Rafael Luciani 02 de marzo de 2019
HOMILIA:
LA ASCENSIÓN DEL SEÑOR
27 de
Mayo de 1979
Queridos
hermanos:
Circunstancias.
Anécdotas: el capitán del barco al aprendiz de marinero que se mareaba al subir
al mástil: “Mira para arriba”.
Desde
que era seminarista escuché algo que hoy, en estas circunstancias, me viene muy
a la mente y quisiera transmitirle a ustedes. Es la historia de un aprendiz de
marinero que lo mandaron a componer algo en el mástil y desde aquella altura,
al mirar el mar revuelto, se mareaba y estaba para caer; el capitán que se dio
cuenta, le dice: ” ¡Muchacho, mira hacia arriba!”. Y fue su salvación. Mirando
hacia arriba dejó de ver aquel mar revuelto que lo mareaba y pudo hacer su
operación tranquilo.
–
También aquí esta semana el ambiente ofrece la imagen de un mar alborotado y
muchos se marean. Mirar para arriba… Tal la fiesta litúrgica de la Ascensión.
Digo
que me viene esta comparación porque la mayoría de nuestros hermanos
salvadoreños como que se encuentran así, viendo el mar alborotado de nuestra
historia, confusos, casi pierden la esperanza. Y es oportuno cómo, en estas
circunstancias de nuestra historia, aparece el año litúrgico ofreciéndonos hoy
como un grito de alerta: ¡miran hacia arriba! Es la fiesta de la Ascensión del
Señor. Aquel cuerpo de hombre, que es al mismo tiempo Dios, subiendo sobre el
vaivén de las cosas de la tierra para situamos en una perspectiva de eternidad
sobre las cosas que pasan: creo que es la mejor orientación en esta hora de
confusiones.
Nuestro
ambiente está muy tenso. Hay muchos muertos que ya se han presentado ante el
tribunal de Dios a dar cuenta de su actuación en la vida; casi, diríamos, que
la Patria se ha convertido en un campo de guerra. Hay muchos hogares de luto.
Muchos sin duda tendrán la esperanza cristiana y orarán con serenidad, pero hay
otros que anidan sentimientos de venganzas, de rencores, de violencia. Hay
muchos heridos. Hay dos fuerzas en choque ensangrentadas y temerosas
mutuamente. Hay mucho odio, hay mucho miedo, hay tensión y alarma; y el pueblo,
bajo un Estado de Sitio como que se torna más tímido por una parte y por otra,
tal vez, más agresivo. En una palabra, nos toca vivir esta celebración de la
Ascensión del Señor cuando todo aquí abajo en la tierra nos invita a no evadir
-el cristiano no huye- sino a encarnarse más en la historia pero con una
perspectiva de cielo. El cristiano juzga la historia con criterios de
eternidad.
– La
Catedral como otros templos desocupados, parece una nave que se rehace después
del vendaval…
He
aquí que el llamamiento desde esta Catedral -lástima que nuestra emisora
también nos está sometiendo a prueba, un desperfecto técnico no ha permitido
transmitir hoy esta homilía- es también el símbolo de una nave que se rehace
después de un vendaval. Nos la han ocupado, estaba cerrada al culto; y esta
semana, por fin, gracias a Dios, se abre nuevamente al culto. El estimado
rector de la Catedral ha rezado sobre el templo las plegarias de desagravio que
se acostumbran para abrir nuevamente al culto estas naves que siguen
balanceándose sobre el mar de la historia.
– La
vida y la muerte necesitan un sentido; ¿qué sentido tiene el gobierno de un
pueblo, las reivindicaciones del pueblo, el bienestar del dinero, la miseria,
la marginación?
Pero
quienes entran a esta nave que es símbolo de la unidad y de la doctrina, de la
serenidad y de la voz eterna de la Iglesia, aún cuando se altere con otras
voces porque no encuentran otros cauces donde pronunciarse, la voz de la
Iglesia seguirá siendo conocida y quiere ser, a pesar de la distorsión y de la
mala voluntad, de la calumnia y de la difamación, la voz que predica el mensaje
eterno del Señor que desde las alturas del cielo atrae hacia sí a todas las
cosas, para decimos el sentido de la vida y de la muerte, el sentido del
gobierno y de las luchas reivindicadoras, el sentido del bienestar, la miseria,
de la marginación, las situaciones de pecado, para que ya hagamos de esta
tierra, iluminados por esa visión de la eternidad, lo que debe ser la tierra:
no un campo de guerra, no un desahogo de pasiones, sino la antesala del cielo,
la peregrinación de los hermanos, todos hijos de Dios, en pos de aquella cabeza
como acabamos de cantar en la oración: cabeza que ya entró al cielo y que va
arrastrando en pos de sí a todos los que lo quieran seguir con amor, con fe,
con esperanza.
– Sólo
Cristo puede dar sentido a la vida; y la fiesta de la Ascensión es una
perspectiva certera desde la eternidad.
Esta
es la verdadera gracia pascual que hemos estado meditando durante todo este
tiempo de la resurrección de Cristo. El cumplimiento de tantas bendiciones de
Dios con que culmina ahora en este mensaje de la Ascensión, el regalo estupendo
del Cristo subido a los cielos y de un llamamiento que nos dice a los hombres
el sentido verdadero de la vida y de la muerte.
LA ASCENSION DEL SEÑOR, PROCLAMACIÓN DE LA
TRASCENDENCIA HUMANA
1.-
Cristo, fuente de la trascendencia cristiana
2.- La
Iglesia, una misión de trascendencia
3.-
Todo hombre tiene una vocación de trascendencia.
