sábado, 29 de mayo de 2010
¿Saboteo o campanada?
Por Ana Julia Jatar
El acuerdo de canje de uranio firmado en Teherán esta semana con la participación del presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdogan, y el de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, ha levantado una ola de reacciones que incluyen sentimientos de confusión, indignación y admiración. ¿Qué fue lo que pasó realmente? Para algunos, este fue un acto de complicidad inaceptable de Lula y Erdogan con el gobierno de Ahmadinejad para sabotear las sanciones que contra esa república islámica se están redactando en el Consejo de Seguridad de la Organización de Naciones Unidas. Recordemos que Irán desafió la prohibición de la ONU e intensificó su programa de enriquecimiento de uranio el pasado febrero.
Otros no ven la posibilidad real de alianzas estratégicas entre Brasilia, Teherán y Ankara y catalogan el acuerdo como un acto de ingenuidad diplomática del cual pronto se van a arrepentir Erdogan y Lula da Silva. Según esta visión, estos han servido de tontos útiles, pues Ahmadinejad sólo está comprando tiempo.
Pero para otro grupo importante de analistas, este acuerdo significa un exitoso esfuerzo por parte de las naciones emergentes para ser reconocidas como actores importantes en el juego geopolítico mundial.
¿Cuál es, en síntesis, el acuerdo? Irán se comprometió a transferir a Turquía la custodia de 1.200 kilogramos de su uranio débilmente enriquecido, donde quedarían depositados bajo vigilancia iraní y turca. A cambio, en el plazo de un año, Irán recibirá 120 kilos de uranio enriquecido a 20% para emplear en su programa nuclear civil.
Los que defienden el acuerdo argumentan que este plan es una copia del que ofrecieron el año pasado los 5 miembros del Consejo Permanente de la ONU, y que fue rechazado por Teherán.
La única diferencia es que en la propuesta del año pasado el uranio Iraní sería enviado a Rusia y Francia en vez de a Turquía. Por ello, algunos catalogaron como un acto de pedantería de los miembros permanentes del Consejo de Seguridad el anunciar nuevas sanciones a Teherán cuando todavía no se había secado la tinta del acuerdo de ese país con dos miembros transitorios de dicho consejo: Brasil y Turquía.
También es cierto que, inmediatamente después de la firma, Irán anunció de manera desafiante que continuaría con su programa de enriquecimiento de uranio. ¿Quién tiene la razón? Independientemente de cuál resulte ser la interpretación más acertada, lo que claramente ha evidenciado lo acontecido esta semana es que Estados Unidos, junto con los llamados “poderes occidentales", debe repensar el papel de países emergentes como Brasil, China, India y Turquía en el establecimiento de reglas de convivencia mundial. Por falta de esta visión más amplia, se le ha negado la entrada a Turquía a la Unión Europea, por lo que el gobierno de Erdogan ha buscado exitosamente alianzas hacia el Este, lo que lo ha convertido en un jugador muy respetado en la diplomacia regional.
Por otra parte, Brasil, al aprovechar la oportunidad de ser visto como “mediador” entre el Este y el Oeste, no sólo refuerza su imagen de potencia emergente sino que avanza en su propósito de ser miembro del Consejo Permanente de Seguridad de la ONU.
Esta crisis puede convertirse en oportunidad y cambiar el sentimiento que resume un académico chino de la siguiente manera: “Es como si a las naciones emergentes les hubieran permitido sentarse a jugar en la mesa de la ruleta, sólo con el estricto entendimiento de que el Oeste sigue siendo el dueño del casino".
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