Por Ángel Oropeza
Frente al
riesgo cierto de perder lenta pero inevitablemente el país donde nacimos, una
exigencia clave –venida tanto de nuestros compatriotas como desde la comunidad
internacional– es atrevernos a conformar progresivamente una poderosa y
efectiva coalición política-social cuyo objetivo sea superar cuanto antes a la
dictadura madurista por medios pacíficos y constitucionales, para iniciar un
proceso de transición concertada, y poder comenzar a resolver la profunda
crisis social que vivimos los venezolanos.
La literatura sobre cómo se forman y
articulan coaliciones efectivas entre actores sociales y políticos para
enfrentar regímenes autoritarios, es amplia y está a la disposición de quienes
quieran aprender de la experiencia exitosa comparada con otros países, y al
mismo tiempo no quieran repetir los errores que demostradamente explican los
casos cuando éstas han fracasado.
Pero estas coaliciones, para ser exitosas, no
se basan solo en mecanismos de articulación interna o en andamiajes
tecnopolíticos y reglamentarios. Ellos, por supuesto, son necesarios e
imprescindibles, pero no suficientes. Si una cosa ha demostrado suficientemente
la Psicología Política es que las condiciones subjetivas y perceptuales son más
importantes que las condiciones objetivas a la hora de explicar la conducta
social y política de las personas y los países.
Por ello, el trabajo de construcción de esta
necesaria coalición política-social no solo implica una adecuada planificación
estratégica sino también una revisión actitudinal de los muchos actores involucrados
en su edificación y montaje.
Así entonces, para todos colaborar
efectivamente con la tarea de construir una eficaz y poderosa coalición de
partidos políticos y sectores sociales, que es condición sine
qua non para hacer posible la transición a la democracia, es
necesario que revisemos algunas actitudes y conductas que pueden hacer la
diferencia entre alcanzar la meta o quedarnos solo cerca de ella. Mencionemos
apenas algunas de ellas.
1) De cara al cambio de la realidad trágica
de nuestro país, hay cosas que no están en nuestras manos. El apoyo del
Alto Mando Militar a la dictadura (apoyo que se expresa, entre otras cosas, en
la ubicación de militares de alto rango en cargos burocráticos claves del régimen),
o el respaldo financiero y político de socios internacionales del madurismo
como China, Rusia, Cuba, Turquía e Irán, son ejemplos de esto. Pero hay cosas
que sí. Una de estas variables que depende solo de nosotros, que está en
nuestras manos construir (o dejar de hacerlo) es la unidad superior de la
nación, que inicia con agrupar sobre bases mínimas de consenso a todos los que
quieren un país distinto, para generar a partir de allí la necesaria presión
social interna sin la cual ninguna salida es posible ni viable.
2) Pero lo anterior tiene que partir de un
dato constatable. Ciertamente existe una enorme y generalizada indignación
nacional ante la destrucción progresiva del país, pero esta indignación es
desagregada, desarticulada, sin dirección y cada quien por su lado. Con
respecto al cambio político, casi todos en Venezuela queremos lo mismo pero no
necesariamente todos pensamos alcanzarlo de la misma forma. Hay mucha
homogeneidad en el deseo pero muchas diferencias en lo estratégico y, en
consecuencia, muchas más en la táctica.
3) Lo anterior ha producido, entre otras cosas, un estado actual de dispersión de las fuerzas democráticas, en el cual no pocas organizaciones políticas y sociales intentan trazar su propia ruta ante la desconfianza sobre la posibilidad de construir una ruta común.
4) Frente a esa realidad, la primera y más
urgente tarea es intentar pasar del estadio actual de dispersión de las fuerzas
democráticas a un nuevo estadio donde frenemos esta tendencia a la
fragmentación y logremos reencontrar a la mayoría de las fuerzas sociales y
políticas del país en espacios mínimos de consensos estratégicos y rutas
comunes de lucha.
5) Este nuevo estadio o momento de encuentro
debe realizarse en primer lugar sobre la búsqueda de una ruta estratégica común
de lucha democrática que debe ser construida a partir de la escucha y el
intercambio sobre cómo cada sector percibe o considera lo que hay que hacer
para avanzar hacia la liberación democrática de Venezuela.
