JOSHUA GOODMAN 10 de abril de 2020
@APjoshgoodman
Se
pasaron una semana de parranda: Sexo, drogas, bailes en la playa... Pura
diversión en una paradisíaca isla del Caribe con prostitutas traídas de Europa,
algunos sacándose fotos con famosos artistas de reggaetón.
Estos
hijos de miembros de la elite de Venezuela no sabían que el coronavirus se
esparcía entre ellos en medio del jolgorio.
Algunos
de los “bolichicos” --como se describe a los hijos de los sectores más
privilegiados de la revolución socialista-- siguen de fiesta a pasar de la
pandemia en un país azotado por una crisis.
Hasta
ahora se sabe de solo siete muertes por el virus en Venezuela. Sin embargo, las
posibilidades de que la pandemia desborde la capacidad de un sistema de salud
muy deteriorado, en el que los hospitales se quedan sin agua, luz y
suministros, son altas.
No
está claro cuánta gente se enfermó el mes pasado en el archipiélago de Los
Roques. Pero una estridente fiesta que generó muchas infecciones ha causado
alarma a los niveles más altos del gobierno y recibido críticas de los
venezolanos encerrados en sus casas desde hace semanas.
“Hubo
una fiesta en una isla, y prácticamente todos los asistentes han dado positivo
a Covid-19”, declaró el presidente Nicolás Maduro en la televisión estatal el
20 de marzo.
Tres
días después, en momentos en que circulaban incómodos posts en Instagram con el
#CoronavirusParty, el mandatario le restó importancia al tema.
“¿Por
qué van a criticar una fiesta?... No sabían que estaban enfermos”, dijo Maduro,
a quien Estados Unidos acusa de tráfico de narcóticos.
Ya
sea en las atestadas playas de Miami o en fiestas clandestinas en España e
Italia en los primeros días de la pandemia, ha sido difícil frenar las fiestas
de los chicos ricos.
En
América Latina, la región más desigual del mundo, se acusa a las elites de
importar el virus tras visitar otros países. En México, por ejemplo, casi 20
personas contrajeron el virus en una salida a esquiar en Vail, Colorado. Pero
los platos rotos los pagan los pobres, que no tienen acceso a buena atención
médica y se afanan por conservar sus trabajos informales.
En
Venezuela, donde la escasez de comida y medicinas hizo que 5 millones de
personas se fuesen del país, las celebraciones fastuosas son más irritantes
todavía. Cuesta ver semejante riqueza entre tanta propaganda alabando a los
trabajadores humildes.
Las
fiestas en Los Roques fueron organizadas por varios empresarios conectados con
el gobierno, según dos personas al tanto de los encuentros que hablaron a
condición de no ser identificadas por temor a sufrir represalias.
Ninguna
de las dos personas que hablaron con The Associated Press estuvo en esas
fiestas, pero sí participaron en otras con el mismo grupo de gente y están en
contacto con varios que asistieron.
Uno
de los participantes fue Jesús Amoroso, hijo del principal funcionario
anticorrupción de Maduro, que ha sido sancionado por el Departamento del Tesoro
de Estados Unidos por supuestamente socavar la democracia venezolana.
Las
fuentes dijeron que los organizadores trajeron prostitutas venezolanas de
Madrid y Londres poco antes de que se suspendiesen los vuelos a y de España,
una de las naciones más golpeadas por la pandemia.
Un
pequeño grupo se cruzó con dos conocidos reggaetoneros puertorriqueños, Zion y
Justin Quiles, que son vistos con Amoroso en una lancha en fotos y videos en
las redes sociales.
Una
portavoz de los artistas dijo que Zion y Quiles estaban en las islas filmando
un video y no participaron en evento social alguno. Los dos dieron negativo en
la prueba para detectar el virus.
En
una nación abrumada por la miseria, Los Roques es un oasis para los pocos que
pueden darse ese lujo, incluidos colaboradores y parientes de altos
funcionarios que viajan a las pequeñas islas en aviones privados. Las fiestas
en las islas se han hecho más populares ahora que Miami, Madrid y Nueva York
están fuera de su alcance por las sanciones de Estados Unidos que cortan el
acceso a cuentas bancarias en el exterior y limitan las posibilidades de
viajar. Entre los asiduos asistentes a estas fiestas estarían los hijos de
Maduro, de acuerdo con las fuentes, aunque ninguno participó en la más
reciente.
Generalmente
las fiestas incluyen drogas psicodélicas 2C-B, conocidas como la “cocaína rosada”,
por el color del costoso polvo, de acuerdo con las fuentes.
Una
de ellas suministró un video de un encuentro reciente en el que aparecen
mujeres en bikini bailando el 11 de marzo en una casa sobre la playa alquilada
a un ejecutivo bancario venezolano exiliado.
Según
una tercera persona al tanto de estas fiestas, al día siguiente un grupo más
grande partió en varias lanchas a un popular sitio que los lugareños llaman
“Cayo Corrupto”. No sabían que se estaba esparciendo el virus.
“Seguramente
alguien tenía el virus y nadie sabía”, comentó alguien de la zona que fue a la
fiesta en un mensaje de audio que fue filtrado y circuló en las redes sociales.
La persona, cuya autenticidad fue verificada por uno de los dos individuos que
van a las fiestas, relató cómo él y su novia tuvieron que ser evacuados con
fiebre alta. Agregó que a seis personas les habían detectado el virus.
La
fiesta terminó con una resaca: Todos se hicieron exámenes y algunos,
avergonzados, cerraron sus cuentas en las redes sociales.
Otros
defienden sus acciones.
“MAMENLO
CHISMOSOS”, dijo Amoroso en Instagram, sobre una foto que lo muestra frente a
una camioneta de lujo, mostrando sus dedos mayores.
La
semana pasada la policía detuvo a varias personas que estuvieron en Los Roques,
incluida una presunta madam de prostitutas caras, tras irrumpir en una fiesta
que llevaba varios días en una casa de un barrio exclusivo de Caracas. Las
autoridades hallaron un revólver, pastillas de éxtasis y ocho mujeres que
pertenecerían a una banda de prostitución, de acuerdo con el informe policial.
De
los 18 arrestados por violar la prohibición de Maduro de reuniones grandes, a
dos se les encontró el virus, según la policía.
El
escándalo enfurece a los residentes del barrio pobre de Petare en Caracas.
Miguel Rengifo, quien conduce una moto-taxi, dijo que le irritan las noticias
de que los ricos están de fiesta mientras el país debe obedecer las órdenes de
encierro.
“Necesitamos
comer, pero ellos no. Lo que piensan es beber, levantar mujeres y no piensan en
los demás”, se quejó. “Aquí estamos en pie de lucha, trabajando”.
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