Por Omar Zambrano
(A propósito del Día
Internacional de la Mujer).
Si las cifras que se manejan
tras bastidores son ciertas, entre 2013 y 2016 Venezuela experimentó la mayor y
más abrupta contracción económica de su historia moderna. Y que esto haya
ocurrido en tiempos de paz y sin desastres naturales es una tragedia de grandes
magnitudes.
Para cualquiera que camine por
las calles de alguna población venezolana resultan evidentes los efectos de
esta debacle. La inflación, la escasez y el desempleo pulverizaron las
condiciones materiales de vida, con el agravante de que esta caída ocurre en un
momento de paralización total del aparato del Estado. En el mundo moderno, los
estados proveen una red de protección social mínima para atajar a sus
ciudadanos más vulnerables en caídas como ésta. En la Venezuela chavista, en
cambio, el peor choque de la historia nos alcanza sin políticas compensatorias,
sin instrumentos de mitigación para los más vulnerables, sin servicios sociales
básicos: El “estado de bienestar” chavista, del que tanto se jactan los que
mandan, se volvió polvo cósmico.
En ausencia de información
oficial detallada, resulta difícil entender la verdadera magnitud y profundidad
del daño ocasionado a las condiciones de vida de los venezolanos, sobre todo
porque la pobreza tiene una dimensión territorial que escapa a los promedios
nacionales. Recientemente lideré un grupo de investigación que logró estimar, a
partir de datos oficiales, un perfil socio-económico de cada una de las
unidades territoriales del país, incluyendo sus 24 estados, 335 municipios y
1125 parroquias. Se trata, en definitiva, de un mapa de la pobreza que nos
permite estimar que existen más de 20 parroquias con tasas de pobreza del 100%,
y que hay más de 3 millones de personas pobres en las 30 parroquias urbanas más
pobladas del país. Por ejemplo, en la parroquia General Urdaneta del municipio
Baralt, en el estado Zulia, se calcula que hay 9.788 personas pobres.
En cualquier caso, estas
cifras abundan sobre la información aportada por otras fuentes: en Venezuela
las tasas de pobreza y pobreza extrema se han disparado hasta niveles sin
precedentes. Y a propósito de la celebración del Día Internacional de la Mujer,
el 8 de marzo, vale señalar que son las mujeres venezolanas las que están
llevando la peor parte de esta tragedia.
Sepa usted, lector, que en
Venezuela la tasa de pobreza femenina es más alta que la de los hombres. Nuestra
estimación indica que existen aproximadamente 350.000 más mujeres pobres que
hombres pobres, es decir, la pobreza no es igualitaria y afecta
desproporcionadamente más a las mujeres. En Venezuela, 4 de cada 10 hogares
tienen a una mujer como jefa, en su gran mayoría sin cónyuge o compañero. La
tasa de pobreza en hogares comandados por mujeres es superior en 6 puntos al
promedio del país, mientras que la diferencia se incrementa en hogares
encabezados por mujeres solas con hijos pequeños.
El problema de la pobreza
afecta desproporcionadamente más a las mujeres debido a inequidades de género,
en particular, a las barreras que enfrentan para acceder a la generación de
ingresos autónomos. Las mujeres en Venezuela (y en todas partes) participan
menos en el mercado laboral, y cuando lo hacen, tienden a ganar salarios
menores a los de los hombres por trabajos equivalentes. Según cifras oficiales
del INE, la tasa de participación de las mujeres en el mercado laboral es casi
30 puntos menos que la de los hombres. Esta brecha es la mayor en el
subcontinente, con el agravante que esa tasa ha caído desde el año 2003, como
lo señala una investigación reciente de un economista venezolano[1].
El hecho de que la proporción
de hogares comandados por mujeres sea tan alta agrava la existencia de brechas
salariales y de su participación laboral. En Venezuela las mujeres son un
factor indispensable en la provisión de ingresos para el hogar, que corresponde
en promedio a más de 43% del ingreso total de las familias, a pesar de las
desventajas que enfrentan para trabajar.
Y aquí el punto central de
esta reflexión: en esta Venezuela depauperada, la lucha por la igualdad de
salarios, la participación laboral, el empoderamiento y la autonomía de las
mujeres es, hoy más que nunca, la lucha contra la pobreza y el envilecimiento
de las condiciones de vida material de los hogares venezolanos. La persistencia
de desigualdades de género hace más vulnerables a las mujeres al fenómeno de la
pobreza, y a su vez empeora la pobreza en general.
Las desigualdades de género
provienen de diferencias socialmente construidas, y por lo tanto son
susceptibles a ser modificadas mediante políticas que propicien una
distribución más igualitaria de recursos, condiciones laborales y acceso a
oportunidades para las mujeres. Aprovechando el Día Internacional de la Mujer,
vale recordar la intención de estas líneas: no existe solución al problema de
la pobreza en Venezuela que no pase necesariamente por aplicar una perspectiva
de género a las políticas públicas.
***
[1] Bello,
O. Y Rodríguez M. (2012). La Caída de la Tasa de Participación Laboral Femenina
en Venezuela (2003-2010). Mimeo.
13-03-17
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