Por Omar Lugo
El nuevo archi-enemigo del
régimen chavista de Nicolás Maduro, Juan Guaidó, reconocido por la oposición
interna y por más de 50 países como presidente interino de Venezuela hasta que
haya unas elecciones libres, entró al país este lunes de carnaval muerto de las
risas por el aeropuerto de Maiquetía, sin disfraz ni escondites.
Así terminó el suspenso del
más reciente episodio del conflicto político venezolano. El chavismo había
jurado que lo metería preso por irse del país sin permiso; los opositores
organizados medían el tamaño del desafío, y el venezolano de a pie temía una
nueva oleada de violencia y represión contra disidentes.
Las últimas amenazas en
contra Juan Guaidó por parte de la fracturada nomenclatura chavista que
gobierna Venezuela se han quedado, hasta esta hora, como palabras al viento
llevadas por la vorágine de las redes sociales.
No está claro todavía si se
trataba de pura fanfarronería o si hay algo más allá que está por descubrirse.
Pero el chavismo no metió preso a Guaidó este llegó el lunes de Carnaval
campante por el aeropuerto de Maiquetía, en un vuelo comercial de la aerolínea
Copa.
El líder de la oposición
hasta selló el pasaporte al pasar por inmigración, sin hacer la cola de
pasajeros…al mejor estilo VIP concedido por los funcionarios del aeropuerto, a
la gente que consideran importante o encomendada.
El desafío llegó más allá:
camino a Caracas desde el aeropuerto, detuvo la caravana donde iba, para
saludar a una pequeña multitud de su natal estado Vargas. Se encaramó encima
del techo de la camioneta y comenzó a saludar y a agitar una bandera bajo el
sol…a tiro de piedra de cualquiera que quisiera abrazarlo o agredirlo.
Un gesto osado, si se
considera que horas antes el gobierno colombiano y el de Estados Unidos habían
advertido renovados riesgos de un ataque mortal contra esta nueva punta
del iceberg de la disidencia venezolana.
Muy poca gente en Venezuela
sabe por qué el chavismo no arresta a Guaidó, desde que el joven diputado saltó
al protagonismo del escenario político venezolano el pasado 23 de enero.
Ese día sorprendió a propios
y extraños cuando decidió darle valor a su cargo de presidente de la acosada
Asamblea Nacional (Parlamento) para juramentarse ante una multitud como
presidente encargado de Venezuela. De inmediato fue reconocido por el gobierno
de Estados Unidos y, gradualmente después, por las democracias más influyentes
de América y Europa.
La oposición argumenta que
el actual período de Maduro es ilegítimo porque proviene de unas elecciones a
destiempo, convocadas por una asamblea constituyente creada por el propio
chavismo-madurismo para gobernar con poderes supremos y así apropiarse de las
funciones del parlamento opositor electo en 2015.
Por mucho menos de lo que ha
hecho Guaidó han detenido, hostigados y exiliados a varios políticos
opositores, incluyendo casos de presos famosos como Leopoldo López (fundador
del partido de Guaidó), el alcalde de la Gran Caracas, Antonio Ledezma. Hasta
la fecha se han registrado cerca de 1.000 presos políticos en Venezuela.
Una hipótesis de peso para
explicar por qué no meten preso a Guaidó es la amenaza creíble de Estados
Unidos. El propio presidente Donald Trump, su vicepresidente Mike Pence, o su
tocayo Mike Pompeo, quien dirige el Departamento de Estado, suelen
advertir que habrá represalias si tocan al líder opositor, a su familia o a
cualquiera de sus estrechos colaboradores.
Las potencias de la Unión
Europea también han advertido que actuarán si el joven diputado (todavía
presidente del parlamento) es perjudicado.
Casi en el momento en el que
Guaidó aterrizaba en Venezuela, a través de Twitter Pence lanzaba una nueva
advertencia:
“Cualquier amenaza,
violencia o intimidación contra él no va ser tolerada y se va a encontrar con
una respuesta rápida”, dijo el vicepresidente estadounidense, cuando se temía
del arresto.
No hubiera sido muy
favorable a la ya deteriorada imagen internacional de Maduro arrestarlo
enfrente de los embajadores de España, Francia, Alemania, Rumania y Portugal,
que estaban al mediodía de este lunes de carnaval en el aeropuerto de
Maiquetía.
