Por Marino J. González R.
Luego de transcurrido
el primer trimestre de 2021, el panorama de las vacunaciones anticovid-19 en
América Latina es especialmente preocupante. Son muy evidentes los grandes
efectos que tendría no controlar la pandemia en los próximos meses. Las
consecuencias en el bienestar social, económico, político y emocional de los
latinoamericanos ya han sido significativas. Imaginar la prolongación de esta
situación por los próximos meses es muy desalentador.
Aplicar las vacunas
anticovid-19 en el menor tiempo posible y a la mayor cantidad de personas es,
sin dudas, el principal reto de las políticas públicas de la región en la
actualidad. No existe posibilidad de reducir las inmensas brechas de desarrollo
de América Latina sin controlar la pandemia de covid-19. Es prácticamente el
lineamiento de políticas públicas más prioritario.
La evolución de la
pandemia en las últimas semanas no deja muchas dudas de que los casos se están
multiplicando de manera significativa. Al 3 de abril, ocho países de la región
registran más de una persona infectada por cada caso de covid-19 (Venezuela,
Colombia, Uruguay, Argentina, Cuba, El Salvador, Chile, y Perú).
El 35% de las muertes
que se registran actualmente en el mundo por covid-19 provienen de América
Latina.
A pesar de la gravedad
de la prolongada crisis ocasionada por la pandemia y de la posibilidad de
contar con vacunas que conlleven a su control, la evolución de las vacunaciones
dista mucho de lo deseable. Solo tres países de la región tienen disponibilidad
de vacunas para cumplir con la meta requerida (Chile, Perú, y República
Dominicana). En tres países no existen reportes sobre acuerdos para adquisición
de vacunas (Cuba, Haití, y Nicaragua). En el resto de los países, la
disponibilidad de vacunas varía desde 95% en Brasil (incluyendo lo previsto por
el mecanismo Covax), hasta países como El Salvador y Venezuela que tienen los
porcentajes más bajos (35 y 38% respectivamente).
Si ya es preocupante
que la gran mayoría de los países no tengan la disponibilidad requerida, lo es
mucho más que las vacunas se estén administrando en bajas cantidades. A la
fecha, solo dos países (Uruguay y Chile) tienen un ritmo de vacunación diaria (personas
vacunadas por cada 100 personas) que indique que podrán cumplir con la meta
requerida en 2021. Uruguay, sin embargo, deberá aumentar el 25% de la
disponibilidad actual para lograr la meta de cobertura.
Las limitaciones de la gestión son evidentes en los casos de Perú y República Dominicana, en los cuales contar con la disponibilidad ha coincidido con la imposibilidad de mantener un ritmo estable de vacunaciones diarias.
Ocho países de la
región (Bolivia, Ecuador, El Salvador, Guatemala, Honduras, Paraguay, Perú, y
Venezuela) no han alcanzado el 0,2% diario (por cada 100 personas) desde que
comenzaron las vacunaciones. Esto significa que a ese ritmo pueden tardar más
de 500 días, en el mejor de los casos, para alcanzar la cobertura.
Otros países que han
alcanzado el 0,2% no lo han podido mantener, como, por ejemplo, Panamá, y
República Dominicana. En otros países (Argentina, Brasil, México, y Colombia),
el ritmo de vacunación es superior a 0,2%, pero no suficiente como para cumplir
la meta en 2021.
Establecer los acuerdos
de adquisición de vacunas será cada vez más complicado en la medida que no
exista un incremento en la producción de vacunas anticovid-19 a escala global.
Al menos se deberían realizar los esfuerzos para alcanzar el 80% de
disponibilidad en todos los países. En lo que respecta a la gestión, los
sistemas de salud de la región deben aplicar mecanismos innovadores para cubrir
la meta. Pero ello supone tener recursos (humanos, financieros, y logísticos)
para implementar estas alternativas. Sería deseable contar con opciones de
financiamiento de corto plazo, tanto en los propios países como en los
organismos multilaterales.
En la situación actual,
luce altamente prioritario que los gobiernos de la región pongan en marcha
mecanismos audaces y expeditos para aumentar el ritmo de vacunaciones contra
covid-19. De lo contrario, los efectos de dos años de pandemia en la región
profundizarán el deterioro del bienestar de cientos de millones de
latinoamericanos. Lamentablemente, el beneficio de la vacuna contra covid-19 no
podría ser aplicado por las dificultades para contrarrestar estas grandes
brechas institucionales. Es fundamental evitar a toda costa este escenario tan
indeseable.
Marino J. González es
PhD en Políticas Públicas, profesor en la USB. Miembro Correspondiente Nacional
de la Academia Nacional de Medicina.
07-04-21
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