Por Arnaldo Esté
Esta reflexión sobre el
lenguaje y las reiteraciones y clisés de muchos periodistas y políticos, la
escribí el jueves en la mañana: ¡todavía había luz!
El mantenimiento del
patrimonio no ha sido cualidad de la petrofilia. Por el contrario, el
despilfarro y la distancia entre el trabajo y el producto han dominado la
eticidad de la nación. Eso, con el comandante, de alguna manera oculta,
apareció como cualidad: el despilfarro. No fue cosa de ideologías: fue cosa del
poder y su preservación.
Repiten el discurso fatigado
del sabotaje y el imperio, una repetición que ahora tiene sabor a despido. ¿Son
de derecha?, ¿de izquierda? Y, en el mundo, ¿quiénes son de izquierda y quiénes
de derecha?
A la penuria por la
alimentación y las medicinas, se agrega un listado total de carencias:
gasolina, agua, transporte, iluminación, cocina, educación…
Habrá un gobierno de
transición, unas elecciones y un nuevo mandatario, pero los enredos y
dificultades dominarán la escena, hasta el punto de la desilusión y de nuevas
divisiones.
¡Habrá que endurecerse!
***
¡El lenguaje de muchos
políticos y periodistas está lleno de atajos y lugares comunes que no iluminan!
Eso es pertinaz en los voceros del gobierno y notable en esa repetición del
sabotaje cibernético.
Se generan los llamados
gaveteros en los que habrá de colocarse gente, situaciones, personas u
organizaciones que pretenden ahorrarles a los otros el trabajo de pensar.
Tal cosa ocurre desde hace
mucho tiempo, pero se ha remozado a propósito de las crisis europeas y
latinoamericanas. Hay ultraderecha, derecha moderada (matizada), derecha
radical (ufana), izquierda radical, terrorista y algo más confuso aún:
centroderecha. Se usa una suerte de lentes graduados y cubicados en cuyas
cuadrículas se colocarían las novedades. Una hechura del viejo enciclopedismo.
Hubo tiempos en los que
servían como criterios de demarcación la originaria geografía de la Asamblea
Nacional francesa en la que los revolucionarios, que querían acabar con la
monarquía, se colocaban a la izquierda. Una historia muy repetida.
Ahora, ¿cuáles son los
criterios?: ¿cambiar “las cosas” ?, ¿profundizar las mismas cosas?, ¿el sexo de
la gente?, ¿el aborto?, ¿la prevención del embarazo?, ¿el color de la piel?,
¿el derecho a migrar?, ¿la propiedad privada?, ¿las fronteras?, ¿el
autoritarismo?, ¿el apoyo o la condición militar?, ¿la naturaleza?, ¿la
democracia?, ¿la “mayoría” ?, ¿el “pueblo” ?, ¿las tradiciones culturales…?
A esos clisés o gaveteras se
le agrega el mazacote de la verdad digital “enredada”.
Es importante ver cómo
surgen y se establecen nuevos valores, que vendrían a resultar en nuevos
criterios de demarcación, pero ya sin esos referentes topográficos balurdos de
“derecha” o “izquierda”. Valores no universales, pero sí referidos a la propia
historia.
Por ejemplo, profundizar la
democracia es, para mí, llevarla hasta los espacios de las aulas escolares en
los que se cultivaría la dignidad (la calidad de la persona), la participación
(como manera de realizar la dignidad), la solidaridad (como necesidad y
vigencia del “otro” en cada quien), la continuidad con la naturaleza (como
tenencia de sí mismo no separable de ella).
Esos valores serían los
grandes referentes para la percepción y tenencia de “sí mismo” como persona y
la construcción de proyectos de vida.
Son estos valores de
“derecha” o de “izquierda”, los que con mucha diferencia les abren espacio a la
diversidad, que sería así otro gran referente ético.
En este lío de país y detrás
de cada tema o problema social, económico, de vida y salud, tendría que
plantearse la discusión y tomar decisiones. No podemos saber cómo será ese país
y si habrá que –cómodamente– colocarlo en las gavetas de la izquierda o la derecha.
En eso estamos cuando pareciera que la incertidumbre le cede el espacio a la
construcción. Como a todos, me asusta el lío y, a la vez, me apasiona la
interrogante. Irá naciendo este nuevo país.
13-03-19
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