Hay demasiadas sombras como para ver la pequeña luz al final del túnel. Y las señales que vemos en el radar no son definitivas. Esa sería la conclusión de esta entrevista. Si se imponen más sanciones, decisión que pende de una fecha (el 10 de enero de 2025), podría repetirse el escenario que vivimos en 2014, una gran escasez y una actividad económica sin signos vitales.
El crédito bancario ha crecido, pero a una altura liliputiense: 2.700 millones de dólares frente a los 47.000 millones de Ecuador, un país pequeño y con una población menor a la de Venezuela. Hay sectores que han despertado del largo letargo productivo: el sector agroalimentario, el de telecomunicaciones y en materia de servicios, hay emprendedores locales que intentan llenar el vacío que dejaron las empresas multinacionales después de la “época de las expropiaciones”. En el mercado hay demandas que no han podido satisfacerse.
Un país sin sanciones, con una institucionalidad “descalabrada”, tiene un potencial económico comprometido. Los jóvenes no tienen claro si pueden desarrollar sus proyectos de vida. Entonces, Venezuela sigue siendo una ecuación sin respuesta.
Quien habla es Leonardo Vera*
Querámoslo o no, el escenario internacional seguirá impactando la vida en Venezuela. Tenemos además una fecha, el 10 de enero de 2025. ¿Cuál es su percepción?
Tenemos los peores escenarios con nuestros socios tradicionales: Estados Unidos, Europa y nuestros vecinos en América Latina. No hay un clima de relaciones económicas favorable, que propicie el comercio y las inversiones. Quizás esa realidad no cambie a partir del 10 de enero, incluso podría deteriorarse aún más, porque un clima de relaciones políticas hostil, conlleva a malas relaciones económicas.
En 2019, el gobierno de Estados Unidos amplió las sanciones con la política de “máxima presión”, pero esa experiencia dejó un aprendizaje en el gobierno venezolano.
Sin duda, ellos han intentado neutralizar el efecto de las sanciones. Lo han hecho de varias maneras, tratando de entender la experiencia de Rusia e Irán, países que han vivido bajo un marco de sanciones durante mucho tiempo y, que al día de hoy son aliados. Diría que, de alguna manera, esos países han transmitido un aprendizaje. Por otro lado, tanto el gobierno como el sector privado han tratado de evitar el peor impacto de las sanciones. Pero ese universo nunca será mejor que el universo sin sanciones. Si vamos a hablar de Venezuela, creo que no nos hemos percatado de que hace tiempo que vivimos con sanciones, con una diferencia no menor: se aprobaron dos licencias, muy específicas y muy importantes —para el sector de los hidrocarburos—, que las han flexibilizado. Pero cualquier empresario privado que haga transacciones (comerciales o financieras) con el gobierno o agentes del gobierno, corre el riesgo de ser sancionado. Las sanciones contra PDVSA y el Banco Central siguen vigentes. Y créeme que pesan.
Vamos a profundizar en el escenario de Venezuela con más sanciones. ¿Cuáles serían los sectores más afectados?
El sector de hidrocarburos es muy sensible, por el hecho de que es la actividad económica a partir de la cual el gobierno recauda buena parte de sus ingresos. El sector financiero, todo lo que pase allí tiene un impacto masivo. Voy a un ejemplo. Imagina una prohibición para que las franquicias Visa o Master Card no puedan operar o hacer negocios en Venezuela. Eso afectaría a todos los usuarios de las tarjetas de débito.
Se afectaría el consumo y las importaciones. ¿El escenario sería similar al que vivimos en 2017?
Recuerda que en 2014 vivimos un período de enorme escasez en Venezuela. No sólo lo sufríamos los ciudadanos de a pie, sino las unidades productivas. No había materia prima, así que ni podías procesar ni podías producir. Escaseaba de todo, hasta la pasta de dientes. Y el control de cambio más estricto que nunca, porque no había divisas. Si se aplican sanciones que afecten el flujo de divisas que entran a Venezuela, yo no descartaría que nuevamente se aplique un control de cambio. Claro, a sabiendas del daño que eso causa, porque aquí hubo un aprendizaje. El gobierno sabe que a raíz del levantamiento del control de cambio y de precios las cosas mejoraron. Si escasean las divisas ya sabemos lo que podría pasar. Entonces, no podemos descartar ese escenario.
El sector privado vive un clima más favorable a la actividad económica y a los negocios. Ni al ciudadano de a pie, ni a los empresarios les interesa regresar al escenario de 2014.
