Por Paulina Gamus
Mis conocimientos sobre
historia de la volubilidad humana no alcanzan para saber si existe otro país
distinto de Venezuela, en que la popularidad de un líder político de
oposición se desplomecon tanta rapidez. Hoy fulano está en la gloria, es
aclamado como el salvador, el héroe, el supremo, y mañana, por algunas circunstancias:
un error o alguna declaración que no le cae bien, la jauría
tuitera lo transforma en traidor, vendido, indeseable y
colaboracionista, sin obviar alusiones ofensivas a sus supuestas preferencias
sexuales.
Hace seis años las masas
aclamaban a Henrique Capriles casi con la misma pasión con que hoy
rodean y aúpan a Juan Guaidó. Pero como Capriles decidió no inmolarse ni
llevar consigo al matadero chavista a una parte de la población que lo
apoyaba, pasó a ser merecedor de todos los epítetos antes mencionados y
especialmente el de cobarde. Ahora que el mundo entero vio de lo que son
capaces los criminales que se mantienen aferrados al poder, con la movilización
abierta de los Colectivos, los sucesos de Ureña y el asesinato a mansalva de
los Pemones, el 23 de febrero último, podrán cuando menos agradecer a
Capriles haberle evitado ese duelo a muchas familias venezolanas.
Otros no han tenido mejor
suerte, por ejemplo Julio Borges. Siempre ha sido un eficiente
operador político al que se debe en gran parte el rumbo que ha tomado
Venezuela desde el 23 de enero de este año 2019. Juan Guaidó no deja de
reconocerle esos méritos. Pero la jauría logró instalar en las mentes de muchos
opositores un odio que Borges no merece. Todavía hay irracionales que
lo acusan de pactar con el gobierno de Maduro en el llamado diálogo de 2018 en
República Dominicana cuando fue Borges quien denunció las trapacerías de Jorge
Rodríguez y se levantó de la mesa sin acordar nada.
Desde entonces diálogo,
negociación o acuerdo, se han convertido en palabras prohibidas. Quien
desde el lado opositor las pronuncie o asome siquiera, debe ir preparándose
para un linchamiento tuitero que podría llegar hasta físico Y es aquí
justamente donde quiero detenerme: he vivido mucho, no aspiro a la gloria
terrena, mucho menos a la inmortalidad y cada vez me importan menos las
opiniones ajenas. Por consiguiente pregunto, ¿cómo es que se van a ir el
usurpador Maduro y su camarilla?
Veamos algunas opciones
Invasión militar
estadounidense
Aunque muchos la piden abiertamente
y otros la anhelan soto voce, ya sabemos que no va a
ocurrir. Basta oír y leer las declaraciones de los altos funcionarios del
gobierno de Trump que se han manifestado con mayor entrega en el caso
venezolano, para convencerse de lo lejano de esa posibilidad.
Golpe Militar
Desde hace veinte años
muchos acarician este sueño que no pasa de ser eso. El de abril de 2004,
cuando la fuerza armada no había llegado al grado de cubanización que
padece hoy día, fue si embargo una tragicomedia de equivocaciones. Mejor
bájense de esa nube quienes cuentan con la fuerza armada actual integrada
por enchufados, arrodillados y aterrorizados.
Acción del Mosad
El chavismo lleva veinte
años acusando al MOSAD israelí de intervenir en Venezuela. Supongamos que esta
vez éste decide demostrar su pericia y actuar contra Maduro con un teléfono
trampa, como hicieron con el terrorista palestino Yehie Ayash.
¡Ajá! ¿y qué hacemos con los otros: Cilia, Diosdado, los hermanitos
Rodríguez y los Tarek, sin dejar a un lado a Padrino López? Opción
descartada.
Presionar y presionar
¿Que nos queda entonces?
Una presión in crescendo, interna y externa y unas sanciones
económicas que padeceremos todos. Esta vez si, la verdadera guerra económica
que obligue a los usurpadores a sentarse en una mesa con representantes de la
oposición y veedores internacionales y así pactar su salida. Es decir, el
cese de la usurpación. De allí dependen el gobierno de transición y las
elecciones libres.
A Juan Guaidó le tocará
encabezar este proceso como presidente de la Asamblea Nacional. Ya hay algunos
ladridos desde la jauría que buscan horadar el afecto y la confianza en
su liderazgo. Si esta tendencia se extiende, la jauría le habrá hecho una
vez más la cama al régimen. Si no tenemos la entereza y la
racionalidad para mantenernos firmes ante todas las adversidades que se
avecinan y para ratificar el apoyo a Juan Guaidó y a la Asamblea
Nacional, habremos perdido la mejor oportunidad, en los últimos veinte años, de
liberarnos de la tiranía.
14-03-19
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