El Pitazo 24 de septiembre de 2024
Luego
del cuestionado resultado electoral del 28 de julio, el panorama común en la
frontera entre Brasil y Venezuela es una fila de venezolanos intentando obtener
un pase temporal y otros documentos para ingresar al país vecino. Fuentes
consultadas por El Pitazo estiman que
a diario cruzan entre 200 y 250 personas, que desean instalarse o van de paso
para continuar a otras latitudes
María Peña (*), una residente del estado Bolívar convertida ahora en migrante, viaja con dos maletas, una bolsa negra en la que lleva una hamaca que no quiere dejar en Venezuela y un envase con pollo frito y pan para el largo camino. Va desde San Félix rumbo hasta Santa Elena de Uairén, el poblado más cercano a la frontera con Brasil, a unos 1.300 kilómetros de Caracas.
De
acuerdo con fuentes consultadas por El Pitazo, incluidos
choferes de autobuses y carritos por puesto que cubren la extensa ruta,
el promedio diario de ciudadanos que cruzan la frontera se estima entre
200 y 250. El dato coincide con medios locales de Brasil. Folha de
Sao Paulo, por ejemplo, documentó que el 26 de agosto se registró un pico
de 740 migrantes, que pasaron al vecino país en busca de una mejor vida.
Durante
años, María fue una de los tantos venezolanos que habían decidido quedarse a
pesar de la dura crisis. Sin embargo, la idea de salir a buscar mejores
oportunidades en otra nación siempre rondaba su cabeza. Confió a El
Pitazo que a menudo se preguntaba cuándo sería el momento
apropiado para irse.
La
respuesta a esa interrogante le llegó la madrugada del 29 de julio, cuando el
Consejo Nacional Electoral (CNE) anunció la cuestionada victoria del gobernante
Nicolás Maduro en las presidenciales. Algo dentro de ella se derrumbó, relató.
“Me
quedé paralizada. No lloré, no me molesté. Simplemente me quedé en silencio y
esa misma noche decidí que ya era hora de irme de Venezuela”,
contó. A las 4:30 p.m., del 9 de septiembre, el ama de casa y
comerciante de 48 años se marchó a Brasil. Salió desde la terminal de
San Félix, en Ciudad Guayana, en un autobús que iba repleto de pasajeros.
Incluso personas de pie y otras apiladas encima de algunas maletas y bolsas,
que se usaron como asientos en el pasillo del bus.
“Había
niños, personas de la tercera edad. ¿Cómo es posible que esto nos esté
pasando? ¿Hasta cuándo?”, se preguntó.
Fila
con la cédula en mano
Después
de 16 horas en autobús por la deteriorada troncal 10, la carretera
internacional que atraviesa el estado Bolívar y pasa por las zonas mineras,
María llegó a Santa Elena de Uairén a las 8:00 a.m., del martes 10 de
septiembre. En el pequeño pueblo fronterizo venezolano, el panorama parecía el
de un día normal, pero mientras más se acercaba a la línea limítrofe, donde
están las banderas de ambos países, la cantidad de personas aumentaba. María
esperó en una fila de por lo menos 180 personas para poder obtener su pase de
entrada al vecino país.
El
panorama que observó María, y que ha sido difundido en videos a través de redes
sociales, corresponde a la operación Acogida, que implementa Brasil desde hace
varios años para recibir a los migrantes venezolanos que salen por la
difícil situación económica y social que se vive bajo la
administración de Maduro. Muchos llegan a instalarse en ciudades brasileñas,
pero otros solo escogen esas localidades como lugares de paso, para luego
seguir rumbo a otras latitudes.
Luego
del cuestionado resultado electoral, las relaciones entre Venezuela y Brasil
han pasado de cordiales a tensas (por lo menos desde el punto de vista
mediático), pero las fronteras entre ambos países se mantienen abiertas. De
hecho, María Peña dijo que cuando vio lo ocurrido en la Embajada de Argentina,
que está bajo custodia de Brasil, sintió miedo de viajar, porque pensaba que
Nicolás Maduro podía cerrar la frontera.
“Cuando
llegó mi turno en la cola estaba algo nerviosa, pero solo me pidieron
mi cédula y me dieron un pase, fue relativamente rápido. No me tardé
tanto, imagino yo porque tenía la ventaja de que, aquí (en Brasil), tengo donde
quedarme y venía con mi hermana, que ya tiene sus papeles. Algunas personas sí
me dijeron que tenían varias horas allí esperando y otras hasta un día
completo, pero desconozco cuál era la situación que presentaban o si no tenían
documentos”, aseguró.
María
recibió un pase temporal o permiso por 60 días. En ese tiempo
debe tramitar sus papeles de residencia, trabajo y cartera de salud. Otras
personas que no tienen lugar para alojarse se refugian en el albergue
de Pacaraima mientras obtienen la documentación.
“Me
dijeron que si en esos 60 días no tramitaba mis documentos, tenía que salir del
país y luego volver a ingresar y seguir con el proceso. Aunque algunas personas
me comentaron que el Gobierno brasileño no es tan estricto con esa norma”,
indicó.
En
Venezuela, la migrante se dedicaba al comercio informal en el centro de
San Félix, no obstante, indicó que los ingresos no eran suficientes.