1. CRISTO, FUENTE DE LA TRASCENDENCIA
CRISTIANA
¿Qué
quiere decir trascendencia? Es como irrumpir circunscripciones. Es como no
dejarse aprisionar por la materia. Es como decir el hombre en su reflexión:
estoy por encima de todas las cosas que me quieren encadenar; ni la muerte, ni
la vida, ni el dinero, ni el poder, ni los halagos, nada puede sustraer al
hombre de esta vocación trascendental. Hay algo más allá de la historia, hay
algo que transpone los umbrales de la materia y del tiempo, hay algo que por
eso se llama lo trascendente, lo escatológico, el más allá, la meta final. Dios
que no se deja abarcar por las cosas sino que lo abarca todo, esa es la meta a
la que nos llama Cristo resucitado.
a)
¿Qué celebra la Iglesia en la Ascensión del Señor?
Como
hecho histórico, le pone dimensiones históricas. Cuarenta días después de
resucitado, después de haber hablado con sus apóstoles del Reino de Dios,
después de haberse aparecido innumerables veces.
Todos
estos acontecimientos históricos que el evangelista tenía que situarlos, al
menos, en un término simbólico. Cuarenta días no es una dimensión cronológica
de exactitud. En el Evangelio quiere decir un número simbólico, lo necesario
como para empalmar la enseñanza del Dios que vino trayéndonos el mensaje, con
unos hombres que se habituaron a ser testigos del Cristo resucitado. Es como
número de perfección, como número de cuaresma, como número de plenitud, como
número de coordinación entre el mensaje que Cristo trajo y el que los hombres
han de llevar. Cuarenta días, como quien dice, ya empalmó completamente Cristo
con la humanidad.
–
Celebramos más bien el hecho teológico: la glorificación de Cristo.
En
nuestra catequesis de la Ascensión, más que la dimensión de 40 días, lo que
interesa es que aquí celebramos un hecho teológico. El hecho de la
glorificación del Hijo de Dios. Poco antes de morir, Cristo engloba en una sola
palabra la hora de la glorificación: tanto la muerte como la resurrección, como
la Ascensión y el envío del Espíritu Santo. Todo es un sólo hecho teológico:
“Os conviene que Yo me vaya porque si no me voy y no soy glorificado por el
Padre, no podré enviaros el Espíritu que empalmará mi vida divina con la vida
divina de vosotros: la Iglesia”. El hecho teológico que hoy celebramos es lo
que más interesa, es el hecho de que Cristo ha sido asumido con todos sus méritos,
con todas sus enseñanzas, con toda su Iglesia; es un sólo Cristo y la Iglesia
que es hoy asumido a la gloria del Padre. Por eso Cristo se presenta más que
todo, hoy, camino hacia la trascendencia.
b)
Cristo, camino hacia la trascendencia
El
Evangelio nos ha dicho: “El Señor Jesús, después de hablarles subió al cielo y
se sentó a la derecha de Dios”. Esta expresión: “sentarse a la derecha de Dios”
no hay que tomarla en sentido literal, porque Dios no tiene cuerpo, no tiene
derecha ni izquierda; pero era el concepto tomado del Salmo 110: “Dijo el Señor
a mí Señor, siéntate a mi derecha”. Un salmo que canta la realeza del rey de
Israel. Para los orientales, para los hebreos, el reinado, la autoridad, era
una participación de Dios y el rey como que estaba sentado a la derecha de Dios
participando de su realeza. Así se explica la expresión de nuestro Credo:
“Subió a los cielos y está sentado a la derecha del Padre”. Quiere decir, ha
sido asumido para participar de la autoridad, de la grandeza, de la gloria de
Dios. Es un hombre que nació de una mujer pero encarnando una persona divina; y
cuando cumplió su misión histórica en la tierra, no sólo lo divino sino lo
humano, lo que nació de María, lo que lleva nuestra humanidad, un hombre de
carne y hueso como nosotros, ha subido también a hacerse Dios, a participar de
lo divino. Cristo es Dios, Cristo es hombre que sentado a la derecha de Dios
disfruta todas las prerrogativas de Dios. Y nosotros que hemos sido llevados
con Él, hemos recibido también esa vocación de lo divino. Es camino hacia la
trascendencia y nos levanta a ver más allá de la historia.
– Nos
levanta a ver más allá de la historia
La
primera lectura de hoy nos invitaba, con los apóstoles, a “aguardar a que se
cumpla la promesa de mi Padre”. Él es el que lo da todo y los hombres tememos
que esperar de aquella trascendencia, la fuerza que puede transformar este
mundo.
– La
segunda lectura, lo llama “el Padre de la gloria… su poder por encima de todo
poder”. Allá está la verdadera trascendencia de donde deriva la inteligencia de
los hombres, la capacidad organizativa de los seres hermanos. Todas las
capacidades que los hombres tenemos han venido de allá, de la fuente de la
trascendencia y por eso se orientan hacia allá.
Nos ha
hablado la lectura sagrada de hoy, de la potencia del Espíritu Santo. Dice que
Cristo: “Movido por el Espíritu…” es elevado. El camino de la trascendencia
sólo lo puede recorrer la fuerza del espíritu. Es el triunfo de Cristo sobre
toda la naturaleza. Un día dijo Cristo: “Cuando yo sea elevado sobre la tierra,
atraeré todas las cosas hacia Mí”. Y Cristo aparece hoy, en esa plenitud de su
destino.
