Juan Guerrero 28 de febrero de 2019
@camilodeasis
“Todas
las cartas están sobre la mesa”. Palabras más palabras menos es lo que ha
afirmado el presidente Juan Guaidó, recientemente. Es que lo ocurrido en las
fronteras internacionales venezolanas el 23 de febrero, indica que la escalada
de violencia del régimen de pandilleros que encabeza Maduro, va en aumento y no
se espera que aminore su agresividad.
La
presión político-diplomática internacional encabezada por los Estados Unidos de
Norteamérica, así como la Unión Europea, nos están indicando que las acciones
de diálogo, acuerdos y transacciones, cada hora que pasa se están alejando para
dar paso a lo que ya parece inevitable: la intervención militar multilateral.
Los
pandilleros de Maduro se están metiendo en un callejón sin aparente salida. Esa
radicalización de sus acciones, que en los últimos días han dejado una
siniestra suma de 4 indígenas asesinados, más de 25 heridos, 9 desaparecidos y
más de 100 apresados, representa una realidad de evidente y notoria negación a
entrar en diálogo alguno y sí, en asegurar por los hechos violentos la
permanencia en el poder soportado por la fuerza de las armas, la represión y el
asesinato a la población que simboliza la pureza ancestral de lo que somos.
Porque
en la Venezuela de Maduro los registros de las agencias no gubernamentales,
como Provea-Venezuela (nominada en 2018 al Nobel de la paz) indican que
anualmente existen entre 23 a 25 mil muertes de venezolanos. Muchas de esas
muertes han podido ser evitadas o se han ejecutado, por acción u omisión de las
autoridades.
Los
datos estadísticos de organismos independientes, como Fundación Bengoa,
Cáritas, manifiestan su llamado internacional por la presencia de una imparable
desnutrición en la población infantil que ya supera el 15,5% (10% se considera
como alarma internacional, según UNESCO) y un 20% adicional de niños en riesgo
de desnutrición, mientras el 87,4% de la población es pobre (realiza entre 1-2
comidas al día) perdiendo, en promedio, 15 kilos en su masa corporal.
Ciertamente
en Venezuela no existe una guerra convencional de bombardeos y destrucción de
infraestructura, y menos, entre civiles en dos bandos. Pero la violencia que
desde hace poco más de 15 años se viene escenificando en la Venezuela del
Socialismo del Siglo XXI es de otra naturaleza. Viene dándose gradualmente, de
manera planificada y ejecutada por el Estado contra la población, a partir de
un sistema de controles en el suministro de alimentos, medicinas, seguridad y
servicios públicos que ya es imposible de ocultar.
Esta
violencia de Estado devino en destrucción sistemática de todo el aparato
económico venezolano, con la industria petrolera a la cabeza, así como en la
expropiación de miles de industrias y empresas al sector productivo privado.
El
resultado es lo que ahora se tiene como evidente, notorio, público y
comunicacional que es imposible ocultar: la miseria generalizada del
venezolano.
Bajo
estas circunstancias y ante la absoluta indefensión de la población, las
denuncias sobre evidencias ante organismos internacionales, como la Corte Penal
Internacional, Comisión Interamericana de Derechos Humanos, Parlamento Europeo,
entre otros. Se han verificado las denuncias y reclamado las responsabilidades
a la jerarquía política que de facto (usurpación) detenta el poder en
Venezuela.
La
actual complejidad política reinante está llevando a los países de Occidente a
la última opción que de hecho, resultará trágica y ciertamente dolorosa para
todos: la intervención militar multilateral por razones humanitarias.
De
darse y siguiendo los protocolos de las instituciones responsables de llevar a
cabo esta acción, responderá a principios establecidos, tanto en convenios
internacionales como en nuestra misma Constitución nacional (Artículo 187,
numeral 11). Esto implica el respeto, resguardo y defensa de la población
civil.
La
injerencia militar multilateral que se indica está orientada a ejecutarse
contra los miembros del régimen que han desatado esta “guerra del hambre” y de
aquellos que se enfrenten violentamente a las fuerzas militares combinadas.
Esto es, los llamados miembros de los organismos militares y paramilitares,
grupos guerrilleros, terroristas y asesores (espías).
Como
falsamente se ha estado especulando, de darse esta acción militar
multinacional, en ningún momento se realizaría acción bélica contra la
población civil. Pero ciertamente quienes estarían sujetos a ser blanco de esta
acción, son los llamados pandilleros, criminales y secuaces del régimen. Por
ello su empeño en no dejar pasar la ayuda humanitaria como primer paso, a una
eventual participación de miembros militares de otros países.
Indudablemente
que la acción militar combinada traerá cambios radicales para la vida de los
venezolanos y de la región latinoamericana en general. Lo primero que ocurrirá
en lo militar, será la derrota y devastación de la Fuerza Armada Nacional
Bolivariana. Ya de por sí alterada, en tensión e incertidumbre, caerían en una
demoledora desmoralización al ser neutralizadas por las potencias militares de
Occidente. Eso es más que evidente. El solo hecho de ver a sus tropas (soldados
de todos los componentes) físicamente desvalidas, es claro indicio de su
inferioridad.
Políticamente
el régimen dictatorial, encabezado por Maduro, sería borrado del espectro
político nacional. El llamado chavizmo se desmoronaría y sus integrantes
abandonarían las filas del Psuv (Partido Socialista Unido de Venezuela), y la
izquierda latinoamericana se hundiría aún más de lo que ya está.
Ante
semejante debacle militar y político, no quedaría –al menos en los próximos
10-15 años- posibilidad alguna de recuperación, ni para el chavizmo ni para los
movimientos de izquierda en Latinoamérica, dado que Venezuela ha sido en los
últimos 20 años, el faro rojo del izquierdismo. El otro riesgo que, obviamente,
se ve inminente bajo esta óptica es la vieja revolución cubana.
De
hecho, con el desastre humanitario y político que se evidencia en Venezuela, ya
está por entrar en otro “período especial” buscando arrimarse a la economía
mexicana para seguir parasitando a punta de “tortillas”.
De
ninguna manera alentamos intervención militar para resolver la alarmante y
dramática coyuntura venezolana. Pero los actos de Maduro y sus pandilleros no
están dejando a las potencias occidentales otra mejor opción. Mientras no se
tome la “mejor decisión” –que ya no parece estar en suelo venezolano- mueren
por hambre y falta de medicamentos, todos los días, cientos de venezolanos que
pueden salvarse. ¡El grito de ayuda es desesperante!
Juan
Guerrero
@camilodeasis
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