Por Marino J. González R.
En los últimos diez años la
sociedad venezolana ha vivido con la angustia de que en cualquier momento se
iba a producir un “gran apagón”. Los equipos técnicos del país especializados
en el sistema eléctrico, lo habían reiterado de manera sistemática. Hay que
recordar que Venezuela llegó a contar con uno de los sistemas eléctricos más
desarrollados de la región, y también más allá.
La angustia se convirtió en
realidad el pasado jueves 7 de marzo al producirse el apagón eléctrico que ha
alcanzado al momento casi 100 horas en algunas áreas del país
José María de Viana
(@josedeviana), uno de los más competentes gerentes públicos con los que cuenta
afortunadamente el país, lo ha dicho con todas sus letras. Ha expresado, José
Mari, que el apagón de la semana pasada constituye, la tragedia civil más
grande en la historia del país, y probablemente en la historia, tanto por la
duración como por la población afectada. La lenta recuperación del
servicio eléctrico, expresión de las limitaciones en las que se ha funcionado
en los últimos años, agrava los efectos en personas y familias.
La ausencia de electricidad
por tiempo tan prolongado en servicios fundamentales como los de salud, agua,
transporte, acceso a alimentos, entre otros, no hace sino empeorar las
condiciones de vida de la gran mayoría de los venezolanos en los últimos años.
Especialmente en servicios críticos para la vida, como los de salud, la
sociedad ha visto el profesionalismo y desprendimiento de miles de personas que
laboran en nuestros centros públicos y privados.
El hecho de que no se haya
recuperado el servicio eléctrico en partes del país, indica que los efectos
inmediatos del apagón todavía están presentes. Sin embargo, luego de superada
esta primera contingencia, empezarán los problemas de corto plazo. Esto es, las
fallas en el servicio eléctrico debidas a que los equipos no están en
condiciones de funcionar adecuadamente, y también las restricciones aún mayores
de los servicios de agua y saneamiento, sumadas a las deficiencias de las
telecomunicaciones.
Los riesgos de epidemias por
las carencias de agua y saneamiento bastan para ilustrar las dimensiones de la
tragedia civil que puede avanzar
Estas son las evidencias del
“apagón” que podemos ver. La electricidad es muy útil para ilustrar. Se tiene o
no se tiene. No hay medias tintas. Las personas o las comunidades cuentan con
electricidad o no. Tan sencillo como esto. Pero hay otras áreas en las cuales
el “apagón” se presenta en gradientes. Se comienza con el aumento de casos de
malaria y se termina con la peor epidemia en la historia del país. Se inicia
con una reducción de coberturas de vacunaciones y se finaliza con epidemias de
sarampión y difteria, y decenas de muertes por esas causas. Se empieza con una
reducción en la cobertura de servicios materno-infantiles, y se alcanza uno de
los mayores aumentos en la razón de mortalidad materna en América Latina. Es
decir, hay “apagones” que evolucionan de manera no tan evidente, pero que
indican al final la pérdida significativa de condiciones de vida.
Y el peor “apagón” es
justamente aquel que nos separa del futuro. Comienza con la migración de
empresas, sigue con el cierre de muchas de ellas, luego con el desplazamiento
de trabajadores a otros países, y continúa con la pérdida de talento en las
universidades. Este apagón evoluciona de manera menos abrupta, pero también es
expresión de la pérdida de capacidades de todo el país.
Es por ello que la sociedad
venezolana hoy experimenta un apagón total. No es irreversible, pero cada día
que pase las consecuencias son peores. Es un apagón total, es bueno tenerlo
siempre presente, derivado de pésimas políticas públicas, originadas en colocar
la ideología por encima de las realidades, y de la total incompetencia en el
manejo del gobierno.
El gran reto es superar este
apagón total para convertirnos en una sociedad de conocimientos, basada en la
capacidad de crear bienestar y nuevas riquezas. Ojalá este gran apagón
contribuya a alumbrar un nuevo sendero para todos los venezolanos
13-03-19
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