San
Pablo descubre el secreto de los proyectos de Dios y encuentra a Cristo como en
la cima de todos los ideales de Dios. Todo fue creado por Él y para Él. Toda
creatura, así sea el hombre más inteligente, es creatura. No tiene razón de ser
si no es orientándose hacia aquel por quien fueron hechas todas las cosas y
para el cual son todas las cosas. En la segunda lectura de hoy, también se
habla del Cristo que planifica todo, en todo. Es decir, la creatura está vacía
cuando se la quiere divorciar del Creador. Así como un rayo de luz, cuando se
quisiera separar del foco, se convierte en tinieblas, el hombre, la creatura,
el sol, la estrella, todo cuanto existe, si se separa de esa plenitud que le da
el ser, queda vacío. El hombre es un absurdo, cuando no se orienta hacia Dios.
Cristo aparece hoy como la clave de toda la historia, como fuente de la
trascendencia.
2. LA IGLESIA, UNA MISION DE TRASCENDENCIA
a)
Empalme de la vida de Cristo con la misión de la Iglesia. “Id por todo el
mundo…”
Escuchábamos
hoy en el Evangelio al clausurar San Marcos sus paginas sagradas: “Id al mundo
entero y proclamad el Evangelio a toda la creación”. Y en la segunda lectura,
que es una reflexión sobre esa gloria que Cristo hace suya en esta fiesta de
Ascensión, se nos presenta también a la Iglesia como cuerpo que completa la
existencia de esa cabeza gloriosa: Cristo; y que desde esa Iglesia, que es su
cuerpo, Cristo es rey del universo. ¡Qué honor para los que formamos la
Iglesia! Nosotros somos la plenitud de Cristo, nosotros somos como el
complemento del Dios que se hizo hombre.
b) La
trascendencia de Cristo no se va con Él, sino que se queda en la historia para
que la Iglesia la siga proclamando.
La
Iglesia tiene que realizar en la historia la gran misión de Nuestro Señor
Jesucristo. Y si la misión de Cristo es una misión de trascendencia, la Iglesia
no se puede entender sin un sentido profundo de trascendencia.
– El
Señor actuaba con ellos. La Ascensión hace a Cristo más presente en la vida de
toda la Iglesia.
¿Qué
quiere decir esto? En el Evangelio de hoy, cuando nos dice de los primeros
creyentes de Cristo que hacían signos: no les hacían daño los venenos, hablaban
diversos lenguajes, eran signos del poder de Dios para decir que con la Iglesia
iba esa potencia del Dios que lo ha creado todo. El sentido de los carismas, el
sentido de estos prodigios de las curaciones, de las lenguas, no son juguete,
no son exhibicionismos ni vanidades, sucedieron en un tiempo cuando se
necesitaba, como dice San Agustín, “para regar el arbolito de la Iglesia”. Como
todo arbolito que se riega necesita esa agua de los prodigios de Dios, una vez
que el árbol se ha hecho corpulento, ya no lo estamos regando. Aunque florece
el árbol, y cada floración, y cada cohollo es como una vida nueva que en el
árbol, a veces centenario y quizás milenario, está indicando que hay vida,
ternura, hay frescura, así es la Iglesia. La Iglesia sigue siendo ese prodigio
de Dios en la historia pero lo será mientras se oriente en su función
trascendente. Yo quiero recalcar mucho este sentido, queridos hermanos, para
que comprendamos en una hora de tantas confusiones, qué es la Iglesia y qué no es
la Iglesia.
– La
Iglesia y el hombre en Cristo…
Dice
el Papa en su Encíclica Redemptor Hominis: “Jesucristo es el camino principal
de la Iglesia. Él mismo es nuestro camino hacia la casa del Padre y es también
el camino hacia cada hombre”. ¡Miren que imagen más bella! Cristo es camino que
nos lleva a la trascendencia del Padre, pero Cristo también es el camino de la
Iglesia que lo lleva a cada hombre. En este momento, ustedes para mi no son una
multitud, son un conjunto de hombres. Cada uno tiene un camino que lo conecta
con Dios; y la misión de la Iglesia que predica, y santifica, y orienta, es,
precisamente, poner en contacto a cada uno de ustedes con Dios. Y nos dice el
Papa: “Cristo es el camino por el cual la Iglesia camina hacia cada hombre”.
Los caminos que ustedes han traído hoy, para que nos reunamos todos en
Catedral, son caminos de la Iglesia. Mi palabra en este momento está caminando
por caminos de Iglesia a cada uno de ustedes y no tendría ninguna eficacia si
no fuera que camina por el camino verdadero que es Cristo. Si yo no les
predicara a Cristo, si no los llamara a todos: a justos y pecadores, a
opresores y oprimidos -como se gusta decir hoy- no caminara por caminos de
Iglesia. A todos tiene que llegar este camino si quieren ser salvos y la
Iglesia es la encargada de caminar este difícil camino de Cristo en conexión
con cada hombre.
“En
este camino que conduce de Cristo al hombre, en este camino por el que Cristo
se une a todo hombre, la Iglesia -óiganlo bien- no puede ser detenida por
nadie…” Me alegro que esta mañana el aplauso es para el Papa y que mi
pensamiento coincida plenamente con el de Él. La Iglesia no quiere otra cosa
más que llevar a Cristo al hombre y en este camino nadie la puede detener.