Ella había depositado todas sus esperanzas en la última elección presidencial y
en la candidatura del embajador Edmundo González respaldada por la dirigente
María Corina Machado.
Reveló
que, a principios de año, sus tres hijos de 30, 24 y 19 años se
internaron en las minas de El Callao y Guasipati, en pleno Arco Minero del
Orinoco, en busca de mayores ingresos. Desde entonces ella se quedó sola en su
casa, ubicada en la zona rural Pozo Verde, en el municipio Caroní.
Ahora,
María ya está en Boa Vista, en el estado de Roraima. Aún no ha
conseguido trabajo y se adapta a muchos cambios a la vez, comenzando por el
idioma y las altísimas temperaturas que se registran en el norte de Brasil.
Viajar
para votar
Como
ella dijo, no viajó sola. María se embarcó en el autobús con su
hermana, Marisol Peña (*), quien reside en Brasil desde hace unos tres
años, pero a mediados de julio regresó a Venezuela para votar y se quedó un par
de semanas después de anunciados los resultados, con el fin de participar en
las manifestaciones convocadas por la líder opositora María Corina Machado.
“Yo
regresé de nuevo a Brasil porque tengo que seguir en mi trabajo aquí,
pero no pierdo las esperanzas de que la situación cambie en Venezuela.
Cuando me despedí esta vez, le dije a mi familia que espero regresar en enero,
en el nombre poderoso de Dios, después del 10 de enero”, afirmó la migrante de
50 años, quien trabaja de camarera en una modesta posada en la
periferia de Boa Vista, en el estado de Roraima.
Para
Marisol, que Maduro haya sido declarado ganador no fue una derrota para la
mayoría opositora; considera que es parte del proceso de cambio. “Yo creo que
todos sabemos que ellos (la administración de Maduro) no iban a entregar el
poder así nada más, pero nosotros hicimos lo correcto: votar y participar. Yo
hice mi parte y me voy satisfecha. Lo demás se lo dejo a Dios”, dijo.
El 6
de septiembre, el Instituto Brasileño de Geografía y Estadística (IBGE) informó
que solo en el estado de Roraima hay 7.243 migrantes que han
sido acogidos en refugios temporales, que se corresponden con un censo de 2022.
La capacidad máxima de estos albergues es de 9.000 personas, según una nota
publicada por el medio brasileño globo.com
En
Roraima hay 7 sitios de acogida para venezolanos; 5 están en
Boa Vista, la capital, y 2 en Pacaraima. De la cifra total difundida por IBGE y
citada por globo.com, 3.696 son hombres y 3.546 mujeres. De esa
data, se desprende otro registro: 2.959 son niños, niñas y adolescentes de 0 a
14 años, seguido de 2.325 personas de 30 a 80 años y otras 1.958, que tienen
entre 15 y 29 años.
La
Plataforma de Coordinación Interagencial para Refugiados y Migrantes de
Venezuela publicó en su página web www.r4v.info que, actualmente, en Brasil hay
585.361 venezolanos en condición de refugiados, migrantes y solicitantes de
asilo, lo que convierte al país en el tercer destino con más diáspora
venezolana. En los dos primeros lugares están Colombia y Perú. Los
datos están basados en registros del Comité Federal para la Recepción de
Migrantes de Brasil.
Llegar
a Brasil por la frontera: ¿cuánto cuesta?
El
viaje que hicieron las hermanas Peña en autobús costó 70 dólares por
persona, desde San Félix. Ese pago incluye el bus que las dejó en
Santa Elena de Uairén y luego otro que las recogió después de concretar sus
papeles y las dejó en la norteña ciudad de Boa Vista, donde se instalaron.
Para
conectarse de un lugar a otro, en la terminal de San Félix les dieron el
contacto de una persona, una mujer que las esperó en la frontera y se aseguró
de subirlas al siguiente bus en el lado brasileño.
Manaos
también es una ciudad a la que ha llegado una cantidad importante de
venezolanos. Hasta ese lugar, el costo del boleto en autobús aumenta a 130
dólares. Por razones de índole económica, los carritos por puesto tienen menor
demanda: solo hasta la frontera, el precio de un pasaje está en 100 dólares.
Servicios
de taxi en la frontera
El
movimiento migratorio postelectoral también ha impactado en la economía
de Santa Elena de Uairén, en el municipio Gran Sabana, por lo menos en
materia de transporte y movilización. Taxistas locales le dijeron a El
Pitazo que los servicios se han triplicado durante las últimas
semanas, debido a la llegada de venezolanos dispuestos a cruzar por la
frontera.
El
servicio particular de taxi desde esa terminal hasta Pacaraima es de 60 reales
brasileños o 12 dólares. Del otro lado de la frontera también hay líneas de
taxi que cobran cada puesto a 85 reales o 18 dólares hasta la población de Boa
Vista.
Una
vecina de Santa Elena de Uairèn dijo a El Pitazo que,
aunque no hay escasez de alimentos en el pueblo, considera que la economía ha
estado lenta porque los migrantes no transitan por la localidad, sino que van
directo a la línea fronteriza.
(*)
Las identidades fueron modificadas por seguridad y a petición de las
entrevistadas.
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