Héctor Schamis 22 de septiembre de 2024
En la
España de hoy el chantaje está normalizado y la sancionada Delcy Rodríguez,
impedida de ingresar a Europa, es bienvenida
El
aforismo es contundente, y así fue como lo expresé en “La Tarde”, programa de
Idania Chirinos por NTN24. No obstante, queda mucho por decir. Para empezar, la
foto es el retrato de un golpe de Estado, un “putsch” contra la soberanía del
sufragio, a las apuradas, bajo sorpresa y desorganizado.
En la escena se hace efectivo el destierro del presidente electo de Venezuela. La imagen es de por sí la confesión de parte de un delito en desarrollo: la impunidad exhibicionista de la dictadura a la vista de todos. Según el régimen, González está firmando una carta en la que admite su derrota en la elección del 28 de julio y reconoce la victoria de Maduro, una “confesión” viciada de nulidad.
Es que
no es competencia de Edmundo González ni de persona alguna determinar un
resultado electoral. Dicha atribución es exclusiva de lo que arroje el cómputo
de los votos con los datos en la mano; o sea, las actas que no mostró el
gobierno y sí mostró la oposición. En ese documento el presidente electo
también manifiesta su deseo de abandonar Venezuela.
Todo
lo anterior por su propia iniciativa y voluntad, dijo Jorge
Rodríguez con su habitual mitomanía y su sobreactuado descontrol. Como
funcionario de más alta jerarquía del poder legislativo su presencia en la
escena, junto a la segunda persona en la jerarquía del Ejecutivo, su
hermana Delcy, indica que se trató de un acto de Estado, de un Estado cuya
única gramática es la represión.
El
lenguaje corporal de los allí presentes comunica exactamente eso. El presidente
electo siendo intimidado y chantajeado, supimos después que sus hijas eran la
moneda de cambio. Se lo ve bajo coacción y a punto de firmar una declaración
apócrifa, redactada por la dictadura para su auto-incriminación (de cometer
fraude electoral) y la exoneración de Maduro (el verdadero responsable de un
fraude electoral). Una foto vale más que mil palabras, sobre todo si es
evidencia de un acto delictivo.
O
sea, la foto es una confesión de parte, no importa que el régimen
diga que firmó de manera voluntaria. Al verla, la primera idea que vino a mi
mente fue la dictadura militar argentina entre 1976 y 1983. Existen testimonios
de personas que firmaron y entregaron escrituras de sus casas y departamentos
en cautiverio, luego apropiadas por personal militar. Ello ocurría bajo
tortura, lo cual Jorge Rodríguez traduciría como “voluntariamente”.
La
foto también incluye a los cómplices: el ministerio de exteriores de España en
la figura de su ministro y su embajador en Venezuela, el set es en la propia
residencia del embajador español. En la España de hoy el chantaje está
normalizado y la sancionada Delcy Rodríguez, impedida de ingresar a Europa, es
bienvenida. Con tanta normatividad vulnerada, ambos funcionarios deberían ser
interpelados en el parlamento, pues es claro que no renunciarán. El
incumplimiento del gobierno de Sánchez de sus obligaciones europeas debe ser
señalado.
Es
que, como los torturadores bajo Videla, ellos también cumplen órdenes, sólo que
en este caso son las del intermediario entre Maduro y el gobierno de España,
pieza angular en la planificación y ejecución de esta operación, desde la
salida de la embajada de Países Bajos con pretextos, el asilo en la de España,
el avión del gobierno y el manejo discursivo.
Hablo
de Zapatero, a quien el propio Edmundo González se refirió como “artífice” de
la reunión entre él y los hermanos Rodríguez el día 7 en la embajada de España.
Cuando Pedro Sánchez llamó “héroe” a González, ese mismo día, la operación ya
estaba en marcha: golpe y deportación en menos de 48 horas. Tanta opacidad no
comenzó hoy; cuatro años atrás escribí un texto titulado “España chavista” en
relación a esto.
El
presidente electo de Venezuela escogió el secuestro de Sánchez-Albares y
Zapatero por sobre el de Maduro y los hermanos Rodríguez en el Helicoide. Es
mejor, sin duda, pero ojalá que tenga claro que no deja de ser un secuestro.
Héctor
Schamis
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