“Esta es la exigencia del bien temporal y del bien eterno del hombre”. Fíjense:
el bien temporal no es meterse en política. Cuando la Iglesia habla también del
bien temporal, sabe que no lo alcanzará el hombre mientras no respete el camino
que conecte al hombre con Cristo. Esta es la exigencia del bien temporal y del
bien eterno del hombre.
“La
Iglesia, en consideración de Cristo y en razón del misterio, que constituye la
vida de la Iglesia misma, no puede permanecer insensible a todo lo que sirve al
verdadero bien del hombre, como tampoco puede permanecer indiferente a lo que
lo amenaza. El Concilio Vaticano II ha expresado esta solicitud fundamental de
la Iglesia, a fin de que “la vida en el mundo sea más conforme a la eminente
dignidad del hombre en todos sus aspectos, para hacerla “cada vez más humana”.
Esta es la solicitud del mismo Cristo, el Buen Pastor de todos los hombres -y
dice el Concilio- “… la Iglesia que por razón de su ministerio y de su
competencia, de ninguna manera se confunde con la comunidad política y no está
vinculada a ningún sistema político, es al mismo tiempo el signo y la
salvaguardia del carácter trascendente de la persona humana”. Esto hace la
Iglesia en medio de todas las complicaciones políticas, Ella no hace política,
Ella se acerca a la política para defender al hombre en su trascendencia y para
decirle a todos los regímenes, sean totalitarios o democráticos, sean
comunistas, socialistas o de cualquier signo histórico: la Iglesia no profesa
ningún sistema porque a todos los sistemas les tiene que decir: lo importante
es el hombre y su trascendencia y hay que respetar esa trascendencia, esa unión
del hombre con Dios, la cual hay que respetar bajo cualquier sistema político.
3. LA VOCACION TRASCENDENTE DE TODO HOMBRE
a)
Llamamiento universal. Nadie excluido. Predicar a toda creatura.
En la
fiesta de hoy, y por lo que acabamos de estar diciendo, cada hombre, cada uno
de nosotros, aunque hubiera aquí algún ateo que se gloría de no creer en Dios,
no es él el que define su naturaleza y su relación con su Creador. Aún
protestando de Dios, el hombre siempre es un ser trascendente hacia Dios y
siempre, hasta en el incrédulo, se tiene que verificar lo que decía San
Agustín, el gran humanista, que también caminó por caminos de incredulidad y no
fue feliz hasta llegar a decir esta frase: “Nos hiciste Señor para Ti, y nuestro
corazón anda inquieto hasta descansar en Ti”. Sólo Dios es el punto de gravedad
en que el hombre descansa. Como cuando la piedra ha llegado al abismo, como
cuando Cristo ha subido hasta Dios.
Por
eso, Cristo subiendo a los cielos, aquellos músculos, aquellos nervios, aquella
vida nacida de una mujer como la nuestra, que también nació de una mujer, nos
está diciendo el verdadero destino trascendente de nuestra vida. El misterio
del hombre, dice el Concilio Vaticano en una frase genial: “El misterio del hombre,
solamente puede esclarecerse por el misterio del Dios que se hizo hombre”, si
no fuera por Cristo, el Hijo del hombre, todos los hombres no seriamos más que
un absurdo. Si tienen sentido las luchas reivindicativas de la dignidad, de la
libertad, de la igualdad de los hombres, solamente será a la luz de Cristo. Por
eso el Papa decía también a los hombres de hoy, a los que luchan por la
libertad y por las justas reivindicaciones: “No le tengan miedo a Cristo,
ábranle las puertas: las puertas de la política, las puertas de la economía,
las puertas de la sociología, todo recobra sentido cuando lo ilumina la luz del
Dios que se hizo hombre”. Y si no es así tendremos lo que hemos tenido en estos
días: sangre, violencia, venganza, odio; el hombre un lobo para otro hombre,
cuando no lo hace otro Cristo su fe en el Señor.
–
Cuestión de vida o muerte: el que crea se salvará y quién se resista a creer,
se condenará
Hay en
la palabra de hoy, una disyuntiva de vida o muerte. Cuando Cristo manda a
predicar su mensaje, dice: “El que crea se salvará y el que no quiera creer, se
condenará”. Este es el anatema más espantoso; nadie es condenado por Dios, Dios
ha mandado llamar a todos. “Id y predicad este mensaje a todos”. Se condena el
hombre por sí solo. El hombre que se abre a ese mensaje de salvación, se salva
porque encuentra el camino de Dios; pero el hombre, que más creído de sus
propias industrias, cree ser más sabio que Dios y rechaza los mandamientos y la
fe, no puede entrar en el Reino de los Cielos. Si en alguna parte se entra
libremente, es al cielo. ¡Nadie es metido a la fuerza! Sólo se salva el que
libremente se quiera salvar, pero el que no se quiera salvar libremente, a
alguna parte tiene que ir y Cristo lo ha dicho hoy.
–
Meditación personal de la trascendencia. Necesidad de vivir la esperanza
cristiana…
Yo
quisiera que nos fijáramos mucho en la segunda lectura donde está el problema
de la trascendencia del hombre con unas pinceladas inimitables. San Pablo dice
como en una plegaria que esta mañana se elevará en pos de Cristo que va a los
cielos: “Que el Dios del Señor nuestro, Jesucristo…” ¡Qué expresión más dulce!