Si fuese el caso, estaríamos dando por hecho que las sanciones no van a ser tan duras como las que se aplican al día de hoy. ¿Qué se van a profundizar? El sector privado no está esperando eso, ni lo quiere para nada. Tampoco creo que la población en general lo quiera. La experiencia nos dice que las sanciones no han afectado a quienes toman las decisiones que restringen las libertades económicas (o democráticas). ¿Vas a matar a un zancudo con una bomba atómica? Las sanciones no tienen un efecto quirúrgico. Si se impone un escenario tan adverso, no vas a tener el acompañamiento del sector productivo y probablemente el de toda la población. Aquí también hay un aprendizaje. Las sanciones ya han llegado bastante lejos. ¿Podrían llegar más lejos? Sí, tanto como que las operadoras internacionales decidan irse del sector de los hidrocarburos.
Dejaría de funcionar la herramienta que ha contribuido a aumentar la producción petrolera.
La mejoría que experimenta el sector se debe a la participación de esos socios. Quiero ir más allá. Aquí lo que ha pasado es que el gobierno entendió que no puede hacerlo todo. Entonces, empezó a abrirle espacios al sector privado, para que el ciudadano pudiera tener una respuesta. Los vemos en servicios claves como salud y educación (sectores propios de la función pública), en los cuales hay una creciente participación del sector privado. Lo vemos en clínicas pequeñas que compiten en precios, en empresas de telecomunicaciones que instalan su propia fibra óptica, en unidades educativas. Diría que para el gobierno es muy importante que el sector privado esté fortalecido.
Hay nuevos y viejos grupos económicos que están funcionando. Más allá de la percepción política que pudiéramos tener. ¿Entonces?
No todo el que esté haciendo inversiones, y le está yendo bien, es porque está conectado con el gobierno. Eso hay que aclararlo. Lo que ocurre es que en Venezuela hay poco estudio y se levanta poca información sobre cómo se mueve el sector privado. Buenas relaciones con el gobierno tienen viejos y nuevos grupos empresariales. Viejos y nuevos inversionistas. Muchas necesidades del mercado venezolano quedaron insatisfechas durante la época de las expropiaciones. El vacío que dejaron las empresas multinacionales lo han llenado nuevos emprendedores. Esa es la verdad. El ingreso per cápita del venezolano ha venido subiendo poco a poco, aunque está muy lejos de lo que era 10 años atrás. Entonces, en la medida que tu ingreso sube, tu escala de necesidades también. Te puedes dar el lujo de pasar unas vacaciones en Choroní, por ejemplo. Y ese servicio, no lo podías comprar antes.
Esa posibilidad también va a desaparecer si se aplican las sanciones, porque la economía no va a crecer.
Hay un ejemplo muy bueno que te muestra lo que hemos ganado, que obviamente no es mucho. El crédito aumentó 99 por ciento en el último año y la cartera crediticia de la banca llegó a 2.700 millones de dólares, de acuerdo a reportes de firmas consultoras. Yo fui a averiguar cuál es la cartera de créditos de la banca en Ecuador, un país de 17 millones de habitantes, pues bien: es de 42 mil millones de dólares. Hemos recorrido un trecho, es cierto, pero estamos lejísimos. Y corremos el riesgo de que ese trecho que hemos recorrido y que hemos mejorado, lo perdamos. O que se estanque, lo que también es malo, porque todavía no hay espacios productivos para que la gente joven pueda desarrollar su proyecto de vida. Ellos saben que no pueden avanzar en un contexto como el que tenemos. Ese pequeño trecho puede ser menoscabado por la crisis política en la cual el país se ha metido.
El pequeño trecho que hemos avanzado es el resultado de una mayor actividad económica. Si seguimos por esta vía, nos vamos a encontrar con un modelo económico distinto, en el que podemos tener cierto bienestar económico, bajo un gobierno autoritario, caracterizado por la mayoría de los países de Occidente como una dictadura.
Ese modelo existe, pero no sabemos si podría funcionar en Venezuela. Esa es la aspiración de quienes están gobernando.
Realmente, las expectativas económicas pueden cambiar, pero la necesidad de bienestar económico es tan marcada como la necesidad de tener libertades.
Estamos viviendo ese proceso, porque la lucha política ha sido muy larga en Venezuela. Hay fatiga. La gente comienza a ocuparse de lo suyo, de sobrevivir lo mejor posible. Es muy difícil que alguien se entregue a una lucha que no está ganando. Entonces, mucha gente dice hasta aquí. Vivimos un clima en el que decaen las expectativas políticas. Pero ese clima, en realidad, ya lo hemos vivido.
Ya invirtió en esa lucha tiempo, esfuerzo, calidad de vida.
Diría que la expectativa que tiene el poder es que la gente termine de aceptar que puede vivir bajo ese clima, donde los derechos ciudadanos (que son tan o más importantes que los derechos políticos) en buena medida están conculcados. Eso tiene un costo, porque el ciudadano vive con temor. Pero, por otro lado, el país ofrece oportunidades y hay necesidades que cubrir. Y la gente tiene que salir adelante. Los venezolanos han demostrado su capacidad de emprender. Entonces, hay gente que le está apostando a su emprendimiento. No creo que eso sea criticable.
