Trino Márquez 06 de marzo de 2019
@trinomarquezc
Desde
que apresaron a Leopoldo López, y las campañas electorales de 2012 y 2013,
cuando Henrique Capriles compitió por la presidencia de la República, primero
con Hugo Chávez, y luego con Nicolás Maduro, la oposición no había contado con
un líder que despertara tanto entusiasmo popular, podría decirse fervor, como
el que levanta Juan Guaidó. Su talante sencillo, sin asomo de vedetismo, ha
cautivado a la gente. Permitió que la esperanza surgiera de nuevo. El año 2018
cerró con un pesimismo que hacía ver el futuro lleno de sombras. Más de 60% de
los venezolanos creían que los primeros seis meses de 2019 serían peores que el
segundo semestre de 2018, ya calamitoso. En el segmento de venezolanos
comprendidos entre 18 y 45 años de edad, más de la mitad quería marcharse del
país. Guaidó logró detener ese sentimiento de derrota y alzó el ánimo de la
población. El Presidente encargado transmite consistencia, seriedad y coraje.
La gente se ha ido convenciendo de que puede confiar en él. Está alejado de la
grandilocuencia de Chávez y Maduro. No se regodea con la retórica vacía. Ha
mostrado un claro sentido pragmático.
El
parpadeo que tuvo la oposición el 23 de febrero cuando la ayuda humanitaria no
logró entrar por Colombia, ni por Brasil, pudo haber conducido a una nueva
frustración generalizada. El país y el mundo vieron actuar a un régimen
criminal, que se valió de asesinos para masacrar a los voluntarios que se
ofrecieron a pasar esa ayuda. Los cuerpos represivos reprimieron a mansalva a
los pemones; mató e hirió a numerosos miembros de esa etnia indígena. El
cinismo de Maduro bailando mientras celebraba su trágica victoria, pudo haber
desinflado el movimiento nacido en enero. Guaidó y su equipo, con la audaz y
provechosa gira emprendida por los países de Suramérica, lograron sortear el
temporal. El apoyo de los gobiernos amigos y el cálido recibimiento recibido de
los venezolanos que emigraron a esas naciones, despejaron las dudas y
reafirmaron su liderazgo. El viaje coronó con la sorprendente y emotiva llegada
a Venezuela por Maiquetía y el recorrido hasta Las Mercedes.
Juan
Guaidó subraya cada vez que tiene la oportunidad los resultados obtenidos por
la alternativa democrática en apenas dos meses. Se logró cohesionar a la
oposición en torno a una estrategia común, conseguir el respaldo de más de
cincuenta países, aislar aún más al desprestigiado gobierno de Maduro, colocar
al régimen a la defensiva, movilizar a los ciudadanos, adormecidos por la
crisis y la desesperanza, y levantar de nuevo la fe de los venezolanos en la
reconstrucción nacional.
Estas
conquistas son evidentes. En la nación se respira otro aire. Pero, el optimismo
no puede conducir a la ingenuidad. Sería un grave error de juicio pensar que
será sencillo doblegar a un régimen que recibe la asesoría cubana, rusa y de
otras dictaduras del planeta. Que ha incorporado a elementos del ELN, a núcleos
de las Farc que no se acogieron al proceso de pacificación, a militantes
yihadistas de Hezbolá y a grupos vinculados con la delincuencia y el
narcotráfico. Algunos miembros de este conjunto abigarrado parecen estar
dispuestos a arrasar con Venezuela, antes de admitir su fracaso y su derrota.
La
lucha por recuperar a Venezuela ha sido muy exitosa en muy poco tiempo. La gira
sugerida por Europa seguramente se traducirá en mayores respaldos de las
naciones democráticas del viejo continente. Pero nadie puede asegurar cuánto
durará este combate. La batalla puede ser larga. Son muchos los aspectos
nacionales internacionales envueltos. Las presiones diplomáticas continuarán,
aunque no son suficientes para convencer a Maduro de que debe dejar el camino
libre para una salida pacífica. La posible incorporación de un grueso segmento
de los empleados públicos subirá la tensión. La soledad de Maduro y su corte
será cada vez más patética. El momento de quiebre llegará cuando el Alto Mando
le diga: señor Maduro basta de destrucción; abandone el país. Entonces habrá
concluido la usurpación y comenzará formalmente la transición.
En la
etapa actual se requiere cohesión plena de los dirigentes políticos y del
pueblo en torno de Juan Guaidó. Los factores más equilibrados de la alternativa
democrática deben actuar para aislar y condenar a los irresponsables y
envidiosos que no toleran el éxito meteórico del joven Presidente encargado. O
que le piden actuar a una velocidad que no se corresponde con el ritmo de los
acontecimientos. Esos orates hablan de un supuesto acuerdo entre Guaidó y
Maduro, para evitar que lo apresaran cuando se presentara en Maiquetía.
A Juan
Guaidó hay que protegerlo del régimen madurista y de ciertos personajes que, en
nombre de la libertad de opinión, dicen disparates que provocan confusión y
daño en momentos en los cuales se requiere la unidad monolítica de las fuerzas
del cambio. Vamos bien porque vamos juntos.
Trino
Márquez
@trinomarquezc
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