Siempre para San Pablo, Dios es el Dios de Jesucristo, el Dios de los
cristianos no tiene que ser otro, es el Dios de Jesucristo, el del que se identificó
con los pobres, el del que dio su vida por los demás; el Dios que mandó a su
Hijo Jesucristo a tomar una preferencia, sin ambigüedades, por los pobres; sin
despreciar a los otros, los llamó a todos al campo de los pobres para poderse
hacer iguales a Él. Nadie está condenado en vida, sólo aquel que rechaza el
llamamiento del Cristo pobre y humilde y prefiera más las idolatrías de su
riqueza y de su poder.
“…el
Padre de la gloria -lo llama San Pablo también hoy-, os dé espíritu de
sabiduría y de revelación para conocerlo”. Esto es un privilegio, una gracia de
Dios, llegar a conocer a Dios. Hermanos, yo creo que muchos creen que conocen a
Dios y en cambio están adorando ídolos. La Iglesia no quiere ser ya cómplice de
falsos dioses. La Iglesia ha tomado un camino bien claro para encontrar al
verdadero Dios de Nuestro Señor Jesucristo y no apañar con piedades hipócritas,
falsas adoraciones de falsos dioses.
Es el
Dios verdadero el que debe de iluminar vuestros ojos, vuestro corazón, para
conocerlo donde está el verdadero Dios, y no tenerle miedo a los ídolos que
quieren competir con ese Dios, pero, que según la misma lectura de hoy, quedan
vencidos por el Dios único y verdadero. “Ilumine los ojos de vuestro corazón
para que comprendáis cuál es la esperanza a la que os llama, cuál es la riqueza
de gloria que da en herencia a los santos y cuál la extraordinaria grandeza de
su poder para nosotros, los que creemos, según la eficacia de su fuerza
poderosa, que desplegó en Cristo, resucitándolo de entre los muertos y
sentándolo a su derecha en el Cielo, por encima de todo principado, potestad,
fuerza y dominación, y por encima de todo nombre conocido, no sólo en este
mundo, sino en el futuro”. Este es el absoluto, esta es la fuerza, esta es la
gloria, esta es la riqueza, esta es la verdad. No fanaticemos la lucha por las
cosas de la tierra.
–
Aplicación a la actividad política.
Entre
lo bueno y justo de las organizaciones que buscan reivindicaciones en medio de
tanto pecado e injusticia, da lástima que la perspectiva sea miope y sólo se
queden al alcance de bienes temporales, de libertades de la tierra, de
igualdades aquí no más en el mundo cuanto más. Cuando yo escribí en mi Carta
Pastoral el servicio que la Iglesia presta a las justas reivindicaciones de los
hombres fue, precisamente, englobar todos esos esfuerzos nobles de libertad, de
justicia en la gran liberación, en la liberación de Cristo que está por encima
de todas las potestades no sólo en el presente sino en el futuro. Por eso,
cuando hablo hoy de que todo hombre tiene una vocación trascendente, yo quiero
recordarles, hermanos -porque la hora es bien oportuna y me alegro que fue bien
oportuno también decir en la Carta Pastoral antes de que se sacudieran estos
vendavales de hoy-, el pensamiento sereno de la Iglesia: “Para luchar por la
justicia en una “organización popular” no es necesario ser cristiano ni
reconocer explícitamente la fe en Cristo. Se puede ser un buen político o
trabajar bien por la realización de una sociedad más justa sin ser cristiano,
con tal que se respete y se tenga en cuenta el valor humano y social de la
persona”.
Quede
bien claro eso. Ninguna organización puede reivindicarse el título cristiano;
si es una lucha política, es campo abierto a creyentes y no creyentes; y nadie
identifique una organización, mucho menos de fuerza terrorista con la Iglesia;
como si toda reivindicación, aunque fuera a fuerza de violencia, quisiera
ampararse en la Iglesia. Queda bien clara esa definición.
“Pero
los que se profesan cristianos y como tales se organizan, tienen la obligación
de confesar su fe en Cristo y de usar, en su actividad social y política,
aquellos métodos que estén de acuerdo con dicha fe”. Sigo explicando como el
fanatismo político, la euforia de las reivindicaciones, puede hacer olvidar las
exigencias de la fe cristiana, puede hacer olvidar que la política no es la
única dimensión del hombre. Y que para un cristiano la fe es lo primero. Por
eso, yo reclamo que si algunos cristianos habiendo sido motivados en un
principio por su fe cristiana para tomar un compromiso en favor de los pobres,
lamentablemente perdieron aquella fe y la consideran ahora sin valor, como
decimos vulgarmente se aprovechó como una escalera y después, se le da la
patada. Y esto puede suceder con la Iglesia para quienes la quisieron utilizar;
cuando ya no les sirve la Iglesia les sale sobrando. ¡No nos extrañe!,
solamente les pediré esto: los exhortamos a la sinceridad y a no utilizar una
fe que ya no tienen para conseguir sus objetivos políticos, por más justos que
fueren.
Yo
quiero esta reflexión, hermanos, muy nítida en nuestro tiempo, no porque
queramos volvernos contra las reivindicaciones justas del pueblo; lo hemos
prometido y nos lo exige nuestro compromiso pastoral. La Iglesia del Vaticano
II, de Medellín, de Puebla, es bien clara para pedirle a los pastores estar con
el pueblo en sus justas reivindicaciones; pero el pueblo de sus justas
reivindicaciones tampoco se identifica con las organizaciones, sobre todo
cuando ellas ya quisieran ir por otros caminos que no son los de la fe del
pueblo. El pueblo sea fiel a su fe y si alguno del pueblo quiere incorporarse a
alguna organización, si quiere mantenerse fiel a su fe, tenga en cuenta lo que
hemos dicho: la preferencia principal de un cristiano no es el marco político
de un sistema o de un grupo, sino su fe en Cristo, la que nunca debe traicionar
y ante la cual tiene que estar dispuesto a dejarlo todo, pero no a dejar a
Nuestro Señor Jesucristo. Esto quiero decir cuando digo que el hombre tiene una
vocación trascendente.
