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martes, 24 de julio de 2018

Enfermeros somos todos por @mario_villegas @centrogumilla



Por Mario Villegas


La lucha de las enfermeras y los enfermeros es la lucha de todo el pueblo venezolano por mejores condiciones de trabajo, de salud y de vida. Ellos son hoy la expresión activa y combativa de una sociedad que sufre sus mismas calamidades y que está llamada a movilizarse pacíficamente en demanda de soluciones urgentes a una crisis multidimensional que condena al hambre y la miseria a la inmensa mayoría de los ciudadanos.

Si en tiempos normales los profesionales de la enfermería realizan un trabajo abnegado y digno de reconocimiento, ser enfermera o enfermero en los tiempos oscuros a los que nos confinó el socialismo del siglo XXI constituye prácticamente un martirologio.

Aparte de que para sobrevivir deben realizar larguísimas jornadas diarias en dos o más empleos, con turnos diurnos y nocturnos que incluyen hasta los fines de semana, reciben de los peores salarios que la administración pública dispensa a sus trabajadores.

Se trata de mujeres y hombres que han recibido adecuada formación académica, teórica y práctica, para manejar con eficacia y responsabilidad el cuido y tratamiento de personas necesitadas de atención especializada en salud. Y son, si se quiere, la cara y el recurso de solución más inmediata que los hospitales y clínicas, tanto públicos como privados, presentan a sus pacientes y los familiares de estos en medio de la gravísima crisis que padece hoy nuestro sistema de salud en todas sus esferas.

Que estos profesionales, cuya inmensa mayoría son mujeres, se hayan declarado en huelga y echado a la calle a reclamar sus legítimos derechos y reivindicaciones, así como soluciones a los problemas del sistema de salud, revela el grado de miseria al que han sido condenados por las depredadoras y hambreadoras políticas públicas de la autodenominada “revolución bonita”.

Pero la situación de las y los enfermeros es apenas la punta del iceberg del gigantesco malestar que vive el pueblo venezolano. Son también los profesores y trabajadores universitarios, los maestros, los funcionarios y obreros de la administración pública, los bomberos, los efectivos policiales, los profesionales y obreros de las empresas básicas de Guayana, los trabajadores de la industria petrolera, de la industria eléctrica, de las telecomunicaciones, los pensionados y jubilados, lo mismo que los trabajadores del sector privado en todas las ramas de actividad económica, quienes se encuentran sometidos por igual a la pulverización de sus salarios. Y qué no decir de la desesperada situación que aqueja a los numerosos desempleados, a los indigentes y a los niños de la calle, todos en escandaloso número y gravedad creciente.


La situación de los profesionales de enfermería es, en buena medida, la misma que vive la inmensa mayoría de los venezolanos.

Razones para protestar sobran en la roja-rojita Venezuela petrolera. Y las enfermeras y los enfermeros lo están haciendo de manera ejemplar: en unidad, sin distingos ni interferencias partidistas, pacíficamente y sin incurrir en guarimbas ni en excesos o provocaciones que generen violencia o afecten a la comunidad.

La lucha del gremio de enfermería se enmarca perfectamente dentro de la línea democrática, pacífica y constitucional que debe signar las acciones populares en demanda de soluciones urgentes a la destrucción del aparato productivo y a la pavorosa hiperinflación a que han conducido las erráticas políticas gubernamentales.

Por supuesto que la solución definitiva a la crisis multidimensional que atraviesa Venezuela es un cambio en el modelo político y económico que rige en el país, cambio que el 20 de mayo pudo haber sido y no fue gracias a una abstención electoral que le dio oxígeno a Nicolás Maduro por varios años más. Pero no se les puede pedir a las enfermeras y enfermeros, ni a ningún sector de los trabajadores del país, que se abstengan de luchar por sus derechos y se crucen de brazos a esperar un cambio de gobierno.

Ellos tienen todo el derecho del mundo a demandar de las autoridades sus legítimas reivindicaciones salariales y la urgente dotación de insumos básicos para la elemental atención a los pacientes de los centros públicos de salud.

Queda claro, eso sí, que la lucha pacífica de los trabajadores de la salud y demás movimientos sociales exhibe en su grotesca dimensión el rotundo fracaso del “Socialismo del Siglo XXI” y la incapacidad de la cúpula gobernante para conducir los destinos de la república. 

23-07-18




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