Américo Martín 18 de marzo de 2019
Con el
temple que le caracteriza, el presidente interino ilustró la situación diciendo
que pronto ocuparía su oficina en el Palacio de Miraflores. No siempre ha
podido cumplir sus anuncios; por ejemplo el “sí o sí” de la ayuda humanitaria.
El régimen agotó sus reservas de malignidad para frustrarla mientras sus
desalmados ejecutores se dieron a entonar cantos de victoria. ¡Bonita
“victoria”!: causantes de la tragedia, impiden a tiro limpio paliar cuando
menos sus macabros efectos.
En
cambio la supuesta derrota de la operación opositora expandió por la superficie
mundial la solidaridad con Venezuela y el desprecio sin atenuantes a la índole
cruel del régimen socialista. Podría Maduro repetir con más razones que el
general macedonio Pirro, las palabras de éste tras la última batalla en
apariencia ganada a los romanos en el sur de Italia:
Otra victoria como esa y me quedaré sin
soldados
Y
digo, “con más razones” porque la cantidad de nuevos países amigos de la
alternativa democrática encarnada en Guaidó y la AN y la emocionada inclinación
de la opinión pública a su favor, se hicieron virales con las incidencias de la
ayuda humanitaria. Si por infinita desgracia los urgentes insumos no llegan a
las almas que los imploran, semejante inhumanidad dañará más severamente si
cabe al régimen y certificará la índole humana de la lucha opositora.
Aunque
en general la experiencia indica que Guaidó y la AN no dan puntada sin dedal,
el mencionado incidente hace ver que las circunstancias pudieran en algún
momento bloquear sus intenciones. Valga lo dicho para preguntarnos: ¿abrirá
pronto el presidente provisional –según anunció- su oficina en Miraflores?
Empleó un tono confiado al referirse a los militares dejando flotar ideas
acerca del avance de sus relaciones con ellos.
No estoy de acuerdo con fracturas en la
cadena de mando, afirmó
Entreveo
que se mantiene correctamente en la idea de evitar salidas cruentas hasta donde
lícitamente se pueda. Pide que no disparen contra el pueblo y cumplan y hagan
cumplir la Constitución. Es obvio que si el régimen se envuelve en arrebatos
violentos tendrá que asumir la entera responsabilidad de lo que ocurra.
Tampoco
ha suscrito Guaidó el clamor de las invasiones, que por supuesto no son
descartables pues el régimen cree que arremetiendo contra la oposición
encubrirá la índole salvaje de su política. Si atentara contra Guaidó no sería
extraño que le respondieran por vía de hecho. Paradójicamente ese factor frena
el zarpazo contra el líder opositor, al tiempo que muestra la fragilidad del
Poder.
Dudo
que EEUU dicte, a las primeras, medidas de ese tipo, que podrían ser
innecesarias y potencialmente cuestionadas, si, como se aprecia, el régimen
sigue su acelerado declive. Imperdonable ingenuidad es decir que solicitar la
invasión equivale a desencadenarla, más todavía si los solicitantes permanecen
a cómoda distancia.
Dados
el caos económico, la producción petrolera -según Asdrúbal Oliveros- en trance
de caer a 500 mil b/d, el desastre eléctrico y demás calamidades encendiéndose
como ansiosas luciérnagas, el cambio lo tenemos a la vista. Son varios sus
elementos condicionantes: liderazgo unificado Guaidó-AN, poderosa y activísima
comunidad internacional, temple o desinterés de la inteligencia castrista,
indecisa FANB, gastada burocracia oficialista, y colectivos sin especial
convicción
Guaidó
ocupará, sin duda, su oficina presidencial. Pero subsiste algo importante:
¿cómo será el cambio? Si el régimen negociara un tránsito pacífico, sería
excelente. Si no quiere o no lo dejan, duro será para nuestro país y peor para
él. Porque preferible es, Nicolás, salir pacíficamente al abrigo de la
Constitución, que ser arrollado por la turbamulta.
Américo
Martín
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