Me da
pena, hermanos, pensar cuántos muertos se han presentado ante el tribunal de
Dios en estos días. Ciertamente, Dios habrá tenido en cuenta los móviles justos
de cada hombre. ¡Nosotros no podemos juzgar a nadie que haya muerto, sólo Dios
juzga! Pero, ciertamente, que allá lo que vale es, ante el tribunal del Señor,
esta trascendencia del hombre que trató de ser justo y buscó la justicia pero
con Cristo, la justicia del Reino de Dios, no otra justicia. La justicia del
Reino de Dios que es la que brillará por toda la eternidad. Esta es la Iglesia
que yo quisiera, hermanos, que tuvieran clara conciencia de que se está
construyendo.
Por
eso hagamos ahora un recuento de nuestra historia concreta, de esta Iglesia,
pero no olvidemos este sentido trascendente, esta misión trascendente, esa
fuente de trascendencia que es Cristo resucitado. Yo quisiera que lo principal
de mi mensaje, los domingos en Catedral -o en otra iglesia cuando la Catedral
esté ocupada-, no tenga que ser otro más que éste que le mandó a decir Cristo
en el Evangelio de hoy: “Id por todo el mundo y predicad el Evangelio”. ¡Qué no
se nos distorsione por favor! Que si hemos de tocar las tristes realidades de
nuestro ambiente y arde que se toquen esas realidades, no es porque nosotros
las queramos ni las provoquemos, sino que las iluminamos con la intención que
se vean y se curen. Un sentido de conversión, de Reino, de vida eterna.
HECHOS ECLESIALES
Quiero
alegrarme del desalojo de nuestros templos y poder celebrar ya aquí nuestra
Eucaristía. Yo quiero felicitar y agradecer mucho al querido rector de la
Catedral, a Monseñor Modesto López por su prudencia y su lealtad con que ha
sabido manejar la situación. Quiero unirme a las preocupaciones de los otros
párrocos que tuvieron que soportar también igual prueba en su fidelidad
sacerdotal, porque fueron ocupadas y ya desalojadas El Rosario, Concepción y últimamente
Suchitoto, donde se veló un matado del F.A.P.U.
Me
preocupa no contar ahora con nuestra emisora, pero se trata de fallos técnicos
y espero que muy pronto podamos estar otra vez en comunión a través de la
radio.
Lamento
el robo sacrílego de la Iglesia de Tocanacatepeque, una reliquia del patrón San
Nicolás, el cáliz con su patena y un acetre, fueron desaparecidos.
En
mayo, la devoción a la Virgen en nuestra Iglesia no ha disminuido. Si es cierto
que otras preocupaciones violentas nos llevaron la atención, siempre hemos
pensado en María, nuestra Madre, y a Ella hemos encomendado situaciones
difíciles de nuestra Iglesia. En María Auxiliadora, el 24, se celebró con toda
la pompa que allí lo saben hacer los Padres Salesianos.
Me
alegra que comunidades eclesiales de base hayan celebrado una semana de
oración, todavía hoy y mañana. Hoy, en parroquia Miramonte y mañana en Ermita
de Los Pinos se está celebrando esta oración a las 7 de la noche. Clausuremos
el mes de mayo el jueves de esta semana 31, en que la liturgia celebra la
fiesta de la visita de la Virgen a su prima Santa Isabel.
Quiero
recordarles que el próximo domingo es la fiesta de Pentecostés. La solemne
clausura del tiempo Pascual, la manifestación espléndida de la Iglesia,
impulsada por el Espíritu Santo. Coincide con esa fiesta, el día del Seminario.
También, que todo el pueblo sienta que hay que orar, apoyar moral y
económicamente la obra de la formación de nuestros futuros sacerdotes. También
quisiera que Pentecostés, el próximo domingo, se distinguiera por una
celebración de juventud. Los jóvenes que no estén confirmados, prepárense como
ya lo están haciendo varios, para que a esta hora, a las 8 a.m. el próximo
domingo, les podamos dar aquí, el sacramento del Espíritu Santo, la fuerza propia
de una juventud que quiere comprometerse con el Señor.
Yo
quiero agradecer múltiples testimonios de solidaridad que han llegado en las
circunstancias que ha vivido nuestro pueblo y nuestra Iglesia. Vienen
principalmente del Secretariado de Justicia y Paz de Barcelona y de París; del
Comité por Libertad de Santo Domingo; del Servicio Ecumenique d’entraide de
París; del Instituto Ecuménico para el Desarrollo de los Pueblos también de
París; de una comisión francesa de Justicia y Paz y de más de 200 sacerdotes,
seminaristas, religiosas y laicos, de San José, Costa Rica.
Este
domingo el Papa ha consagrado en Roma 26 nuevos obispos, entre ellos el nuevo
Obispo de Estelí, Nicaragua. Monseñor Obando, Arzobispo de Managua, como
ustedes saben, ha sido amenazado y se informa que ha sido llamado a Roma
también, donde estará sin duda en la ordenación de este nuevo Obispo
nicaragüense. Una oración para orar por nuestro hermano país de Nicaragua.
