Luís Ugalde, SJ 14 de abril de 2021
Los
tiempos de Dios son misteriosos, a veces se detienen y otras se aceleran. Ahora
llega apresurada la hora de la proclamación de la santidad de José Gregorio.
Hubo tiempos en que parecía definitivamente estancada. En el mundo católico los
santos son ejemplos de vida y protectores especiales de determinados oficios y
sectores. La beatificación del santo de Isnotú llega cuando más necesitamos su
ejemplo y protección para los enfermos del país y para nuestro país gravemente
enfermo. Su próxima beatificación coincide con el pico más alto de las cifras
oficiales del COVID-19 y con la expansión alarmante (muy superior a las cifras
oficiales) de contagios y muertes que hacen estragos en la población indefensa
y se lleva la vida de cientos de sanitaristas heroicos y desprotegidos.
El
médico de los pobres
Ya en
vida José Gregorio sirvió voluntariamente también a los pobres que no podían
pagar por su salud. La gratitud de estos se apoderó de él antes de que la
Iglesia lo proclamara. Todo buen médico y sanitarista tiene el don de asumir
como suyas las zozobras de salud de cada enfermo. José Gregorio aprendió de Jesús
a hacer presente el amor de Dios en la curación del enfermo y sabía también que
si el médico no es estudioso y profesional competente, se vuelve un matasanos
irresponsable. Por eso lo vemos haciendo estudios de postgrado en el
extranjero, como docente e investigador universitario, y miembro fundador de la
Academia Nacional de Medicina. Todo necesario para llevar la salud a la gente
con los conocimientos animados con la Sabiduría del corazón. Ahora el país está
en descomposición y todo se ha vuelto pobreza, desde los sistemas sanitario y
educativo hasta las pobres oportunidades de trabajo, pobrísimos salarios y
lamentables servicios públicos vitales. Incluso la riqueza petrolera ha sido
convertida por el régimen en indigencia y ruina. El primer enfermo y pobre es
la propia universidad pública despojada de su autonomía y del presupuesto
mínimo necesario. Cerrar la universidad es condenar un gran laboratorio de
esperanza y futuro. Este régimen ha fracasado a la vista del mundo entero, pero
lamentablemente lejos de corregirse se aferra al Poder blandiendo la mentira y
el fusil.
En
esta realidad José Gregorio nos enseña dos virtudes que fueron sobresalientes
en él: el amor al prójimo y solidaridad con el necesitado y el desarrollo del
talento para el óptimo desempeño profesional. El no tenía otra riqueza -como no
la tiene hoy Venezuela– más que su talento y el deseo de servir. Es santo
porque supo cultivar esas dos virtudes que Dios le dio. Es el ejemplo que
Venezuela entera necesita seguir.
Política
y vacunación
El
primer milagro que necesitamos es la entrada de 30 millones de dosis de vacunas
mundialmente reconocidas. Es un escándalo increíble que por barreras
politiqueras se le mienta al país y no lleguen las vacunas, o que las pocas
recibidas se apliquen con discriminación partidista. No menos inconcebible
sería que la mayoría pobre quedara excluida por no poder pagarla. Contra esto
el país clama: que gobierno y oposición, Fedecámaras y empresas, iglesias y
universidades, sanitaristas y ciudadanos todos, superando barreras se unan para
la entrada de las vacunas necesarias con el mecanismo COVAX. Buscarlas en el
mundo, juntar recursos para financiarlas y conseguir la cadena de frío
necesaria hasta el rincón más apartado, y aplicarlas con un plan nacional eficiente,
transparente y equitativo con criterios de prioridad. ¡Frente a eso se anuncia
la burla de producir la cubana Abdala, que no es vacuna reconocida!
Me
dirán que este acuerdo nacional necesario es un milagro. Ciertamente lo es y
pedimos con José Gregorio la conversión de quienes tienen el poder de abrir o
cerrar esta puerta a la vida. La Conferencia Episcopal se ha manifestado de
manera rápida, clara y valiente exigiendo una política seria, urgente y
unitaria (08-04-2021). En el Pregón que anuncia la beatificación (11-04-2021)
nuestros Obispos exigen en nombre de Dios a las autoridades y dirigentes
diversos que superen todas las barreras y atiendan “la urgencia de la
vacunación masiva, de manera equitativa, transparente, despolitizada y
eficiente. No ponerse de acuerdo o negarla es un acto criminal que clama al
cielo”.
Venezuela
entera levántate y camina
Ni
José Gregorio, ni la Iglesia tienen oro y plata. Venezuela tampoco. Pero la
Iglesia en estos días nos pone el ejemplo de San Pedro al encontrarse con un
mendigo paralítico a la entrada del templo de Jerusalén: “No tengo plata ni
oro, pero lo que tengo te lo doy: en nombre de Jesucristo, el Nazareno,
levántate y camina. Y tomándolo de la mano derecha lo levantó”. El paralítico “se levantó de un salto y
comenzó a caminar” (Hechos 3,6-8). Es el milagro de José Gregorio, que hoy más
que nunca necesitamos e imploramos para superar esta parálisis que nos mata.
Luís
Ugalde, SJ
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