El gobierno se puede salir con la suya, ¿Cierto?
Sí, siempre y cuando le pueda transmitir al ciudadano la idea de que tomó un camino que le puede generar prosperidad. Pero eso todavía no sucede y puede que no ocurra. El tema es que el gobierno no está claro en que ese sea el escenario que el venezolano pueda vislumbrar. Tampoco creo que la gente tenga claro que deba sacrificar derechos ciudadanos por un país al que le va a ir bien económicamente. En este momento, hay muchas sombras. Pero esa es la aspiración del gobierno. Lo han dicho muchas veces y ponen como ejemplo el modelo chino.
Autoritarismo con bienestar económico.
Sí, pero estamos muy lejos del modelo chino. Venezuela es un país sin instituciones, sin respeto por las leyes.
Tampoco hay escala para crecer económicamente, como China.
Obviamente. Tampoco ha llegado la inversión extranjera, ni se ha producido la mudanza de sectores industriales, como ocurrió en China. Diría que, para Venezuela, ese sueño es poco o nada realizable. No tiene el mercado ni la potencialidad que tuvo China en su momento. El hecho de que la institucionalidad esté muy descalabrada merma mucho la calidad de vida de los venezolanos. Tendríamos que hablar de desarrollo, en el sentido más amplio. Desarrollo, como dice Mark Jansen, también son derechos políticos, libertades, oportunidades, para hacer las cosas. En ese marco, estamos lejísimos. Desde esa perspectiva tenemos que pensar que esa ruta es muy difícil para los venezolanos, porque no tenemos lo indispensable para alcanzar lo que llamamos calidad de vida.
Lo otro es el país sin sanciones, ¿Pero en qué marco? Con una institucionalidad descalabrada, con un poder adquisitivo muy mermado, con una oferta de servicios escasa o inexistente. Entonces, te queda un fresquito porque no hay sanciones, pero…
… lo que pasa es que el país sin sanciones supone que hayas resuelto una gran cantidad de asuntos. Uno, tus relaciones con los vecinos. Dos, tus relaciones con los Estados Unidos. Tres, tus relaciones con la Unión Europea. Cuatro, tus relaciones con los organismos internacionales (FMI, BM, BID). Si todo eso está en el paquete de una Venezuela sin sanciones, la historia puede ser otra. Tengamos en cuenta, por ejemplo, la necesidad de volver a insertarnos en los organismos multilaterales. Venezuela requiere de asistencia financiera en una cuantía importante, pero lo único que recibe el país es la asistencia de Naciones Unidas para atender la emergencia humanitaria a través de sus agencias. Sólo llegas a un país sin sanciones si encuentras una salida a toda la problemática geopolítica y te reconectas en la economía global.
Un país sin sanciones requiere de una gestión útil y competente, sabiendo que tiene que hacer sacrificios.
Sin duda. Pero se nos abre un mundo de grandes oportunidades, pero no sólo en el entendido de que se han levantado las sanciones, sino lo que implica (las acciones que tenemos que tomar) para llegar hasta allí. Sabemos que las sanciones están condicionadas, hasta el punto en que alguien podría decir: las sanciones no se levantan si antes no se reconoce lo que ocurrió el 28-J. ¡Ah, tenemos que enderezar ese entuerto! Imagínate tú lo que tenemos que enderezar. Sería un país con otro tipo de garantías políticas. Las probabilidades cambian, siempre y cuando el país esté dispuesto a cambiar. Y eso es importante decirlo. En el radar debería haber una señal que nos guie hacia el mejor camino que podamos tomar.
No creo que se pueda resolver la crisis electoral.
Hay un escenario en el que nada ocurra en materia de sanciones económicas y financieras. Y nos quedamos en el punto donde hoy estamos. Otro escenario sería el incremento de las sanciones, eliminar la licencia a Chevron y al resto de las operadoras que hoy invierten en Venezuela, afectar el comercio y el transporte marítimo… enfrentaríamos una realidad mucho más difícil.
¿Cuál sería su balance final?
El tiempo es el mayor aliado del gobierno. En la medida que se va superando la coyuntura política y disminuya el descontento, la indignación y el espíritu de lucha, se beneficia quien ejerce el poder. Lo que vendría entonces es resignación y una ausencia de la acción política.
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*Economista por la Universidad Central de Venezuela. Master en Economía en Roosevelt University (Chicago), PhD en Economía en University of East London (Inglaterra). Profesor titular de la UCV. Presidente de la Academia Nacional de Ciencias Económicas y Sociales de Venezuela. Experto en Macroeconomía y Desarrollo, Teoría Económica Post Keynesiana y Políticas Públicas para el Desarrollo. Consultor de organizaciones públicas y privadas.
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