Juan Guerrero 04 de abril de 2020
@camilodeasis
Digámoslo
de manera sarcástica: en China dejaron libre un murciélago que vivía encerrado
en un laboratorio, y un chinito lo cazó y se lo comió. Sobre esto puede el
lector, si así lo desea, indagar en una noticia (ver:
https://youtu.be/FdZr59QC-E8 ) aparecida en la televisión italiana, en 2015,
sobre experimentos adelantados por los chinos.
Tan
semejante es esa realidad a esta que ahora experimentamos, que sorprende y
estremece la razón y el alma. Y es que más allá de las catastróficas
consecuencias que desató para la humanidad este desafortunado “desliz chino”
con tantas muertes de inocentes, -que para muchos estrategas chinos, …y no tan
chinos, son apenas daños colaterales- lo cierto es que ahora resulta una
verdadera incertidumbre saber cómo saldremos de este macabro ensayo de la
ingeniería genética asiática.
Pensando
en un reordenamiento global del poder mundial, es claro que el Estado comunista
chino está buscando acentuar su presencia en Occidente y para ello, esta
circunstancia de una pandemia mundial, le permite posicionarse aún más, tanto
por poseer el arma letal más mortífera, su propia población, organizada y en
aumento (poco más de 1.395.380.000 habitantes), como por su creciente industria
de biotecnología, aeroespacial, robótica y cibernética.
China
emerge de este desastre en mejores condiciones económico-financieras que los
EE.UU., la Unión Europea y Rusia. Su población, que para los jerarcas del
partido comunista se traduce sólo a números y porcentajes, es un recurso
natural renovable. Organizados como sociedad inducida al trabajo colectivizado,
y por lo tanto mano de obra de servidumbre a bajo costo, sus valores son
impuestos por el Estado, con la planificación política que los convierte en
mercancía utilitaria.
Por
consiguiente, para el Estado comunista chino y su sociedad, democracia,
libertad, individualidad, no son valores ni principios indispensables para su
existencia como Estado y nación. El trabajo incesante y la retribución que el
Estado, a través de miles de fábricas, concede al obrero, muchas veces apenas
con techo y comida, es suficiente para satisfacer a los millones de hombres y
mujeres que anhelan una oportunidad para sobrevivir.
Esa
espantosa realidad de una sociedad de servidumbre hizo que miles de industrias
y trasnacionales de Occidente se instalarán en suelo chino, para abaratar
costos y hacer más rentable sus negocios. Por eso el repentino virus chino los
sorprendió y de la noche a la mañana, en las bolsas de valores del mundo, las
acciones bajaran y en un abrir y cerrar de ojos, fuera el gobierno chino la
dueña y señora de esas acciones.
Pero
no creo que sea China quien fije después que pase la cuarentena, el rumbo de la
humanidad ni menos, de la economía mundial. Pero sí hemos de ver a una China
mucho más involucrada y afianzada en todos los escenarios donde se tomen
decisiones fundamentales para el devenir de la humanidad.
China,
aún con la duda sembrada sobre el origen de este virus y su propagación como
pandemia, aparece ahora como un verdadero y real competidor del liderazgo
global frente a los EE.UU., la Unión Europea y Rusia, centros tradicionales del
poder mundial.
La
tecnología de punta, de origen que siempre exhibió el país del norte, junto con
la tradición de los valores, principios y religión que usaron durante siglos
los países europeos, están siendo desafiados por la cultura global de la China
continental. No olvidemos que esa nación conforma en sí misma un continente, un
mundo. Tanto por su población como por la férrea organización impuesta por un
Estado totalitario y centralizado, a más de ser, por tradición, una cultura
imperial.
El
resto de las sociedades y países que conforman el llamado mundo occidental, con
sus seculares valores y tradiciones, tanto de Europa, América, Oceanía, tendrán
que adecuarse a las nuevas estructuras del poder global que tendrá a China como
paradigma de nuevas relaciones de poder. Y donde la libertad, igualdad,
democracia, solidaridad, entre otros valores, estarán siendo revisados y
adecuados a la llamada sociedad de la servidumbre.
Juan
Guerrero
@camilodeasis
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