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jueves, 20 de abril de 2017

Los militares venezolanos no podrán mantener al pueblo como rehén por @danielfermin


Por Daniel Fermín


Polítika UCAB, la página del Centro de Estudios Políticos de la Universidad Católica Andrés Bello, es una de las fuentes de consulta más valiosas de Venezuela a la hora de analizar el convulso panorama político de este país suramericano. Y Daniel Fermín, sociólogo y editor de la página suele ser uno de los referentes más equilibrados de este grupo de estudiosos.

Por eso, sorprende que Fermín haya lanzado, en estos días, una serie de cáusticos tuits anunciando prácticamente el final del régimen de Nicolás Maduro. PanAm Post conversó con este experto sobre las perspectivas políticas de Venezuela, a la distancia, y sobre la manifestación de hoy, que todo el mundo prevé será un punto de quiebra en la situación venezolana.



Este tuit prácticamente es un punto final al Gobierno de Maduro, y ustedes suelen ser bastante comedidos. ¿En qué basa su afirmación?

El chavismo, y en especial el régimen de Nicolás Maduro, ha ido pasando de un autoritarismo competitivo, con fuertes rasgos populistas, que podía hacer elecciones cuando le eran favorables, con una arena electoral restringida pero abierta, ha ido derivando, en estos últimos años y en la medida en que Maduro ha perdido esa ventaja electoral, a un régimen de autoritarismo hegemónico, que no admite competencia ni elecciones.

Eso lo hemos visto de manera evidente con el aborto del referendo revocatorio, con la no convocatoria de las elecciones regionales que están vencidas, con la no convocatoria del Consejo Nacional Electoral para las elecciones municipales, entonces, está claro que el Gobierno ya no quiere hacer elecciones. Cuando hacía elecciones estaba claro que era porque su principal apoyo era la gente, era el apoyo popular.

Hoy, los pilares del régimen están en la Fuerza Armada Nacional, fundamentalmente; en una Fuerza Armada que violando el artículo 328 de la Constitución se declara chavista, toma partido por el Gobierno, etcétera; y en las instituciones que están cooptadas por el Ejecutivo, sobre todo por el CNE y ahora, más que todo, por el Tribunal Supremo de Justicia.

La pregunta es, ¿puede sostenerse este tipo de autoritarismo en Venezuela?

La gran pata coja que tiene este tipo de regímenes es que dependen de la lealtad absoluta de sus cuadros. No tienen propensión a la estabilidad de largo plazo, sobre todo cuando han encontrado la resistencia activa de la gente en la calle.

Fíjate cómo se han cerrado las brechas entre el liderazgo político y las aspiraciones ciudadanas: Hay una unidad mayor, no solo de la Mesa de la Unidad Democrática, que es un sector dentro del gran descontento que existe en el país; hoy la polarización, que antes marcaba toda la política venezolana, se ha ido desdibujando, ante el reclamo unánime por el cambio, por más calidad de vida, por mejora económica, y también, y eso no se puede dejar en un segundo plano, por mayor libertad y mayor democracia. La gente reivindica el derecho a expresarse, a disentir, a manifestarse.

Entonces, no son regímenes que tengan mayor estabilidad cuando encuentran la resistencia organizada de la gente; cuando no, cuando la gente se torna pasiva, sucede lo que hemos visto en otros países, como en Cuba. Pero en Venezuela el Gobierno se ha topado no solo con la que ha sido su oposición tradicional en  estos 18 años, la gente que nunca votamos por ellos; sino que en las propias entrañas del chavismo hay un gran descontento y se ejerce una oposición muy fuerte a lo que está sucediendo hoy y a las pretensiones del régimen.

La semana pasada vimos protestas con un fuerte acento de descontento social en Catia, Petare, Caricuao… zonas donde el chavismo hasta hace poco era mayoría fortísima. ¿Es el peor miedo del Gobierno de Maduro que a la protesta política se le sume la protesta por hambre, por todas las cosas que sabemos que están pasando en Venezuela?