En las últimas horas, en
Venezuela había un hervidero de apuestas sobre cómo iba a hacer Guaidó para
regresar al país: algunos apostaban que lo harían a través de alguna de las
innumerables trochas (caminos verdes) en algún punto de los 2.019 kilómetros de
frontera que separa y unen a Venezuela y Colombia.
Algunos apostaban a que
regresaría por en bote por la maraña de caños que tejen el delta del Orinoco; o
que vendría en un mini submarino por la costa caribe del país tras zarpar desde
alguna de las Antillas menores.
O tal vez se esperaba que
cayera en paracaídas, sacudiéndose las solapas del traje, inmutable, para salir
caminando en medio de una manifestación en una autopista de Caracas.
Pero no. No hizo falta
ningún aparataje especial, solamente un vuelo de Copa 222 proveniente de
Panamá.
Simplemente aterrizó, se
bajó como cualquier otro pasajero y pasó por inmigración –sin hacer la cola, al
contrario de cualquier otro pasajero y por seguridad, se entiende.
La entrada de Guaidó por el
principal aeropuerto del país fue una exhibición de fuerza diplomática que
neutralizó al aparato militar y de espionaje de Maduro y de su “aliado-rival”
dentro del chavismo, Diosdado Cabello.
Para salir de Venezuela
rumbo a Cúcuta Colombia el pasado 22 de febrero Guiadó se empleó a fondo: según
los videos de sus colaboradores, cruzó a través de una trocha, a pie, para
después subir a un helicópetero que lo dejó cerca del templete donde una docena
de artistas internacionaloes dieron un concierto a favor de Venezuela y de la
ayuda humanitaria que claman a gritos decenas de miles de venezolanos.
Se entiende que para salir
Guaidó no pudo sellar el pasaporte, el mismo que sí le sellaron entrando por
Maiquetía.
“Era el mismo que dijo que
entraba por Maiquetia y ahí los estamos esperando García Carneiro (el
gobernado del estado Vargas, donde esta el aeropuerto) le tiene un comité de
recepción”, había dicho días atrás Diosdado Cabello, el número 2 del chavismo,
un capitán del ejército famoso por su lengua de hacha con la que destroza la
reputación de cualquiera que se levante contra el chavismo.
Esta vez ha sido contrariado
Cabello.
El episodio también muestra
la división en las entrañas del monstruo chavista. Hay al menos tres
tendencias: los más radicales como Cabello, que tiene enormes intereses y están
dispuestos a ir mas lejos (al menos verbalmente) contra cualquier que se les plante.
También está el ala militar,
encabezada por el general Vladimir Padrino López, que jura “matar y morir” por
Maduro.
Otra ala es la del propio
heredero de Hugo Chávez, quien cree ser portador de una misión histórica y se
niega a dejar el poder y convertirse en un ser humano normal, que pague sus
cuentas, inclusive el café y el taxi, y sea obligado a responder por su amarga
y nefasta gestión de seis años al frente de un país hundido en la miseria.
Dentro del chavismo hay un
grupo de radicales distintos que no tiene regreso: civiles y militares
sancionados e investigados por una serie de supuestos delitos que van desde
narcotráfico hasta corrupción financiera abierta, violaciones contra los
derechos humanos, asesinatos de opositores y atentados contra la democracia.
Esta es también un ala dura,
menos dispuesta negociar y, según algunos, la más empeñada en borrar todo
indicio de disidencia para perpetuarse en el poder.
Dentro del chavismo andarán
midiendo los riesgos, la relación costo beneficio de meter preso a Guaidó.
Algunos chavistas duros
piensan que es mejor dejarlo correr para que se extinga solo, como el fuego en
un pajonal, que alumbra mucho pero dura poco. De hecho, dentro del chavismo
consideran que sin una movilización masiva el movimiento contra Maduro está
condenado.
La represión en las
manifestaciones a sangre y fuego del pasado dejaron en el asfalto unos 120
manifestantes asesinados, la mayoría de ellos jóvenes estudiantes
universitarios.
Otros podrían apostar por el
momento oportuno para detenerlo y liquidar el movimiento, llevándose por
delante además a muchos otros líderes opositores, activistas y periodistas.
Este último escenario
supondría un contraataque de Maduro y sus colaboradores que en ese caso
estarían dispuestos a desafiar a Estados Unidos y a la comunidad internacional
en pleno, con excepción de Rusia y China, que hasta ahora ha puesto las manos
en el fuego por Maduro y sus negocios en común.
04-03-19
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