HECHOS DE LA REALIDAD NACIONAL
Desde
esta Iglesia hemos mirado con tristeza y preocupación como ha continuado esta
semana el derramamiento de sangre y consecuentemente un estado de tensión en el
pueblo. Frente a la Embajada de Venezuela se sofocó una manifestación del BPR,
dejando un saldo de 14 muertos y 16 heridos. Se asesina al Señor Ministro de
Educación, Dr. Carlos Antonio Herrera Rebollo. Queremos unirnos a esta oración
de su familia y a su condolencia, su sufrimiento, lo mismo que a la de su fiel
motorista, el Sr. Fabio Rivas. Así como hemos orado por estos muertos, yo les
pido oraciones ahora por ese grupo que cayó junto a la Embajada de Venezuela y
otros muertos más.
La
U.G.B. se atribuye otros dos asesinatos. Asesinan al Contador Carlos Humberto
Montoya Ortiz que fue tesorero de la Fundación Promotora de Cooperativas que es
asesorada por el Arzobispado. Él fue un buen colaborador de la Iglesia y la
Iglesia se une al sufrimiento de su familia y a la oración por su eterno
descanso.
Se
publicó sobre un enfrentamiento cerca de la Embajada de Chile en que murieron
tres personas, parece que un policía y dos civiles. Continuó la quema de buses
en San Salvador y en Santa Ana.
Se han
multiplicado operativos combinados entre el ejército, los cuerpos de seguridad
y ORDEN para catear cantones, capturar campesinos y han sido asesinados cuatro
de ellos. Yo quiero mencionar aquí, porque creo que esta mención de algo ayuda
a esos atropellos de nuestra pobre gente, que han sido capturados varios
campesinos y aún no han sido consignados a los tribunales, no se vayan a dar
por “desaparecidos”. La familia con quienes yo comparto su preocupación son: Andrés
Molina Clímaco, de San Nicolás Lempa; Jorge Antonio Ascensio Alvarez, de
Zacatecoluca; Herminio de J. Orellana, en Tecoluca; Adilio Pedro Abrego, en
Tablón, Chalatenango; Lucio Cándido Alfaro, en Tecoluca; Luis Alfredo Amaya
Dubón, en Jiquilisco; Salvador Arana Flores, en San Salvador; José Milagro
Clavel Romero, en El Tablón Chalatenango; Edgar Antonio Fuentes, en San
Salvador, es obrero; Marta Alas, en la Reubicación de la ciudad de
Chalatenango; Cecilio Alas, también en el mismo lugar y Mizael Guillén, fueron
capturados con ellos otras personas de las cuales no se tiene noticia.
Quiero
recalcar de manera especial el caso de los hermanos Joaquín y Eduardo Gavidia,
que después de capturados aparecieron asesinados, uno en Guacotecti y otro en
un municipio de Cabañas el 22 de mayo, con visibles señales de tortura.
Ante
estos hechos, ¿qué ha hecho la Iglesia?. Yo tengo a la mano un llamamiento del
Sr. Obispo de Santa Ana, Mons. Barrera y Reyes, al clero y al pueblo
salvadoreño en que nos llama a la reflexión y a la colaboración para buscar una
paz sobre bases de justicia. Y sus recomendaciones finales son éstas: 1) Un
alto inmediato de las partes involucradas en el conflicto a todo recurso a la
violencia. 2) Pongámonos en una actitud sincera de aportar lo que esté de
nuestra parte para construir en base sólida la paz que anhelamos. 3) Que todos
los que tengan una responsabilidad, grande o pequeña, creen las condiciones
propicias para acercamos al objetivo común que es la paz. 4) A todos los
salvadoreños, que nos comprometamos a orar insistentemente para que no nos
conformemos con meras intenciones, sino que procedamos a conquistar la paz.
Recordemos al Papa Juan Pablo I que decía “El mundo va mal, porque hay más
batallas que oraciones”.
También
de mi parte y ante el conflicto desatado violentamente junto a la Embajada de
Venezuela y la situación de las embajadas, hice un llamamiento que fue
publicado en algún periódico, no en todos, y que yo quisiera que lo
conociéramos para que colaboráramos intensamente con lo que la Iglesia desea:
“Una
vez más con profunda pena tenemos que reprobar la nueva masacre cuyo saldo es
por lo menos de 14 muertos y el asesinato del Ministro de Educación…
Con
ellos ya asciende a 85 el número de muertos y 86 los heridos que ha habido
desde el 1 de mayo hasta hoy a causa del conflicto entre el Gobierno y algunas
organizaciones populares.
Nos
duele que continúe este derramamiento de sangre, pero lo que más nos da pena es
que hasta estos momentos no hayamos visto que alguna de las partes esté dando
pruebas de querer terminar con el conflicto. Más bien este tiende a agravarse y
a seguir enlutando a innumerables familias de todas las clases sociales de
nuestro país. Se repiten una vez más, las mismas acciones de represión y de
venganza.
Como
Arzobispo de San Salvador hago un llamado a las conciencias y al corazón de los
responsables para que en lugar de continuar mostrando su postura firme e
intransigente, cedan y busquen la forma de cortar lo más pronto posible esta
cadena interminable de hechos sangrientos.
Lo que
ahora importa, no es mostrar al país y al mundo quién es el más fuerte, fuerte
o el vencedor, sino quién es el más responsable y humano, capaz de detener esta
espiral creciente de violencia.
Pido a
todos que no se dejen llevar por los sentimientos de orgullo, odio y venganza,
sino que hagan lo posible para que en estos momentos se impongan la razón y el
perdón.