Su peor miedo es que se articule políticamente la protesta social. Cuando nosotros vemos el trabajo de sistematización que ha hecho el Observatorio Venezolano de Conflictividad Social, por ejemplo, las últimas cifras que ha dado, que hablan de 19 protestas diarias, la mayoría de esas protestas tienen que ver con el colapso de los servicios públicos: Que no hay agua, que no hay luz, por la escasez, por las medicinas, por la comida, etcétera. Cuando esas protestas no tienen carga política, por supuesto, persiguen sus propósitos sociales pero no tienen relevancia política.

Cuando esas protestas se cargan políticamente y comienzan  tener intencionalidad política –el Gobierno ha utilizado el término “politizar” como sinónimo de “partidizar”, y como algo que desvirtúa la protesta social-; cuando se le da dirección política a la protesta social, yo creo que es algo a lo que este tipo de regímenes tiene que temerle mucho: Porque cuando la gente dice “miren, hay escasez, pero yo no quiero que me llegue el 
CLAP, yo lo que quiero es que se vaya el Gobierno, que es el culpable de la escasez, yo quiero que haya elecciones para que haya un cambio político que permita cambiar el modelo económico”,  entonces, ahí sí debe haber temor en un régimen, porque la cosa ya no admite medias tintas, ni paños calientes, sino un cambio político que permita que la toma de decisiones lleve a otra manera de gobernar.

Mucha gente se está planteando este 19 de abril como una suerte de “batalla final”, o de “último día” del Gobierno de Maduro. Pero eso no va a ser así. ¿Cómo lidiar con esas expectativas, y con la subsiguiente depression?

Para la manifestación de este 19 de abril hay que tener unos objetivos muy claros, muy concretos: me preocupa la amenaza de la violencia, no solo la amenaza directa que ha hecho el Gobierno para intimidar, sino esta épica de la “batalla final” preocupa porque puede deshacer todo el camino que se ha andado, incluso el de la articulación con sectores sociales y políticos que vienen del chavismo o que no se habían metido en política antes.

Yo creo que el liderazgo político del país tiene la gran responsabilidad de conducir esto bien, y de dejar un mensaje de contundencia, un testimonio para los venezolanos y para los que están afuera, que exprese la determinación de los venezolanos a vivir en libertad y a tener calidad de vida, pero esquivando, evitando el peine de la violencia, que solo le hace el juego al Gobierno.

Hablando de pisar el peine de la violencia. Este tipo de manifestaciones como las del lunes, de Maduro con los milicianos, ¿qué mensaje se le envía al país y al mundo? Uno ve estas imágenes y es imposible no recordar a Saddam Hussein, o a Manuel Noriega

El Gobierno está apostando a que frente a la erosión irreversible de la popularidad del PSUV, sean los paramilitares, los llamados colectivos, y la Fuerza Armada, el nuevo partido de Gobierno. Y hay que ponerle unas comillas a ese “nuevo”, porque la Fuerza Armada lleva tiempo siendo el partido de Gobierno. Ante la pérdida de lo electoral, el Gobierno intenta crear una plataforma militar, militarizada, que no solo infunda miedo a la población, sino que logre el control social a través de la militarización de la sociedad.

Eso también tiene patas cortas, salvo que el Gobierno se las juegue con un enfrentamiento armado atacando a un pueblo desarmado, con las consecuencias que puede traer eso, no deja de ser también un anhelo, que, como dicen los llaneros, “deseos no empreñan”. No van a ser los militares o los paramilitares los que van a mantener de rehén a todo un pueblo que está pidiendo un cambio concreto y una manera distinta de hacer las cosas.

Esta semana se están cumpliendo 180 días desde que Tibisay Lucena, en su última presentación pública, habló de un cronograma electoral con elecciones regionales en el primer semestre. Falta menos de mes y medio para que se cumpla el plazo, por lo cual es más que evidente que no va a honrar su palabra; ¿cómo queda el CNE después de esto?

