Ismael Pérez Vigil 24 de abril de 2021
Hace
dos semanas me referí al documento en el cual los partidos políticos acordaron
reconfigurar la alianza unitaria y la construcción de una coalición más amplia,
con otros partidos y con la sociedad civil, para lograr elecciones libres y
ayuda humanitaria.
Tras
lo que consideré un recibimiento un tanto frio −explicable por la situación
política que vivimos en el país bajo una crisis humanitaria compleja, agravada
por la pandemia−, debo comentar ahora que han comenzado a aparecer algunas
reacciones a los planteamientos de dicho pronunciamiento.
A
pesar de que tengamos algunas críticas y lamentemos lo que consideramos un
retraso injustificable en definir una estrategia, algunos −entre los que me
incluyo− recibimos con agrado el pronunciamiento y lo consideramos un paso
importante para ir “enderezando las cargas”, en lo que reanimar y reorganizar a
la oposición democrática se refiere.
Hay un
sector importante entre los analistas, comentaristas y críticos de las
políticas y estrategias de la oposición, que se caracteriza por la “no
reacción”; simplemente no se han dado por enterados acerca del pronunciamiento
de los partidos; no lo comentan, ni para bien, ni para mal.
Hay
otro grupo, el de los “repartidores”, los que siempre reparten por igual las
culpas y las responsabilidades entre el gobierno y la oposición, de los males
que aquejan al país; como si la oposición −particularmente el gobierno
interino, que no tiene oficinas, ni funcionarios, ni presupuesto− tuviera la
misma responsabilidad, frente al desastre de 22 años de políticas ruinosas que
han destruido al país. Para este grupo, desde luego, ningún pronunciamiento
opositor va a ser diferente o importante.
Hay un
sector de los críticos que hablan de “oposiciones” en plural, que obviamente
legitiman a la denominada oposición “alacrana” y en consecuencia lamentan cualquier
pronunciamiento que no la incluya expresamente.
Hay
otros que consideran que la oposición es una especie de “club”, que desde luego
debe tener algunas reglas, dicen, pero se lamentan que no se haya esperado a
que se ampliara el “club” para ir definiendo las reglas.
En
cualquier caso, el pronunciamiento se dio, definió objetivos y prioridades y
como ya hemos dicho, dejó pendientes algunas tareas (https://bit.ly/3awjHuf); entre ellas, la de
llevarlo a la discusión en todos los niveles, en partidos y organizaciones de
la sociedad civil, de donde deben surgir las propuestas de acciones concretas,
sobre las cuales se debe reconstruir la oposición.
No es
esa, claro está, la única tarea pendiente, ni la única dificultad que
encontramos en la tarea de reconstruir a la oposición democrática, como bien
nos lo recuerda Angel Oropeza en un artículo de prensa de hace dos semanas (“La
exigencia clave”, El Nacional, 15 de abril de 2021), cuya lectura recomiendo.
En dicho artículo Oropeza nos pasea, no solo por las “actitudes y conductas”
presentes en el ámbito político que, en su criterio, dificultan esa tarea, sino
también nos resume algunas de las actividades que se deben emprender.
Pero
el avance más significativo en materia de ir perfilando una posición, una
estrategia y una ruta de actividades para enfrentar este régimen y salir de la
crisis, fue el documento dado a conocer esta semana, el 21 de abril,
denominado: Manifiesto “Unión por el futuro, la
democracia y el bienestar de nuestra nación” (https://bit.ly/2Pf5Gd4), suscrito
por 40 partidos y dado a conocer en un acto público, por el propio Juan Guaidó,
acompañado de representantes de los demás partidos políticos y diputados de la
Asamblea Nacional 2015; acto del cual adoleció el anterior pronunciamiento del
6 de abril.
En
este “Manifiesto”, que también se denominó “Manifiesto de Plataforma Unitaria”,
no solo se amplía la base de partidos que lo apoyan, sino que se ratifica el
planteamiento de la “unidad”, de manera enfática y como elemento fundamental y
“estratégico insustituible”; se comprometen los partidos firmantes a alcanzar
“mecanismos de consenso” en las decisiones; y ratifican la “vía electoral” para
lograr “una salida política a la crisis”.
El
documento amplio los objetivos marcados el 6 de abril −unidad, ampliación a
otros partidos, elecciones libres y ayuda humanitaria− al señalar también como
objetivos la “tan necesaria reconciliación nacional” y “lograr mayor apoyo
internacional”, que creo que fue el logro más importante de la gestión del
gobierno interino de Juan Guaidó, que es mezquino no reconocer.
Ese
mismo día el Frente Amplio Venezuela Libre (FAVL) emitió un documento (https://bit.ly/3epsmzW) en apoyo al
“Manifiesto”, destacando algunos aspectos del mismo. Pero lo más significativo
de éste documento del Frente Amplio es el anuncio de la disposición de las
organizaciones políticas que lo integran de iniciar un “ciclo de encuentros” a
nivel regional −estadal y municipal−, con partidos y organizaciones de la
sociedad civil, para difundir y compartir con todos los sectores sociales,
“miembros y no del FAVL, su visión estratégica de lucha”, para
“identificar los consensos mínimos estratégicos” que unen a todos
los partidos y organizaciones de la sociedad civil.
Sobre
el tema de las actividades a emprender, está claro que no es éste el medio para
detallarlas, pero es importante el pronunciamiento del FAVL y es una tarea para
la sociedad civil, para sus organizaciones y para los ciudadanos, presionar
para que esto se cumpla, pues como ya hemos señalado, la oposición se encuentra
en una especie de reflujo, de adormecimiento general, en un largo y oscuro
túnel del cual aún no se ve salida.
Agobiados
como están millones de venezolanos en tareas de sobrevivencia ante la aguda
crisis que vivimos en el país, ha ido creciendo el sentimiento de que ni el
régimen, ni la oposición, responden a las demandas de gran parte de la
población. Una de las metas de la oposición democrática es revertir ese
sentimiento y convertirlo en la fuerza necesaria para lograr el fin de este
oprobioso régimen.
Ismael
Pérez Vigil
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