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viernes, 27 de julio de 2018

La crisis universitaria, por @camilodeasis




Juan Guerrero 26 de julio de 2018
@camilodeasis

En la más reciente información sobre la posición de las universidades latinoamericanas en el ranking académico internacional, entre las primeras 100 instituciones, solo aparecen 2 centros académicos venezolanos, la Universidad Simón Bolívar (39) y la Universidad de Los Andes (61), descendiendo 13 y 15 posiciones, respectivamente.

Los primeros puestos están ocupados por centros universitarios de Brasil, México, Argentina, Chile, y hasta Jamaica que viene a suplantar el puesto ocupado por la Universidad Central de Venezuela, que queda fuera de las primeras 100 universidades latinoamericanas.

Semejante descalabro es consecuencia de un sistemático y sostenido plan del régimen totalitario venezolano para controlar, al costo que sea, la universidad republicana, democrática, autónoma y pública. El cerco por insuficiencia presupuestaria y sueldos que en promedio alcanzan, entre 2 y 3,5 dólares al mes para el personal docente, administrativo y de servicio, además de las miserables becas a los estudiantes, que apenas sobrepasa 1/4 de dólar, imposibilitan los procesos de optimación en la investigación, extensión y docencia.

Aunado a ello la infraestructura universitaria no recibe mantenimiento ni servicios, tanto a su edificación como de áreas verdes. Esta realidad es dolorosamente palpable en centros académicos, como el Instituto de Medicina Tropical de la Universidad Central de Venezuela, donde los continuos robos están desmantelando lo que ha sido un centro académico de referencia mundial en el estudio de enfermedades tropicales.

Semejante es la realidad que se observa en los talleres de formación de la facultad de Arquitectura y Urbanismo. Murales de prestigiosos artistas se encuentran deteriorados. El área de la biblioteca con libros, revistas, pupitres y mesas rotas junto con todo el área sucia y completamente descuidada.

En el estado Bolívar, la Universidad Nacional Experimental de Guayana no escapa a este dantesco y espeluznante espectáculo de deterioro y marginalidad. En su sede de Puerto Ordaz (Villa Asia) las aulas básicas fueron clausuradas por riesgo de siniestro y en la actualidad se están cayendo a pedazos. Los antiguos espacios que eran para uso del personal docente (cubículos) fueron transformados en aulas y los profesores quedaron sin tener dónde ofrecer sus asesorías académicas. Las sedes más remotas, como Caicara del Orinoco y Santa Elena de Uairén, en los límites con Brasil, están prácticamente vacías porque gran parte del personal junto con estudiantes, se han ido, y no precisamente por falta de interés en la academia. Es que el hambre de todo tipo, principalmente el de alimentos, en la práctica los excluye del sistema universitario.

Por su parte, en la facultad de Veterinaria de la Universidad Centroccidental Lisandro Alvarado, en la región central venezolana, hace tiempo que los cuadrúpedos y rumiantes fueron robados, descuartizados, cocinados y comidos. En la facultad de Agronomía, las plantaciones experimentales, junto con los sistemas de aires acondicionados, ventiladores, fueron sustraídos, así como las baterías y cauchos de los vehículos, usados para transporte y prácticas de campo.

La crisis del sistema universitario venezolano no es solo por el obsceno sueldo que se le viene cancelando al personal docente y de investigación, personal administrativo y de servicios, así como la asignación de becas de hambre a estudiantes. Es también el precario presupuesto que el Estado venezolano, a través del régimen totalitario, envía –casi siempre con retraso- a las universidades.

Eso se traduce en la cancelación de sueldos y salarios que no permiten vivir dignamente. Todo el presupuesto y pago está absolutamente centralizado y controlado por las autoridades gubernamentales del régimen.

En tales circunstancias no hay posibilidad para actualizar los servicios bibliotecarios. Tampoco la dotación para laboratorios ni mucho menos, para adquirir materiales, equipos y suministros a los centros de investigación de alta tecnología. Ni pensar en enviar investigadores para cumplir pasantías en universidades y centros científicos, tecnológicos y humanísticos en universidades extranjeras.

Por otra parte, la única vía que poseen los docentes-investigadores y estudiantes, tanto de pre como de postgrado, es la Internet. Sin embargo, en muchas universidades por falta de pago, este servicio no existe o está intermitente o, lo más doloroso, censurado en aquellos centros controlados ya por el régimen.

Cuando hemos escrito sobre las condiciones de vida casi infrahumanas de la gran mayoría de los docentes-investigadores universitarios, tanto activos como jubilados, muchos en franco proceso de desnutrición por falta de alimentación continua, balanceada y nutritiva, es porque la realidad es notoria, pública y comunicacional. Esta otra cara es el rostro espiritual que está presentando el Alma Mater en Venezuela. El abandono es acelerado en todas sus facultades, escuelas e institutos.

Por ello no es de sorprender que por estos días los investigadores de un centro de investigación de primerísimo nivel académico como el Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas (IVIC), conocido internacionalmente, debieron salir de sus aulas y laboratorios a protestar por sus bajos sueldos y la insuficiencia presupuestaria.

La dolorosa realidad nos está indicando –esto venimos advirtiéndolo desde hace unos cuantos años- que la excelencia de la educación universitaria en Venezuela está deteriorada a tal extremo, que el sistema universitario nacional se ha transformado en la práctica, en un gigantesco liceo donde solo es posible medianamente, dictar docencia de aula. Esto, aun con la precariedad de no contar, ni con suficiente ventilación ni luz en aula, ni marcadores, ni borradores, ni material audiovisual, ni hojas para suministrar a los estudiantes en ciclos de exámenes.

Sin embargo y aun con esta tragedia universitaria, tenemos que empujar adelante la rueda del proceso académico en la producción de conocimiento y orientar hacia un cambio radical para imponer, desde la razón y la justicia, una educación de excelencia académica y de primer nivel. Todavía tenemos en nuestro país personal profesional capacitado y dispuesto para asumir el compromiso y superar la emergencia universitaria.

Juan Guerrero
@camilodeasis

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