El CNE ha perdido toda relevancia una vez el Gobierno decidió que no quiere medirse electoralmente. Está actuando de manera orwelliana: En vez de realizar elecciones, su función es la de impedir elecciones. La doctora Lucena le hace un flaco servicio a su institución y una burla a los venezolanos; le dio una “ñapa” inconstitucional a los gobernadores y diputados regionales, no aparece por ningún lado para procurar lo que establece la Constitución en materia de participación ciudadana y eventos electorales. El CNE, lamentablemente, ha sido una institución cooptada por el Ejecutivo y que además actúa de manera profundamente vergonzosa para cualquier persona que se haga llamar demócrata.

En ese sentido, el CNE, que debería hablar al país, no para ofrecer migajas, sino para garantizar los derechos políticos de los venezolanos, ha seguido la estrategia del avestruz, y ha hecho un papel verdaderamente vergonzoso, lamentable.

¿Usted aún piensa que la salida del laberinto venezolano va a ser electoral?

Sí, lo pienso yo y lo piensa la gente. Hemos tenido la oportunidad de realizar investigaciones no solo cuantitativas, sino cualitativas: Hemos hecho entrevistas, focus groups, y particularmente, no solo lo que uno podría esperar, entre los opositores, sino también entre los que alguna vez apoyaron a Chávez y que hoy repudian a Maduro, existe casi un coro unánime, que es que esto tiene que salir como entró, por la fuerza de los votos.

Yo creo que además de las razones éticas y morales para apelar a eso, hay una razón de efectividad política: Una democracia duradera solo es posible si tiene legitimidad de origen, y esa legitimidad solo es posible por elecciones, que son la expresión de la voluntad popular.

¿Han traspasado Nicolás Maduro y su grupo la raya? ¿Tienen la prisión en su futuro?

Esa es una pregunta muy difícil de responder, no solo porque uno no sabe qué va a pasar, sino porque en estos procesos, hay mucho de lo que se conoce como justicia transicional, y es en estos escenarios que normalmente han sido más fuertes que este, hay siempre tratos de impunidad negociada, que para el ciudadano común pueden sonar terribles, porque el anhelo de justicia está latente y el pueblo quiere de verdad que quienes han cometido crímenes paguen por esos crímenes, pero en la realidad, lo vemos incluso en nuestra historia, ha sucedido.

Esto no es una apología de la impunidad, pero en este tipo de procesos hay que ver la manera de avanzar, de seguir adelante, sin revanchismos, sin odios. Por supuesto, hay gente que no va a poder eludir a la justicia.

Estas graves violaciones a los derechos humanos, como las que estamos viendo, a estos muchachos inocentes, como los hermanos Sánchez. Con esto y con los casos de narcotráficoyo veo muy difícil que haya alguna negociación o justicia transicional. Los que hoy están incursos en este tipo de delitos tendrán que responder a la justicia, y lo que estoy seguro de que no puede pasar, por el bien de la nación venezolana, es una especie de retaliación sistemática contra quienes alguna vez formaron parte de esto.

¿No son estos mismos grupos, los que no pueden eludir a la justicia, los que tienen a Maduro de rehén?

Lo que sucede con estos casos es que las acusaciones de narcotráfico, de violaciones de derechos humanos, cohesionan a las filas del régimen, sobre todo cuando se hacen al más alto nivel; esta gente sabe que los costos de su salida del poder son infinitos, no pueden dejar el poder porque su futuro está en la cárcel, habiendo perdido privilegios y prebendas. Por supuesto, son esos grupos los que tienen a Maduro de rehén, y no se trata, como se trató en el pasado reciente, que estén presos del dogma o de la ideología, sino que están presos de grupos que responden a la ilegalidad.

19-04-17




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