Hago
un llamamiento especial a las personas o instituciones que tienen posibilidad
de influir sobre el Gobierno o los dirigentes del Bloque Popular Revolucionario
para que se acerquen a ellos no para endurecerlos sino para convencerlos de que
cedan y tomen actitudes constructivas que logren una rápida solución de esta
crisis.
Por
parte de la Arquidiócesis ofrezco, una vez más, nuestra disponibilidad de
servicio a la causa de la paz.
Quiero
también dirigirme en forma muy cordial a los familiares de las víctimas de
estos días para acompañarlos en su dolor y ofrecerles nuestras oraciones por
ellos y los que han muerto.
Invito
a todos los cristianos y hombres de buena voluntad a que oremos y contribuyamos
a salir de la crisis”.
Dentro
del marco de nuestra Iglesia, quiero contarles la alegría de haber visto que
han regresado las dos hermanas que Migración obligó a salir de Arcatao.
Diciendo que fue una equivocación les han abierto otra vez las puertas para que
regresen, aunque se cierne sobre ellas una amenaza de ambigüedades, acusaciones
que no se prueban ni se concretan. La suerte de nuestra Iglesia es predicar una
verdad que no es comprendida ni siquiera para acusarla.
Por lo
cual quiero comunicarles también en el marco del Estado de Sitio: que fue
promulgado desde el 24 de mayo, por 30 días. Quiero recordar que el Estado de
Sitio es disminuir el uso de ciertos derechos. Espero que no es prohibición de
reuniones con fines culturales e industriales. Nuestra reunión de esta mañana
en la Catedral, es perfectamente lícita, como lo puede ser la reunión religiosa
de cualquier parroquia y cantón dentro del marco religioso-cultural que la
Iglesia predica.
–
Además quiero recordar que entre las limitaciones del Estado de Sitio, la misma
Constitución no toca el artículo 157 que se refiere a la libertad religiosa;
con lo cual, pues, no se vaya a alegar Estado de Sitio para perseguir la labor
evangelizadora de nuestra Iglesia ni nuestros trabajadores de la evangelización
teman mientras se mantengan en el marco cultural-religioso-evangelizador de
nuestra predicación.
–
También, a este propósito, yo quiero decirles a los que decretan el Estado de
Sitio que no vaya a suceder lo que la experiencia nos ha dado en la historia:
que junto al Estado de Sitio que suprime ejercicios de derechos a otros, como
que autoriza el crimen de extrema derecha y la difamación de la Iglesia y de
sus ministros… En otras palabras, que la ley sea pareja. Que si se coartan
derechos, sobre todo se coarte el abuso de atacar a la Iglesia y que a la Iglesia
se le respete en aquello que la ley también le garantiza.
Acerca
de las ocupaciones de embajadas, continúan Venezuela y Francia. El Gobierno
pone una alternativa a los ocupantes: o entregarse a la captura o buscar el
asilo de Panamá. Panamá, por su parte, ha ofrecido el asilo a los ocupantes de
las Embajadas, pero el Bloque Popular Revolucionario parece que hasta ahora no
lo ha aceptado. De mi parte hago un llamamiento a la reflexión a unos y a otros
que puedan mediar, para que este conflicto no provoque más derramamiento de
sangre y más violencia sino que en una solución justa y razonable, se lleve a
un feliz término.
Finalmente,
se tuvo la primera sesión de trabajo para el Foro Nacional convocado por la
presidencia de la República. Ustedes se han dado cuenta de varios comunicados
que expresan el escepticismo y la poca credibilidad que se ha dado a esa
invitación. En la misma reunión de trabajo hubieron ausencias muy
significativas. La Conferencia Episcopal fue invitada, la cual envió dos
representantes. Por mi parte, quiero dejar constancia de mis deseos: mis deseos
son que se construya con hechos la credibilidad y la confianza que debe estar a
la base de un diálogo. Yo creo en la necesidad de un diálogo verdaderamente
necesario y urgente, pero tiene que ser un diálogo sobre bases de credibilidad
y de confianza y eso es lo que pediría yo para que un Foro fuera eficaz. Los
hechos son los que hablan mejor que las promesas…
Quiero
terminar informando, con alguna esperanza, la noticia de que los dos banqueros
secuestrados por la F.A.R.N., parece que están vivos y que todavía hay
posibilidades de negociación. ¡Ojalá! Yo les hago un llamamiento una vez más,
en favor de esas vidas y para que no haya allí otro foco de malestar.
PENSAMIENTO FINAL
Terminemos,
hermanos, acercándonos al altar con la visión clara y luminosa del Cristo
subido a los cielos como una perspectiva de trascendencia. No olvidemos este
mensaje de trascendencia y no nos dejemos encerrar en el marco material en que
se desenvuelve a veces nuestra vida. Sepamos romper todas aquellas cosas que
nos quisieran esclavizar a cualquier clase de servidumbre. Sepamos mirar por
encima de todo, más allá de la historia y del tiempo, la figura de un Cristo
que nos dice desde su eternidad: Él es la cabeza, y quiere hacer de todos
nosotros los miembros de su Cuerpo Místico, para que en pos de esa cabeza,
después de haber cumplido como Él la misión en pro de la libertad y de la
dignidad de los hombres en esta tierra, sepamos disfrutar la alegría de la
justicia eterna junto al trono del Padre de la gloria.
Así
sea…
Mons. Oscar A. Romero, San Salvador, 1979.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Para comentar usted debe colocar una dirección de correo electrónico