6) Ahora bien, aunque la lucha es de todos,
porque de todos es el país y de todos será su triunfo, no todos podemos hacer
lo mismo. No pretendamos todos dirigir el juego cual manager de tribuna. Es
mucho más útil e inteligente que cada quien se pregunte cuál es su rol y se
organice en torno a una tarea concreta, de las muchas que requiere esta etapa
de la lucha. La clave es activarse. No es la hora de espectadores sino de
actores. Todos hacemos falta. Pero evitemos la tentación del protagonismo
estéril, ese del que habló W. Churchill cuando decía que el problema de nuestra
época era que las personas no querían ser útiles sino importantes.
7) Algunas de las cosas que queremos no serán
tan rápidas de lograr. Los procesos de cambio no son lineales. Por el
contrario, suelen estar plagados de incertidumbre y obstáculos, algunos de los
cuales en ocasiones no permiten ver los avances alcanzados. Por ello la
perseverancia es una herramienta indispensable en nuestro arsenal actitudinal.
Las grandes obras, decía Samuel Johnson, no son llevadas a cabo por la fuerza
sino por la perseverancia. Perseverancia que no es lo mismo que paciencia, la
cual es criminal pedírsela a un pueblo que ha sufrido tanto. No se trata de
esperar, se trata es de no desistir. El goteo del agua hace un hueco en la
roca, escribió el poeta Ovidio, no por la fuerza sino por la persistencia.
8) Aunque no es
fácil huir de los dualismos argumentales y mucho menos de los emocionales, es
crucial escapar de las tentaciones extremas del triunfalismo y de su
contraparte, el derrotismo. Ambos no sólo suelen ser falsos, como ocurre con
las simplificaciones y generalizaciones indebidas, sino que nos llevan a
distorsionar la necesaria percepción y análisis de la realidad, y nos conducen
a decisiones y conductas que atentan contra la consecución del objetivo.
9) Si sabemos que las armas preferidas de la
dictadura son la creación de desesperanza y la división de las fuerzas
opositoras, por favor no nos prestemos ni a lo uno ni a lo otro. Es lamentable
el espectáculo de algunas personas atacando a aquellos dirigentes u
organizaciones que simplemente no les gustan, volviendo con el cuento que tanto
beneficia a la dictadura de los opositores de verdad y los traidores. Es el
momento de la unidad superior. Para ser exitosa, la transición requiere superar
el lenguaje maniqueo de traiciones, conspiraciones de trastienda y otras
ridiculeces del primitivo pensamiento cuartelario, y avanzar hacia una
narrativa democrática de tolerancia e inclusión progresivas. No solo es
necesario, sino además inteligente.
10) Finalmente, una herramienta actitudinal indispensable en nuestra lucha es
no olvidar nunca por qué estamos haciendo esto. No se trata –ni de lejos– de
una batalla entre dos facciones que pugnan por el poder político. Se trata de
la lucha de un inmenso país sufriente que se cansó de padecer, y unos pocos que
se han enriquecido con ese sufrimiento. Más que una batalla política, es un
imperativo ético y de dignidad. Venezuela necesita un gobierno que le sirva, no
a uno como el actual que se sirve de los venezolanos para sus propios intereses
económicos y de poder. El éxito de la transición se va a medir por su capacidad
para lograr que la gente sufra menos. Por tanto, en el trabajo de construcción
de nuestra necesaria coalición de sectores sociales y políticos, preparémonos
desde ya para eso, y presagiemos hoy con nuestra palabra y nuestra conducta el
tipo de relaciones que queremos para el país que vamos a construir.
Las coaliciones exitosas en la historia son
aquellas donde los distintos sectores sociales y políticos no solo se sienten
representados, sino que perciben que la coalición expresa y defiende sus
intereses mejor que lo que lo pudieran hacer ellos mismos por separado.
Construirlas requiere inteligencia, respeto a la autonomía y heterogeneidad de
los sectores y organizaciones, pero también mucha generosidad y grandeza de las
partes para entender que el objetivo es superior a los cálculos de corto plazo.
Esa es hoy la exigencia clave que nos demanda
el momento histórico. Si la construcción de esta indispensable coalición
interna político-social fracasa, no solo perderemos la esperanza de nuestros
compatriotas y el apoyo de la comunidad internacional, sino –lo más grave–
estaremos dando un gran paso hacia la pérdida de lo que un día fue nuestro
amado país.
15-04-21
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