, el cual ha otorgado dinero que poseen en sus bolsillos a raudales. Aquí lo han malbaratado. Ahora, China no quiere dinero, sino petróleo, oro y quien sabe qué otra cosa. Debemos comprender que estamos metidos en un atolladero; es decir, no sólo el gobierno, sino toda Venezuela. La deuda contraída con ese país no respetará tiempos, espacios ni generaciones. Estamos ante un actor que juega duro con una tranquila sonrisa en su rostro. Nuestros ejecutores de la política exterior han mostrado un desconocimiento sobre China, similar al de la joven modelo que atribuyó a Confucio la cualidad de crear la confusión. Grave.

11-09-15



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